Seis días después del apagón del 28 de abril -una fecha ya histórica-, los técnicos y las compañías del sector energético siguen sin ponerse de acuerdo sobre el motivo que originó el colapso de la red eléctrica nacional. Pero a estas horas ya están claras varias lecciones que dejó el apagón relacionadas con nuestra extremas dependencia de la electricidad y con lo poco preparados que estamos para vivir desconectados.
1. Las empresas deben tener planes de contingencia
Una de las imágenes que mejor resumen el impacto causado por el corte de luz del pasado 28 de abril la ofrecieron los comercios que a media mañana tuvieron que cerrar al no disponer de señal eléctrica que les permitiera atender a sus clientes. Sin fluido, no solo permanecían a oscuras los locales, tampoco abrían las cajas registradoras ni funcionaban los datáfonos, terminales todos conectados a un enchufe. Sin embargo, en medio del paisaje de persianas bajadas que mostraban las calles de todas las ciudades del país, algunos negocios consiguieron evitar el cierre.
Es el caso de los supermercados de Mercadona, que ese día permanecieron abiertos con su horario habitual, aunque al final de la jornada muchas de sus estanterías lucían vacías debido a la afluencia masiva de compradores que habían soportado. La cadena alimenticia ha explicado que el lunes pudo mantener operativos sus más de 1.600 establecimientos porque están dotados de un sistema eléctrico de emergencia, a base de generadores, que les permite tener corriente de forma autónoma si se va la luz. Esta fórmula la aplicaron otras compañías, como El Corte Inglés, Carrefour, Alcampo e Inditex, cuyos locales permanecieron abiertos gracias al uso de grupos electrógenos.
Un grupo electrógeno es una unidad compuesta por un motor -generalmente alimentado por gasoil- y un alternador que convierte la energía mecánica en señal eléctrica. Su precio oscila entre los 500 y los 15.000 euros, dependiendo de la magnitud de requerida. Disponer de uno de estos elementos habría podido librar a bastantes negocios de tener que cerrar el pasado lunes, aunque la demanda que muchos empresarios han empezado a trasladar a las cámaras de comercio va más allá y hace referencia a la necesidad de contar con planes de contingencia globales que prevean escenarios y soluciones. “Nadie me había explicado que la persiana tenía un botón de emergencia”, se quejaba Josefa Pérez, farmacéutica de Madrid, que pudo cerrar la puerta eléctrica de su negocio gracias a que un amigo mecánico acudió en su ayuda y activó el mecanismo.
2. El dinero en efectivo sigue siendo necesario
El ‘blackout‘ de las famosas 12:33 horas del pasado lunes igualó democráticamente a todo el país –ricos y pobres, del norte y del sur, expertos en energía y novatos en la materia- en una misma limitación, la de no disponer de señal eléctrica, pero dividió a la población en dos categorías: los que el fundido a negro les pilló con billetes y monedas en los bolsillos -o en algún cajón de casa- y los que solo disponían de tarjetas bancarias. Los primeros pudieron comprar bienes de primera necesidad en los pocos comercios que permanecieron abiertos. Los segundos se vieron obligados a pedir prestado o a esperar el regreso de la luz, ya que no pudieron pagar con sus tarjetas –no funcionaban los datáfonos- ni conseguir dinero en los cajeros de los bancos, que permanecieron bloqueados.
La vulnerabilidad mostrada esta semana por los sistemas de pago electrónico llega en pleno debate del Euro Digital, el modelo de pago virtual que está diseñando el Banco Central Europeo (BCE) con el objetivo de hacer desaparecer el ‘cash’ a la vuelta de unos años y que está generando controversia entre quienes se resisten a despedirse del dinero en efectivo. El apagón parece haber venido a darles la razón, pero desde el BCE responden que su moneda virtual está diseñada para seguir operando incluso en entornos offline, aunque es necesario que el móvil tenga batería, ya que el terminal es el verdadero monedero.
El gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, ha revelado que el 40% de los pagos siguen haciéndose en metálico y el resto se hace en formato electrónico, un sistema cada vez más habitual en comercios y en la hostelería. El tiempo dirá si las tarjetas siguen ganándole terreno a los billetes, y hasta dónde, pero conviene recordar que la propia Comisión Europea incluía el efectivo en el ‘kit de supervivencia’ que propuso a finales de marzo.
