Helena reconoce que se siente abrumada cada vez que coge el móvil y ve la imagen de alguna catástrofe ambiental como, por ejemplo, los devastadores incendios de Los Ángeles o las inundaciones de la Comunidad Valenciana. «Durante mucho tiempo, este tipo de imágenes me dejaban completamente bloqueada y con una gran sensación de tristeza en el cuerpo. La situación me sigue angustiando, pero ahora intento canalizar esta preocupación hacia algo más constructivo y que me permita crear un mundo un poco mejor. Quiero creer que la esperanza es lo último que se pierde», explica esta treintañera, que recientemente se ha adherido a varias iniciativas ecologistas en Barcelona. Su historia no es una excepción. Según apunta el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre «emociones climáticas», el sentimiento de esperanza es uno de los principales motores de cambio frente a la crisis climática. Este sentir, de hecho, se relaciona de forma directa con un mayor apoyo a las medidas para hacer frente a este fenómeno.
El trabajo, liderado por un equipo internacional de investigadores, recoge la opinión de más de 30.000 ciudadanos de 30 países sobre cómo se sienten respecto a la crisis climática. Para ello, los investigadores exploraron la prevalencia de las cinco principales emociones climáticas (miedo, esperanza, ira, tristeza y preocupación) entre distintas poblaciones. El análisis de estos datos mostró que las emociones más comunes al hablar de cambio climático son la preocupación, la tristeza, el miedo y el enojo. En España, Italia y Grecia, por ejemplo, la ciudadanía habla de este problema mostrando los niveles más altos de tristeza y rabia de toda Europa. En Brasil, lo que más se observa es el miedo. Pero en países como Nigeria, Kenia, India e Indonesia, la gente intercala la preocupación sobre el impacto de los desastres climáticos con un mensaje de esperanza.
El estudio no solo se centra en mapear la prevalencia de las emociones climáticas en distintos países del mundo sino que, además, también analiza cómo cada uno de estos sentimientos se relaciona con el apoyo a medidas frente a la crisis climática. El análisis señala que tanto la esperanza como la preocupación son las dos emociones más asociadas al apoyo de políticas climáticas. Según señala este trabajo, quienes mantienen esta actitud no solo se muestran más propensos a apoyar medidas como la reforestación de ecosistemas dañados sino que, además, también se muestran más proclives a participar en este tipo de iniciativas. Por el contrario, los registros muestran que las personas más ancladas en la rabia o el miedo se muestran más reacias ante ciertas soluciones climáticas. Este fenómeno también ha sido definido como un «cuadro de bloqueo» que, como en el caso de Helena, impide a mucha gente preocupada por la situación tomar acciones reales.
Conversaciones constructivas contra el bloqueo
Cada vez son más las voces dentro del ecologismo que piden entender y abordar las emociones que nos despierta la situación actual. «La crisis climática es enorme y cuando pensamos en ella nos provoca un malestar complejo, que va desde la pereza hasta el miedo y la ira. Identificar lo que nos provoca y enfrentarlo es la diferencia entre pasar del tema, bloquearse o involucrarse«, explica Mario Juárez, uno de conductores del podcast ‘Ecoinsomnes’, uno de los grandes proyectos divulgativos que ha surgido en los últimos años para abordar la amalgama de sentimientos que genera hablar de crisis climática. Su lema es justamente este. Huir del «agobio climático» que nos genera estar ante «un mundo en llamas» y focalizar toda esta energía en conversaciones constructivas y, sobre todo, acciones concretas.
«Estamos en un momento crítico. Por eso mismo es más importante que nunca sacar la cabeza de la polarización y la desesperanza y meter toda esa energía en tejer vínculos, organizarnos y activarnos de la forma que sea«, afirma el también ecoinsomne, Pablo Izquierdo. En esta misma línea también se posicionan activistas como Francisco Vera Manzanares, gran defensor de la «ecoesperanza», quien pide «aprovechar la indignación, la tristeza y la rabia que nos genera la situación actual y reconvertirla en fuerza para reclamar más acciones». «Quedarse anclados en la rabia, el dolor o la tristeza no sirve de nada ahora mismo. Necesitamos ir un paso más allá y luchar para construir un futuro mejor para todos«, afirmaba el joven activista colombiano en una entrevista con El Periódico.
Medidas climáticas transformadoras
Todas las encuestas de opinión realizadas hasta la fecha muestran que los españoles reconocen el impacto de la crisis climática en su vida y se preocupan por ello. Según apunta un estudio sobre la percepción de la sociedad española ante el cambio climático, liderado por el Ministerio para la Transición Ecológica y cuyos resultados se publicaron en 2021, el abanico de emociones que despierta el cambio climático en los españoles va desde el interés (88,5 %) hasta la impotencia (72,9%), el disgusto (72,5 %), la indignación (69,6 %) y el enfado (61,6 %), el miedo (46,5 %) y la esperanza (43,8 %). Pero pese a esta diversidad de emociones, también se observa que «un respaldo mayoritario a la adopción de nuevas medidas para frenar el cambio climático» en España. En esta misma línea, según apunta una reciente encuesta europea liderada por el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el 95% de los españoles considera importante que su país se adapte al cambio climático y más del 66% declara que las políticas climáticas deberían ser una prioridad.
Entre las medidas más apoyadas por los españoles para hacer frente a la crisis climática, tal como recoge el informe del Ministerio, destaca subvencionar la mejora del aislamiento en las viviendas (88,9 %), limitar el consumo de alimentos procedentes de fuera si existen alternativas locales (88,5 %), crear zonas de bajas emisiones en los centros urbanos (88,3 %), restringir los modelos de automóviles que más contaminan (83,5 %), prohibir la comercialización de productos que tengan una vida útil «injustificadamente baja» (80,6 %), cargar con más impuestos los productos que generan más emisiones (80%) y fomentar las energías renovables (78,6%). El apoyo a este tipo de medidas se observa de forma transversal en la sociedad pero, según apunta una reciente encuesta de la Fundación BBVA, entre los más concienciados con la causa destacan las mujeres y los más jóvenes. Ellos son el verdadero motor de la esperanza climática.
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