Plaza 9 de octubre. Junto al centro de salud de Doctor Sapena. Muy cerca de los centros comerciales de moda. Una zona bastante tranquila en cuanto a tráfico. Un parque amplio, generoso, que podría decirse que tiene usuarios según horarios. Por la mañana, las personas mayores buscan los rayos del sol en invierno. Por las tardes, se llena de madres y padres con niños y niñas jugando. Por las noches. «¡Ay, por las noches!», dice un usuario.
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Ha sido, de años, conocido, como el parque de los yonquis. «Y sigue siéndolo. El olor a hachís empieza desde primera hora de la mañana», lamenta Silvia Torres, una vecina con casi un cuarto de siglo en el barrio, que asegura que «por las noches sigue el trapicheo a tope. Hace unos años una niña encontró una bellota de chocolate en el agujero del tobogán. Y también tenemos botellones y orines humanos en los rincones».

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Las aguas de las mascotas también son evidentes en esquinas y mobiliario. «Acaban de pintar las bases de las farolas para evitar su deterioro por los orines animales», expone Carlos Santeli, usuario junto a María Bibiana García y Javier Carrasco de los aparatos para ejercitarse. «Aquí falta una instalación desde hace un año. Se rompió y ya no la han vuelto a poner», señala Carrasco. Para ellos, lo peor son «los excrementos de mascotas. Deberían analizar el ADN y multar como es debido. Incluso ponerles un impuesto», apunta García.

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Estos tres gimnastas acuden a diario y «agradecemos que se nos haya escuchado. Han pintado las gradas, que estaban llenas de grafitis. El parque parece otra cosa. Pero es verdad que son muchos remiendos y que hay un problema por las noches», coinciden en remarcar. «De vez en cuando te asomas al balcón y ves los Sanfermines, los presuntos delincuentes corriendo delante de la Policía», expone Carrasco, que vive en la misma plaza. Como Ángeles Olaya, que lleva 17 años en la zona y cree que el parque «da pena. Le lavan la cara, cambian bancos, por ejemplo, pero, ¿qué pasa con las mesas de merendero? Están todas sucias y asquerosas. No sé cómo se pueden sentar ahí las familias a merendar. Y no recogen las hojas desde hace meses. Las amontonan en las jardineras». Olaya asegura que «no tengo nada en contra del alcalde, pero debe fijarse también en los barrios, no sólo tener perfecto el centro. Nosotros también somos personas».
El parque tiene como tres partes bien diferenciadas. La de gimnasia y mesas de obra, la pista de fútbol («donde hacen un ruido infernal porque golpean contra las vallas metálicas», indica Carrasco) y la zona de juegos infantiles y amplias jardineras donde, por cierto, se concentra el mayor número de excrementos de mascotas. En esta tercera área se pueden ver cuantiosos desperfectos. Hay un agujero en la parte final del tobogán que ciertamente da miedo. El desgaste en columpios también es evidente. Y, sobre todo, en el suelo de goma, que el sol ha castigado tanto que se levanta por demasiadas zonas haciéndolo peligroso. También hay demasiados desechos de palomas. Algunos sobre los propios juegos de los niños.
En resumen, como dirían los vecinos: «Mucho por hacer». En limpieza, infraestructuras y seguridad. «¿Por qué no viene la secreta?», se preguntan.