3. Hospitales y aeropuertos pasan el examen
Como infraestructuras críticas, los hospitales estuvieron bajo el punto de mira desde el primer minuto del gran apagón. Y, en general, pasaron el examen con nota. “Todo funcionó bien”, resume Esther Tomàs, directora de Infraestructuras y Tecnología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Allí se puso en marcha el protocolo previsto en caso de fallo eléctrico masivo, en el que el suministro pasa a depender de los grupos electrógenos y se prioriza el funcionamiento de las áreas críticas: quirófanos, ucis, laboratorios de análisis clínicos… Toda la actividad quirúrgica ya iniciada se terminó con normalidad, y, entre la que ya estaba programada, se mantuvo la que era urgente. “Como la incidencia era masiva, nos concentramos en tener la máxima autonomía posible. Con el gasoil que teníamos, había unas 40 horas de funcionamiento aseguradas”, añade Tomàs.
El apagón también puso a prueba a los aeropuertos. Durante toda la jornada del lunes hubo retrasos y problemas con la facturación y con los accesos, pero los generadores y los protocolos de emergencia que se aplicaron evitaron las cancelaciones de vuelo masivas. En España, según datos de Aena, solo se cancelaron 45 vuelos, con impactos menores en los aeropuertos de Barcelona (2,98%) y Madrid (2,56%). La situación fue diferente en Portugal, donde el aeropuerto de Lisboa sí estuvo más cerca del colapso: se cancelaron 96 vuelos, con un 29,63% de las salidas afectadas.
4. El reto de los cuidados a los dependientes
El sector de los cuidados fue uno de los que más notó el impacto del apagón. En residencias que no disponían de generador se tuvo que subir a los ancianos a sus plantas a pulso para dormir, o no pudieron triturar los alimentos a aquellos que no pueden masticar. En algunos centros, de hecho, se llegaron a valorar medidas como la cota cero, cuando se coloca un colchón en la primera planta porque no se puede subir a los usuarios a su planta. También sufrieron para que las baterías de los respiradores de los pacientes aguantaran, así como las grúas de las camas de los residentes.
5. Renovables en el ojo del huracán
Aún sin conocer con certeza cuáles fueron las causas del apagón, todos los ojos miran a las energías renovables, después que desde Red Eléctrica atribuyera la pérdida de súbita de 15 gigavatios de energía (el 60% de la que se consumía en aquel momento) a la desconexión masiva de plantas solares en el suroeste de España, lo que desequilibró oferta y demanda y colapsó el sistema. En ese momento, un 59% de la generación de electricidad era de origen fotovoltaico y un 12% eólico mientras que casi no había de hidraúlica. El 11% era de producción nuclear y las centrales de gas aportaban el 5%.
Una de las primeras actuaciones ha sido frenar el uso de la producción que inyectan plantes solares y en menor medida parques eólicos y priorizar plantas tradicionales, en especial las centrales de gas, que dan más estabilidad al sistema. A esa decisión se suma que en un informe de auditoría de cuentas del ejercicio 2024 al que tuvo acceso el diario ‘El Confidencial’, Red Eléctrica ya había advertido de una alta penetración de las renovables «sin las capacidades técnicas necesarias» para un adecuado comportamiento ante perturbaciones.
Pero, ¿hasta qué punto son las energías renovables, en plena expansión en España y punta de lanza de la necesaria transición energética, responsables de esta crisis? Antonio Turiel, científico investigador en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, lo explica de forma muy sencilla para El Periódico de Catalunya: «El problema no son las renovables ‘per se’, sino su integración en el sistema eléctrico», cuyo funcionamiento es muy complejo ya que las distintas fuentes se deben ir sincronizando entre ellas. Y según relata, «las renovables no funcionan igual que el resto de energíasy no se les ha dotado de sistemas de estabilización para que se adapten a la red. Es como poner un coche en la autopista sin frenos». Este experto añade que «esto no era un problema cuando las renovables eran pocas pero sí a medida que han ido creciendo». «Es algo de lo que los técnicos llevan advirtiendo hace tiempo sin que se les haga caso», afirma.
