Papa Francisco: El alboroque del papa

No se sabe si habrá mejor don divino que el de ser capaz de leer el pensamiento de los muertos. O, lo que es lo mismo, el de descifrar sus deseos. Eso es lo que hizo el pío alcalde nada más conocer el fallecimiento del señor Bergoglio en Roma, probablemente conocida la noticia recién salido el munícipe de su tempranamente matutina misa diaria.

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