No era el balonmano la especialidad que Marimar Martínez dominase, más allá del gusto por verlo por televisión, «en los partidos importantes de la selección con Urdangarín y Dujshebaev. No había ido nunca a ver uno en un pabellón», ni tampoco realizaba una actividad deportiva de manera continua, pero unas extraescolares del Balonmano Colores en el Cándido Domingo y a las que apuntó a su hija Irati cambiaron todo eso y dieron comienzo a un viaje apasionante para ella. «Como había sido tesorera en la AMPA y siempre estoy muy dispuesta a ayudar me ofrecieron entrar en la junta…».
Ahí, en 2016, nace su vínculo con el club que dirige Miguel Mendo y en el que también ocupa el cargo de vicepresidenta para que esta madrileña, afincada en Zaragoza desde los noventa, ya tenga muy metido el gusanillo de este deporte. «La mayoría de los padres que llegamos al balonmano lo hacemos de esa manera, a través de los hijos, pero yo me he involucrado mucho en el día a día de Colores. He vivido el crecimiento del club en estos años, los éxitos que se han logrado y me siento particularmente orgullosa, también porque se ha trabajado mucho el tema del balonmano y la mujer, apostando, porque no quedaba más remedio a nivel económico, por la parte femenina y sobre todo por la inclusión social y la educación a través de este deporte, algo en lo que Miguel ha insistido mucho», sentencia con orgullo, añadiendo que «existe un fuerte compromiso con la transformación social, generando un importante impacto. Somos referentes en la inclusión social a través del deporte educativo, desarrollando programas en el barrio Oliver, Las Fuentes y en el colegio Santo Domingo, en El Gancho».
«La parte negativa es el poco apoyo que tienen estos deportes digamos minoritarios y más aún si son femeninos. Tenemos a Schär, que ha apoyado muchísimo a todos los niveles, pero hace falta más de la parte institucional, mucho más»
Colores, con 17 equipos y unos 200 niños y niñas, si bien desde cadetes solo hay equipos femeninos, vive en estos días la posibilidad de llegar a la División de Honor Oro tras quedar campeonas de grupo en la Plata, con el Deza cordobés como primer rival en la fase de ascenso (victoria ayer 19-27 y la vuelta en el Siglo XXI el próximo domingo, 12.30). «Estar ahora con posibilidades de subir lo veo importante, sería maravilloso lograrlo, claro está, pero que como club Colores haya crecido tanto y que sea ya una entidad tan reconocible a mí me llena más», asevera, recalcando la dificultad que supone este proyecto, por la vertiente económica, sobre todo, pero también por la búsqueda de entrenadores. «La parte negativa es el poco apoyo que tienen estos deportes digamos minoritarios y más aún si son femeninos. Tenemos a Schär, que ha apoyado muchísimo a todos los niveles, pero hace falta más de la parte institucional, mucho más, porque el que hay no es suficiente y mucho menos si conseguimos subir a Oro».
Marimar lleva nueve años en la junta del Balonmano Colores. / LAURA TRIVES
Esos nueve años en la junta del Colores han hecho que el balonmano suponga ocupar muchas horas diarias, sobre todo los fines de semana, donde «no hay casi otra cosa», a la par que han aumentado mucho su conocimiento de este deporte, por lo que cuando Irati, ahora integrante del equipo de División de Honor Plata, deje de jugar, el vínculo de Marimar no se acabará ahí: «No tiene por qué, desde luego. Además, la junta que estamos ahora trabajamos muy bien y hay una relación de amistad estrecha. Es que también es muy interesado y hasta egoísta que solo lo hagas porque esté jugando tu hija», proclama con convicción después de que este deporte se haya convertido en una parte esencial de su vida.