6. Los kits de emergencias no son ninguna broma
En un clima de creciente tensión internacional, la Comisión Europea lanzó a finales de marzo un llamamiento a la población para que se dotara de un “kit de supervivencia” que, en caso de producirse una emergencia, permitiera subsistir durante al menos 72 horas sin necesidad de salir de casa. La advertencia, inédita en la historia del proyecto común europeo, causó perplejidad. En las redes sociales se multiplicaron los comentarios tachándola de “alarmista” y relacionándola con el aumento del gasto en defensa propuesto por la propia Comisión. Tampoco faltaron quienes se lo tomaron a chufla. Algo de informalidad sí que tenía el aviso, presentado por la comisaria europea de Igualdad, Preparación y Gestión de Crisis, Hadja Lahbib, en un simpático vídeo donde mostraba entre risas, y para quitarle hierro al asunto, todos los útiles salvavidas que le cabían en el bolso.
El apagón del lunes ha evidenciado que el consejo no era ninguna broma y que tener a mano los recursos que este proponía podrían haber hecho mucho más llevaderas las horas que el país pasó sin fluido eléctrico. Ese día, fueron muchos los que echaron de menos tener en casa una radio a pilas, baterías de repuesto para el móvil o un hornillo portátil con gas envasado y cerillas para cocinar, como recomienda el kit diseñado por la Comisión Europea. La propuesta incluye latas de comida no perecedera, linternas, útiles de higiene, agua embotellada (cinco litros por persona) y dinero en efectivo, artículos todos que el día del apagón se convirtieron en los productos más demandados en los establecimientos que pudieron permanecer abiertos.
Después de las experiencias distópicas vividas en el último lustro -la pandemia de covid, la tormenta Filomena, la dana de Valencia-, que obligaron a la población a permanecer recluida en casa durante días o semanas –aunque con luz-, el apagón ha otorgado un renovado valor a artículos que estaban condenados al desván y que ahora parecen llamados a estar bien localizados en los hogares por si se produce algún día una nueva emergencia.
7. La importancia de los seguros
Mientras las principales aseguradoras ya estudian cómo actuar tras el apagón del pasado lunes, la inédita incidencia ha provocado que muchos ciudadanos hayan mirado por primera vez qué tienen contratado exactamente en su seguro del hogar. “Hay tres garantías que responden en situaciones como esa”, responde el experto en seguros Santiago Martín Cano. La primera es la garantía de daños eléctricos, que se puede contratar tanto por parte de empresas como por particulares y que “da solución a los aparatos dañados por una alteración extrema” de la corriente; la segunda, la de bienes refrigerados, protege los alimentos –y también, por ejemplo, los medicamentos de farmacia que necesitan frío- que se pueden dañar; y la tercera garantía es la de “pérdidas consecuenciales”, que evalúa los posibles gastos y la pérdida de beneficios derivada de una paralización del servicio de empresas y comercios. Los expertos consultados destacan que la afectación habría sido mucho mayor si el corte en el suministro eléctrico se hubiera prolongado más tiempo.
Hay que determinar también si ante hechos como los del lunes cabe invocar la “fuerza mayor”, que provocaría que fuera el Consorcio de Compensación de Seguros quien tuviera que resarcir a los consumidores de los perjuicios ocasionados. Este organismo, que sí ha actuado por ejemplo tras la dana de Valencia, depende del Ministerio de Economía y Hacienda y cubre unos siniestros de afectación global –actos de terrorismo, fenómenos atmosféricos catastróficos…- en los que no está claro que se pueda englobar el apagón.
La afectación, pronostica Martín Cano, será mayor “en el mundo de la empresa, en industrias con cadenas de montaje, por ejemplo, donde una paralización hace mucho daño”. “A priori, cabe esperar que las compañías de seguros no se vean obligadas a tener que subir las primas por este hecho, dado que el apagón no ha sido de gran duración en el tiempo. Pero aún es pronto para decirlo, y cada compañía establece sus primas en función de su propia siniestralidad”, añade.
8. Sin Google Maps, los mapas de papel son oro
En medio del caos desatado el lunes por el corte de corriente eléctrica, entre los semáforos apagados y las aceras atestadas de lugareños tratando de volver a casa a pie al no funcionar el transporte público, los visitantes y sus maletas aportaban su particular desconcierto en las ciudades más turísticas del país. Caída la señal telefónica y anulada la geolocalización de sus terminales, sus móviles se habían convertido en meros relojes digitales que contaban con parsimonia el trascurrir las horas del apagón. La aplicación de Google Maps y todas las del estilo conducían una pantalla blanca que no acababa de cargar. Imposible saber si la Sagrada Familia estaba a tres manzanas, o siete, como sí había informado con exactitud la app el día anterior, detallando la ruta a seguir y el tiempo de caminata requerido.
