Es posible que para alcanzar la grandeza en España, tengamos que llegar a la pobreza

Es difícil entrar en la cabeza de Álvaro Pombo (Santander, 1939). Ahí, a toda velocidad, la vida transita a su antojo. La escucha, la imagina. La lucidez con la que ha diseccionado el alma humana le ha vuelto un imprescindible de las letras, de la propia existencia. Pues, en ellas, siempre vitalista, siempre irónico, ha puesto el foco en las necesidades mundanas. Con motivo del premio Cervantes que ha recibido este miércoles, se ha adentrado un poco más en ellas: concretamente, en la fragilidad que tan bien ha delineado en su obra. Pese a los problemas de salud, ha podido acudir a la ceremonia organizada en la Universidad de Alcalá. Su discurso, leído por Mario Crespo, profesor y amigo, ha recreado el cosmos que sólo es posible hallar en su cabeza.

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