Felipe, unos 40 años, gorra bien arremetida en la cabeza, dos rosetones rojos en la cara de tanto trajín, parece que hubiera nacido para esto, que toda su trayectoria como agente de Movilidad le iba a llevar al 28-A. «Vámonos, venga, venga», grita una vez tras otra a los cientos, miles de conductores, que se han quedado atrapados en el Paseo de Extremadura de Madrid cuando los semáforos han dejado de funcionar en el peor blackout que se recuerda en la historia del país.
Felipe corre entre los coches como si fueran los cien metros olímpicos, levanta el brazo continuamente, pita sin cesar para marcar el camino, para llamar la atención, habla con los conductores si hace falta y, si hay que sacar una fotografía a alguno porque no ha hecho caso de sus requerimientos, pumba, foto al canto (y multa seguramente).
El punto más transitado de una calle clave de la capital
Es la una del mediodía y Felipe, agente de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, se ha echado el Paseo de Extremadura a la espalda. Hay más compañeros en la zona, pero él está en el punto crítico, el cruce del paseo con la calle Saavedra Fajardo, donde hay dos isletas para cambiar de dirección. Un cruce de caminos. Un punto altamente sensible. El punto más transitado de una de las calles más transitadas de la capital ya que es la vía de acceso y de salida de la A-5.
Gracias a él las ambulancias y las policías pueden pasar a todo meter. Seguramente, su actuación, junto a la de otros servidores públicos, ha salvado vidas. Quién sabe. Él mientras abre paso, gesticula, grita.
– ¿Y cuántas horas vas a estar?
– Las que haga falta; ya tengo a los niños colocados
«Guti, Guti, el problema lo tenemos en los giros, igual lo que tenemos que hacer es abrir este carril y controlar los giros», le dice por el transistor a uno de sus compañeros. Efectivamente, los grandes problemas se producen por los desaprensivos que, dentro del caos general, cometen imprudencias, tratando de hacer giros que no se pueden hacer, provocando aun más retención.
Sobre ellos pone su ojo de Sauron. Da la sensación de que Felipe tuviera visión 360 grados. A los pocos minutos, como Felipe sugería, se abre un carril del Paseo de Extremadura dirección capital que estaba siendo cortado en su trayecto a Puente de Segovia para desviar a los coches por la M-30. Y así el denso tráfico no colapsa del todo.
«Allí hay un taxi señora»
«Perdone, agente, pero es que mi madre está mal, está mareada», le dice una mujer que, fruto del nerviosismo, se introduce en plena calzada, sin tener en cuenta que le pujeden atropellar. «Tranquila, señora, allí hay un taxi», le dice tras echar un rápido vistazo a trodas las calles a su cargo. «Dígale que le lleve directo al hospital». El taxista ve lo que ocurre y detiene el vehículo rápidamente. Otro éxito más de Felipe, un héroe sin capa, un servidor público, el policía de movilidad, poco proclive a la alabanza.
Su rapidez, su efectividad, su mala leche, podemos decir (buena realmente para dirigir el tráfico en un caos como el de este lunes), ha llamado la atención de varios vecinos, que le observan con admiración. Le graban. «No te va a servir de nada hacerme fotos porque no podrás subirlas a las redes sociales», le suelta a uno en medio del trajín.
No se le escapa nada a Felipe. Alguno vecino le lleva a él y su compañero botellas de agua porque a mediodía aprieta el calor. Y él no para.
– Joder, estás dando una masterclass de movilidad, te mereces un reportaje
– No jodas, macho, con la de gritos que estoy dando
Y Felipe vuelve a darle al pito, con más rapidez que De Burgos Bengoechea cuando pitó el penalty el sábado a favor del Madrid (que luego fue anulado por el VAR). «Vámonos, vámonos, vamónos, que llegamos tarde a casa», grita de nuevo Felipe, el héroe, como tanto agentes de movilidad, que ayudó a que la ciudad no se convirtiera en un caos absoluto, y que a las 22.15 horas, cuando ya era noche cerrada, seguía dándole al pito, con la misma intensidad, con la misma vehemencia.