La relación de Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, con Aragón, no se ha traducido en ninguna visita oficial como sumo pontífice. Una coyuntura que se extiende al resto del país, que nunca llegó a visitar como máxima autoridad de la Iglesia Católica en los 12 años que ejerció como tal. En cambio, las conexiones de Bergoglio y la comunidad han estado rodeadas de anécdotas durante su extensa vida, que acaba de tocar a su fin. Entre 1970 y 1971, el entonces sacerdote realizó varios meses de ejercicios espirituales en Alcalá de Henares, donde coincidió, entre otros, con el zaragozano Jesús María Alemany.
Y tan solo unos meses después, en los albores de la década de los 70 y en los últimos compases de la dictadura franquista, Bergoglio fue nombrado maestro de novicios. Y, como tal, quiso conocer cómo se desarrollaban los estudios eclesiásticos en la Compañía de Jesús. Una de esas visitas la realizó, precisamente, en Zaragoza, a un piso situado en el número 7 del paseo Sagasta (entonces, Mola), donde pasó un par de días e incluso llegó a oficiar una misa para los novicios, con quienes celebró la Eucaristía.
Se trató de una visita rutinaria, cuando el sumo pontífice tan solo era un sacerdote jesuita más. De hecho, la época en la que se produjo y la relevancia terrenal del personaje en aquel entonces provocan que, a día de hoy, no quede documentación gráfica al respecto. Fue, por tanto, una situación de tantas que se producen en la estructura jerárquica de la Compañía de Jesús. Después, Bergoglio ya no regresó a la capital aragonesa, aunque en la última visita del presidente Azcón y de la alcaldesa Chueca se dejó la puerta abierta a un regreso, ya como autoridad religiosa, que por múltiples factores no ha podido llevarse a cabo.
Además, por cuestiones organizativas de la orden, no coincidió con su amigo Alemany, que en aquel entonces se encontraba en el extranjero. Algo que el jesuita recuerda a este diario, deteniéndose en las circunstancias que no les han permitido mantener una relación a distancia con el paso de los años, pese a la lejanía física. «No he estado en Roma, pero él sí ha estado en Zaragoza. Pasó por aquí tras su estancia en Alcalá de Henares y visitó el pequeño noviciado que había en lo que hoy es el paseo Sagasta. Aunque no pude verle, porque estaba en Alemania», recuerda el zaragozano en este diario.
Un piso que también visitó, poco antes, el general español Pedro Arrupe, máxima autoridad de la Compañía de Jesús en ese momento y que coincidió en varios momentos posteriores con Bergoglio. Y es que, tras aquellas estancias en la España tardofranquista, quien después se convertiría en Francisco I fue nombrado provincial de los jesuitas en su Argentina natal, donde se topó con la dictadura de Videla. Un camino vital y eclesiástico que le llevó a ser el primer papa que la orden ha tenido en su historia y que, en sus inicios, tuvo una breve parada en la capital aragonesa.
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