El 30 de marzo corrió la sangre en Plasencia (Cáceres). Dos clanes conflictivos, Los Loletes y Los Hilarios, se enfrentaron a tiros en el barrio de San Lázaro por una disputa ocurrida días antes a la entrada de un prostíbulo. Una bala perdida mató a una niña de dos años, Camelia, de una familia ajena a esas peleas. La investigación policial reveló que la bala provenía de una de las armas que utilizaron Los Loletes en el tiroteo.
Seis personas, todos integrantes del clan de Los Loletes, están en prisión a la espera de que concluya la investigación sobre la muerte de la niña. Mientras la justicia continúa su trabajo, en el barrio empezó a funcionar una justicia paralela, un código propio de esos clanes.
Destierro, incendios…
Para que vuelva la paz, los familiares de los responsables del tiroteo y la muerte de la niña deben abandonar el barrio, es un destierro legítimo y tradicional según esas normas no escritas. En los casos más graves, los familiares de la víctima o de los agredidos tienen incluso derecho a asaltar y hasta quemar la casa del supuesto asesino y las de sus familiares directos.
Ese código o esa ley no escrita comenzó a cumplirse poco después de la muerte de Camelia. Varios coches y hasta tres casas de integrantes de Los Loletes fueron quemados a principios del mes de abril. Las tres casas, una de ellas la de Manuel El Lolete, uno de los supuestos implicados en la muerte de la niña, estaban vacías en el momento de los incendios.
Un paso más
Supuestamente, todos los miembros del clan de Los Loletes se habían ido del barrio cumpliendo con la norma del destierro de los familiares. Pero ayer, dos jóvenes fueron detenidos por la Policía en Plasencia: la madrugada anterior habían entrado en una casa, amenazaron a las cinco personas -cuatro hombres y una mujer- que había dentro y luego prendieron fuego a la vivienda. Las cinco víctimas son, según ha sabido este canal de investigación y sucesos, integrantes del clan de Los Loletes que no se habían ido del barrio.
Agentes de Policia Judicial detuvieron a los dos autores del incendio y las amenazas, dos jóvenes de 20 y 25 años. Están acusados de tentativa de homicidio, amenazas y daños.
En un club de alterne
La investigación de la Policía Nacional apunta a que la última batalla entre Hilarios y Loletes, dos clanes conflictivos y algunos de cuyos integrantes han sido investigados por tráfico de drogas, se originó el pasado 27 de abril a la entrada de un club de alterne situado en Torrejoncillo. Según el atestado policial, un «miembro del clan de Etnia gitana de la barriada de San Lázaro (en alusión a Los Loletes) quien trabajaría de portero en dicho club, había sido golpeado violentamente por miembros del clan de Los Hilarios».
Los investigadores apuntan que nadie denunció esa agresión y que lo que ocurrió después fue una venganza por esa paliza: «como quiera que la forma habitual de solventar tales desavenencias entre clanes sería la venganza y/o el enfrentamiento armado, no teniendo en cuenta o acudiendo en última instancia a las leyes vigentes».
Foto con armas
Poco después de la paliza al integrante de Los Loletes, varios de sus miembros colgaron una fotografía en redes sociales donde se les ve posando con armas «presumiblemente con la intención de atemorizar e intimidar al clan de los Hilarios», según el informe de la policía.
Tres de los Hilarios aceptaron el desafío. El 30 de marzo acudieron al barrio y a la puerta de las casas de los Loletes «con intención de demostrar que no existe ningún temor» hacia ellos, también conocidos como Los Suárez. Entraron en un Audi que iba en dirección contraria, alguno de ellos con «síntomas de embriaguez» y se bajaron ante la casa del jefe del clan rival.
Falta de respeto
Discuten con él, lo que la mujer del jefe «lo considera una falta de respeto» y les anima a irse del lugar. Poco después, Manuel «Lolete» empezó a disparar. Se oyeron más disparos, de armas cortas y largas. Una bala perdida fue la que mató a la pequeña Camelia, que estaba en su casa, ajena a la guerra entre clanes.