En pleno momento de humor previo a la visita de Andreu Buenafuente, el ambiente de La Revuelta de David Broncano se animó con una escena surrealista y muy alicantina: Lourdes, una de las participantes, tumbada en la ya mítica bañera del programa, confesaba entre risas que “Yo no me esperaba estar aquí en la bañera y encima mi madre me va a matar porque me acaba de ver los calcetines que no son negros”. Una tragedia doméstica en directo.
Y es que la madre de Lourdes no se anda con tonterías cuando se trata de estilismos, según la joven, que ha asegurado que su a progenitora no iba a gustarle que sus calcetines no fueran negros.
Para añadir más confeti al caos, Bezos la presentó tal que así: “Si ellas son el ángel y el demonio, Lourdes todavía no sabemos qué es”. Un comentario que define perfectamente el espíritu de La Revuelta: espontaneidad, retranca y mucho, pero que mucho, surrealismo con acento local, en el que la monovera ha encajado perfectamente: «Un saludo a mi madre, a mi tía, a mi tío el cabrero y a todas mis amigas».
Pero uno de los momentos donde el público se acabó de venir arriba fue cuando Lourdes dijo de dónde era y Grison, con su particular sentido del humor, puso la guinda: «Soy de Monóvar… «; «Ah, el pueblo que solo tiene un bar».
Monóvar: más que un bar y unos calcetines mal elegidos
Monóvar, ese pueblo del interior de Alicante que Grison quiso reducir a «un solo bar», es en realidad mucho más. Tierra de Azorín, de vinos con carácter, de uva monastrell y de ese tipo de humor que se sirve mejor con una tapa de morcilla y una cerveza en mano. ¿Que hay más de un bar? Claro. Pero el chiste era bueno… o por lo menos funcionó.
El programa ha conseguido, con apenas un minuto de televisión y una bañera como escenario, lo que muchos pueblos querrían: aparecer en la conversación digital con una mezcla de ternura, orgullo local y comedia bien servida.
Alicante en La Revuelta
Alicante ha sido citada en el programa de Broncano en innumerables ocasiones, ya sea para hacer broma sobre las sorprendentes cosas que uno puede encontrarse en Benidorm, para hablar de objetos archiconocidos por cualquiera que haya pasado por la estación de Renfe de Alicante o, también, para recibir en carne y hueso a la Dama de Elche (viviente).