La familiaridad con que usamos los sistemas de geolocalización es una de las expresiones más relevantes de nuestra dependencia del móvil. Ya nadie viaja a un país extranjero con un mapa de papel en la maleta, y con soberbia los desdeñamos en los hoteles cuando nos los ofrecen. ¿Para qué, si tenemos Google Maps?, pensamos. “Se han convertido, casi, en objetos de coleccionista”, reconocen en la librería Desnivel de Madrid, especializada en mapas y libros de viajes. De hecho, señalan que su venta cayó en picado en la década de 2010, cuando se popularizó el manejo de los mapas virtuales del móvil, especialmente el de Google. Sin embargo, en días como el pasado lunes, en que la falta de electricidad nos devolvió a la era analógica, los planos urbanos de papel recobraron el valor que habían perdido.
9. ‘Fake news’, de nuevo disparadas
Fue una de las primeras cosas que dijo Pedro Sánchez cuando compareció para informar sobre el apagón: en su intervención inicial, instó a los ciudadanos a no difundir información de «dudosa procedencia» y a seguir únicamente fuentes oficiales, y pidió «responsabilidad». En la noche del lunes, el presidente del Gobierno insistió: «Mi recomendación es esa, que no demos pábulo al ruido, a los muchos bulos que están circulando, a la desinformación». ¿Sirvió de algo? Un vistazo a las redes sociales bastaría para concluir que no mucho.
Desde el primer minuto, y en una nueva lección de la facilidad que tienen las ‘fake news’ para propagarse, circularon teorías sobre una mano negra rusa o israelí, sobre el papel de las energías renovables en el apagón, sobre los experimentos sociales de una oscura élite. Abrazó esta última teoría un habitual de las conjeturas extravagantes, el eurodiputado Alvise Pérez, que, en su canal de Telegram, atribuyó el corte eléctrico a un enrevesado plan para terminar con el dinero en efectivo.
A día de hoy, no hay una versión oficial sobre las causas del apagón, y siguen difundiéndose hipótesis al respecto. Pero la teoría sin confirmar estrella sigue siendo el ciberataque, que en ocasiones ha parecido alentarse incluso desde el Gobierno. Aunque el director de Servicios para la Operación de Red Eléctrica de España, Eduardo Prieto, aseguraba, ya el martes, que no había habido «ninguna intrusión en los sistemas», continúan las elucubraciones al respecto. En cambio, sí han perdido fuerza otras teorías que circularon en las primeras horas del apagón, como la que culpaba del incidente a un
10. Las limitaciones del coche eléctrico
Se nos ha dicho que el coche eléctrico, al igual que las energías renovables, es el futuro, el camino hacia la reducción de emisiones y el abandono de los combustibles fósiles. El lunes, ante la interrupción del servicio del metro y el ferrocarril y el colapso de los autobuses, el coche se convirtió en la única opción de transporte para mucha gente y fueron varios los que decidieron en esas horas de caos que jamás se comprarían un vehículo eléctrico. Pero desde la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (Aedive) recuerdan que también los surtidores de combustible (gasolina o diésel) precisan de suministro eléctrico para su gestión y funcionamiento, por lo que los «vehículos de combustible son también vulnerables» ante una crisis como la vivida el otro día.
En este sentido, Javier Izquierdo, director técnico de Aedive, señala además en ese sentido que «en los hubs o estaciones de recarga de alta potencia (a partir de 50 kW), la instalación cuenta en algunos casos con tecnología de respaldo de almacenamiento energético, lo que les permite cargar, a pesar de un corte de suministro» y cuenta que así lo pudieron hacer el lunes varios usuarios. E Izquierdo pone en valor otra cuestión: que tecnologías avanzadas del vehículo eléctrico -la V2L (’vehicle-to-load’) o V2H (’vehicle-to-home’) «permiten convertir la batería en una fuente de energía para el hogar y poder alimentar con electricidad todo tipo de dispositivos durante un corte eléctrico», como por ejemplo lámparas, refrigeradores, ordenadores u otros aparatos electrónicos.
«El vehículo se convierte en una solución de respaldo de energía», afirma Izquierdo, para hogares en los que con placas de inducción, vitrocerámicas, hornos y microondas inutilizados no es posible ni hacer un café ni calentar la comida del bebé. Siendo las cocinas de gas una especie casi en vías de extinción, los hornillos de cámping o barbacoas se convirtieron casi en la única alternativa viable para llevarse algo caliente a la boca.
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