Los comentaristas televisivos de partidos de fútbol deberían aportar datos esclarecedores e interpretación vistosa a la generalmente histérica voz del narrador. Casi nunca ocurre así: patean el reino de las vaguedades, de las evidencias, del unas veces se gana y otras se pierde y otras se empata. Pero, además, qué bien les vendría una clasecita de español elemental, muy elemental. Oigo a uno de ellos, antiguo centrocampista, soltar lo siguiente al hablar de dos equipos en crisis: «Son momentos donde hay que pasar y contra más tarde te lleguen pues quizá peor (…) contra más se pueda alejar de esas posiciones de abajo…». ¿Dónde demonios aprendió usted a hablar español, señor mío, y quién se atrevió a contratarle como comentarista sin una prueba previa de castellano básico?
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De verdad que no sé si se ha perdido el sentido de la medida, si alguna vez lo hubo siquiera, si la prisa por titular una información aturde y obliga a no repensar. De verdad. Cuántas majaderías no habré yo escrito por todo ello. El caso es que un conocido me enseña aquesto que aquí copio: «Barbón se reúne hoy con FADE y sindicatos para armar ‘un frente común ante Trump’». Hombre, dicho así, no creo yo que si le dicen al zanahorio USA que en Asturias se prepara contra él la de san Quintín en forma de «frente común» nada menos, le falte tiempo para frenar sus demenciadas agresiones. Me recuerda a aquel pelmazo del Pumarín ovetense que no paraba de escribir a «Cartas al Director» y preguntarme muy preocupado: «¿Crees que estarán tomando medidas en el Kremlin por mi artículo?». Yo lo tranquilizaba.
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Tras impedirlo la vocinglería de una clientela ansiosa por chillar, encontramos por fin mi gran amigo y excelente tipo Miguel Barrero –ya afamado escritor, exdirector de la Fundación de Cultura de Gijón, y hoy al frente de la Semana Negra de la misma ciudad, y que vive a caballo entre ella y Madrid– acomodo en un café, cerquita de la mar cantábrica, donde al mediodía conseguimos oírnos con cierta calidad. Primero, despellejamos (ustedes disimulen) a unos cuantos fantasmones a quienes yo daba por muertos y que según me instruye Barrero, aún vacilan molestando por ahí. Después, sale a relucir su última novela o ensayo o qué sé yo cómo llamar a su estupendo «El guitarrista de Montreal», a la venta en librerías desde finales de abril, mil veces ya alabado antes en las presurosas redes. Le traslado mi impresión de lectura: muy plácida, en español bueno, suficientes tres horas en dos tiradas, pasan cosas con un narrador que ofrece datos con acertada medida, al autor se lo nota vigilante y escondido… Ya no es Barrero aprendiz, ya sabe de qué va la cosa desde tiempo ha. Pero como temo que no se fíe de mis alabanzas le doy un toque: «Has escrito un libro inatacable, algo woke. Una ciudad bien recorrida (Montreal), un gitano y los gitanos, Federico García Lorca, Leonard Cohen y los judíos, la música y la guitarra, Salamanca, la Francia de Antonio Machado… ¿Quién se va a atrever a criticar cualquiera de esas elecciones?». Me mira risueño desde su complexión de luchador de sumo: «¿Woke? ¿Inatacable? Cada día estás peor».
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Este día 10 me reuniré –Deo volente– en La Felguera, cabe el río Nalón, con Ángeles Caso, Javier Cellino, José Manuel Díaz, José Ramón Rodríguez, Maite Juan, Teresa Álvarez y Vera González (orden alfabético) bajo la augusta batuta del inmortal académico (pleonasmo) Salvador Gutiérrez. Vigilará que cumplamos con nuestra obligación de jurados del LXXVI Premio de Cuentos, Juan José Vega, presidente de la entidad convocante, la Sociedad de Festejos y Cultura felguerina. 4.000 euracos se llevará quien gane (nunca hubo enchufes). Me estrenaré como decano, fallecido el psiquiatra Mediavilla. Quizá mi día más alegre del año, por celebrar tanta amistad junta. Quizá la edición más triste por la ausencia del queridísimo doctor.
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