Qué contagiosa es la felicidad. Ver cómo la gente que se lo merece consigue aquello por lo que tanto ha luchado. Ver a este Barça sobre el verde genera cosas. Y eso es de lo más bonito que te puede pasar viendo un partido de fútbol. Decenas de emociones tienen cabida en los 90 minutos, pero con este equipo solo los positivos tienen lugar. El conjunto de Pere Romeu es disfrutón. Y hace que aquellos que tenemos la suerte de verlo lo hagamos con ellas.
Sobre el verde de Stamford Bridge (1-4) no solo selló el paso a la final de la Champions. Fue una oda a lo que son. A cómo ven el fútbol y hacia dónde quieren llegar. Compren sus billetes. Reserven hoteles y metan sus camisetas azulgranas en la maleta. Otra final de la Champions histórica les espera.
El Chelsea, conocedor de lo improbable de su objetivo, cambió de cara en su estadio. Lejos de su versión anodina del Johan Cruyff hace una semana, el equipo de Bompastor desplegó un equipo mucho más ofensivo. Una presión alta, dura y constante incomodó al conjunto azulgrana, que vio cómo su dominio se iba apagando a medida que el cronómetro iba sumando minutos.
Pero este Barça tiene calma. Sabe esperar y gestionar los momentos de los partidos. No hay precipitación ni nervios. Y el fútbol se impuso. Aitana Bonmatí recogió el balón en su propio campo. Se lo pegó al pie y condujo metros y metros ante la mirada impertérrita de las defensas ‘blues’, que no supusieron ningún obstáculo para la mejor futbolista del mundo. Aitana llegó hasta el área rival y, con un movimiento de cabeza, encontró el hueco por donde iba a pasar el balón. Y vaya si lo hizo. Picado y contundente. Con delicadeza, pero carácter a su vez. Corrió con los brazos extendidos hacia sus compañeras. Se besó el escudo. Estaban en la final de la Champions.
Aitana Bonmatí celebra su gol ante el Chelsea / Dave Shopland / AP
Además de tener paciencia, este equipo es tozudo. Ganador. Le gusta gozarlo, disfrutar sobre el verde, sin mirar el marcador. Da igual la diferencia de goles, aquí no se negocia. No deja de jugar ni por asomo, y las combinaciones entre las futbolistas arrancaron más de alguna exclamación entre el público. Unas gradas que enmudecieron cuando Graham Hansen le dio con la puntera de la bota un balón servido por Ewa Pajor.
Patri Guijarro se sentó de rodillas sobre el verde puños en alto. Mientras Graham Hansen corría a celebrar su diana. Preciosa, como todas las que firma la noruega, con esa magia única. Seguía ampliando la distancia. Esa que las separa del resto de equipos y que hundió al Chelsea mucho antes de intentar respirarle cerca al conjunto azulgrana.

Claudia Pina y Ewa Pajor celebrando con sus compañeras un tanto ante el Chelsea / Dave Shopland / AP
Equipo maduro
Pina terminó de arrollar al Chelsea con otra obra maestra. Recibió el balón en la esquina del área. Lo levantó y este voló. Acarició el aire que superaba, con una parábola preciosa que terminó cuando chocó contra el interior del lateral de la red. Se señalaba el escudo ante las cámaras con media sonrisa.

Claudia Pina celebra su gol ante el Chelsea / Maja Smiejkowska / REUTERS
Y si alguien tenía que cerrar el partido tenía que ser Salma Paralluelo. Una futbolista que ha hecho lo que pocos. Parar y recuperarse para volver a ser ella misma. Su inicio de temporada fue un calvario. Lo luchó mucho para volver a estar sobre el verde. Y en Stamford Bridge empujó el balón para poner el cuarto de las azulgranas. Cerró un capítulo complicado de la mejor manera posible. Ni el tanto del honor de Wieke Kaptein en el añadido pudo fastidiarle la fiesta a un Barça inmenso.
Nada une más que un sentimiento en común. El de reivindicarse, el de callar bocas. Todas las dudas que sobrevolaron sobre el conjunto azulgrana cuando empezó la temporada no son más que un recuerdo desdibujado. El equipo ha crecido, ha madurado y se ha hecho a sí mismo. Se ha blindado, el vestuario ha hecho oídos sordos de todo lo demás y, por quinta vez consecutiva, se plantó en la final de la Champions. Y lo hizo con seguridad y carácter, ante un Chelsea que ni siquiera vio venir la manera en que fue arrollado.
Lisboa las espera. El Barça quiere seguir reinando, condenando a todos los equipos que osen desafiar su dominio incontestable. El 24 de mayo, una nueva final de la Champions para la que esperan rival.