Parecen imparables, nadie les puede detener, quieren más. Tras levantar la Copa del Rey el pasado sábado en La Cartuja de Sevilla con una victoria épica (3-2) contra el Real Madrid, el equipo azulgrana ha iniciado ya la operación triplete. El hambre de títulos se percibe en cada rincón del vestuario, donde la euforia se combina con la ambición de seguir haciendo historia y no temen reconocer que ahora, tras ganar la Supercopa de España y la Copa contra el Real Madrid, van a por LaLiga y la Champions League para culminar una año de ensueño. Mañana (21 h.) llega el Inter a Montjuïc en la primera ‘semi’ desde 2019 y en pos de la primera final desde 2015.
Nada más acabar la final, Ferran Torres lo dejaba claro desde el césped sevillano, cuando recogió el premio al MVP: “Era buena hora para darle una alegría a esta afición y a nosotros mismos. Ahora toca disfrutarlo, pero sin pasarse, que vienen las semifinales de Champions”. El discurso de Eric Garcia iba en la misma dirección. “Como jugador, nunca había vivido algo así, con este ambiente. Pero ojalá podamos celebrar dos títulos más esta temporada. Se lo decía a mis compañeros: ‘No nos olvidemos que el miércoles tenemos un partido importantísimo’. Hay que celebrarlo, porque ganar una final al Madrid es la ostia, pero llegar a una final de Champions aún lo es más”, dijo el defensa.
Seis años después, el Barça regresa a una semifinal de la Liga de Campeones, y lo hace en plena ebullición. Después de conquistar la Supercopa y ahora la Copa, el equipo dirigido por Flick va decidido a por el triplete, con la Liga en el horizonte y la gloria europea a la vuelta de la esquina. De hecho, el propio entrenador azulgrana también insistió en ello a sus jugadores, marcando límites a la hora de celebrar el título del pasado sábado. Algo que los jugadores entendieron y cumplieron.
Raphinha, en el entrenamiento del Barça (28 abril 2025)
El desafío inmediato: el Inter de Milán. El conjunto italiano, lejos de su mejor versión, llega en horas bajas tras encadenar tres derrotas consecutivas –dos en Liga, que le han costado el liderato, y la final de Copa de Italia frente al Milan, que le ha privado de soñar con su propio triplete–. La oportunidad para el Barça es inmejorable, aunque en el vestuario nadie quiere caer en la trampa de la confianza excesiva.
El triunfo en La Cartuja dejó secuelas físicas, pero a nivel anímico el equipo está disparado. Ayer, sin apenas tiempo para celebraciones, los jugadores regresaron a los entrenamientos en el Camp Tito Vilanova. Flick pudo contar con todos los futbolistas disponibles, aunque algunos arrastraban molestias propias de la exigente final ante el Madrid. No hubo milagros en la enfermería: ni Robert Lewandowski ni Alejandro Balde llegarán a tiempo para la ida de semifinales, aunque se espera que como mínimo el lateral pueda reaparecer para la vuelta en el Giuseppe Meazza.
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El equipo volverá a ejercitarse hoy (11 h.), ya en la sesión previa al duelo europeo. A las 13 h., Flick y Lamine Yamal comparecerán ante la prensa para calibrar las sensaciones de un Barça que se siente imparable. La afición, consciente de que el sueño es real, se prepara para teñir el Olímpic de azulgrana igual que en Sevilla, donde la marea culé empujó al equipo hacia su segundo título de la temporada. Ahora, la misión es volver a llevar en volandas a un grupo que huele la gloria y no se conforma: quieren más. El miércoles, primera gran batalla. Y en el vestuario blaugrana, la consigna es clara: sin miedo, sin límites y con el triplete entre ceja y ceja.