Pocos valencianos saben que estos días, cada vez que los 133 cardenales realizan su itinerario hacia la capilla Sixtina, el recorrido desde la capilla Paulina por la Sala Regia (antecámara de la Sixtina) se produce ante la atenta mirada de una parte de la historia de los valencianos. En esas paredes hay un fresco de Livio Agresti (1564) que representa a Pere el Catòlic, padre de Jaume I, rey de Aragón y conde de Barcelona, entregando el reino en tributo al papa Inocencio III.
Lo recuerda estos días el geógrafo valenciano Josep Vicent Boira, una referencia para entender las relaciones entre ambos territorios, sustanciadas en su libro “Roma i nosaltres: La presència de valencians, catalans, balears i aragonesos a la Ciutat Eterna” (Pòrtic, 2020). Y lo hace dejando una pregunta en el aire: “¿Qué pasaría si en lugar de ser el padre de Jaume fuera el padre de Alfonso X el Sabio, que es contemporáneo? Toda España lo sabría y durante el cónclave se recordaría en los medios de comunicación. Nadie ha reflejado esta historia”.
Fresco de Livio agresti: ‘Pietro d’Aragona offre il regno a papa Innocenzo III’. / Levante-EMV
Ese enfoque, el de la falta de representación de la pluralidad de España en la imagen nacional que se proyecta, queda bien patente en la huella valenciana (y de la Corona de Aragón) tanto en el Vaticano como en Roma. Y esta no es precisamente menor. “Hay una leyenda de que en la Capilla Sixtina está retratado el papa Borja. Es significativo que entre las pintura haya un supuesto retrato. Son pequeños detalles, sumados a Santa Maria Maggiore [el templo donde reposa Francisco y están los escudos de los dos papas valencianos], que certifican que la relación entre la Corona de Aragón y Roma es intensísima, y el olvido de esa historia de la memoria general”, apunta.
Y añade: “Poca gente sabe que en San Pietro de Roma, en el viejo Vaticano antes de la basílica de 1506, había una capilla dedicada a Sant Vicent Màrtir. O en el nuevo Vaticano hay estatuas de San José de Calasanz, Sant Pere Nolasc o San Pere d’Alcàntara, hecha por un escultor valenciano, Francisco Vergara, al que llamaba ‘Il Romano’. Son estatuas dentro de San Pedro». Podría hablarse, también, de los apartamentos Borja, visita obligada en Roma, con el escudo o el pavimento importado de Manises. O el Castel Sant’Angelo, con los escudos de los Borja por todas partes, porque Alexandre VI fue el papa fundamental para explicar su transformación en fortaleza moderna, ilustra Boira.
El papa y Jaume I
Volviendo a Pere el Catòlic, cuya mirada ‘vigila’ las conversaciones estos días de los purpurados hacia la inspiración divina en la antesala del cónclave, el cronista de València y medievalista Vicent Baydal, cuenta la historia tras el fresco. En la Edad Media había una disputa sobre quién tenía la capacidad de coronar reyes: si el emperador del sacro imperio romano-germánico o los papas. Una parte de la cristiandad se posicionaba con el emperador y otra con los papas. “Pere el Catòlic pidió que lo coronara el papa. Reconocía que por encima de él solo estaba el papa”, cuenta. El 11 de noviembre de 1204, Pere fue a Roma. Había salido con cinco galeras. Fue coronado en la iglesia de San Pancracio, y armado a los pies del templo actual del Vaticano.
Es algo que no hizo Jaume I. Pere, sí, por eso le llaman ‘el Catòlic’. Con todo, aquella decisión marcaría también la vida del ‘conqueridor’. El mismo papa protegió los derechos de Jaume I cuando quedó huérfano, a la edad de 5 años. Inocencio hizo de intermediario en la sucesión. La corona se había situado bajo la advocación de Roma y tenía la legitimidad de velar por la continuidad de esa dinastía. “Fue muy importante durante la regencia que gobernó la Corona (un consell de aristócratas) mientras Jaume era muy joven”, cuenta Baydal. Toda esa parte de la historia de los valencianos observa desde esa pared, y bien vale un cónclave para recuperarla.