No puede decirse que Timothée Chalamet tenga un gran parecido físico a Bob Dylan. Y Dylan obviamente no se parece en nada al emperador Paul Atreides, protagonista de la saga ‘Dune’, ni al aspirante a chocolatero que da título a ‘Wonka’ (2023). Y que eso sea así a pesar de que Chalamet luce prácticamente el mismo aspecto en todos los papeles que interpreta deja en evidencia su extraordinaria capacidad camaleónica. El actor lleva a cabo un trabajo asombroso encarnando al joven Dylan en el que no es sino el primer biopic autorizado -más o menos- sobre quien seguramente es el músico más icónico del siglo XX. ‘A Complete Unknown’ repasa buena parte de su ingente repertorio de canciones, empezando por ‘Song For Woody’ y acabando con ‘Like a Rolling Stone’, dejando que Chalamet aporte su propia voz para ofrecer una versión extremadamente creíble del sonido original -eso no significa, ojo, que escucharla sea mejor opción que reproducir el álbum ‘The Times They Are a-Changin’ (1964) en un tocadiscos-; y el intérprete exhibe un trabajo aún más impresionante cuando encarna al músico lejos de los micrófonos, ejecutando la mejor personificación posible sin caer en la caricatura.
“Me preparé para el papel por osmosis, metiéndome en la piel de Bob día y noche durante cinco años y medio”, ha explicado hoy el actor en la Berlinale, donde la película se presenta fuera de competición. “Él se convirtió en mi estrella guía, como hombre y como artista, y me ha guiado hasta hoy”. Es una pena que nada de lo que la película ofrece además de su trabajo esté a su altura.
Un completo desconocido
Su director, James Mangold, debe de haberlas pasado canutas para hacer una película sobre un sujeto acerca de quien, es evidente al verla, no tiene verdadera curiosidad. En ese sentido puede decirse que su título, ‘A Complete Unknown’ -un completo desconocido en castellano-, no solo es una referencia a uno de los más famosos versos jamás escritos por el cantante; también, visto lo visto, es una excusa. Vaya por delante que sería una insensatez esperar de una película que simplificara a Dylan, o que diera explicaciones fáciles a todos los misterios encarnados por un artista que ha creado numerosos ‘alter ego’ y pasado por otras tantas fases creativas, y que por tanto es imposible de definir.
Y se agradece que ‘A Complete Unknown’ no pretenda hacerlo, especialmente teniendo en cuenta que Mangold es culpable de perfeccionar y canonizar muchos de los clichés que componen la fórmula del biopic musical a través de su oscarizado retrato de Johnny Cash, ‘En la cuerda floja’ (2005). En cambio, y como ya hizo el director Todd Haynes en ‘I’m Not There’ (2007), la nueva película prefiere celebrar el enigma Dylan que tratar de explicarlo; pero si la solución que Haynes encontró para ello fue hacer a Dylan inabarcable, la de Mangold es convertirlo en alguien muy pequeño.
Una ilustración superficial
La película acompaña al artista inicialmente conocido como Robert Zimmerman desde su llegada a Nueva York en 1961 con una guitarra acústica a la espalda hasta el momento en el que, tras ascender con rapidez al estrellato, es acusado por sus propios fans de ser un traidor cuando abandonó la música folk, socialmente relevante, en pro de la guitarra eléctrica. Y, mientras lo hace, todo cuanto es capaz de ofrecer a cambio de explicaciones es pura veneración.
Mangold convierte a Dylan en un mero recipiente de su propio genio, y usa la mayor parte de la película para observarlo mientras transita de un momento de inspiración divina al siguiente. Entretanto, traza una ilustración meramente superficial del artista, e insiste en intercalarla con planos interminables y cada vez más risibles de gente que lo observa actuar boquiabierta ante el milagro, como si no confiara en la capacidad de Chalamet para transmitir el poder revelador del artista al que interpreta.
Según ‘A Complete Unknown’, Dylan nunca necesitó aprender nada, al menos como artista, porque siempre tuvo la razón acerca de la música, y eso justifica por completo que, demasiado a menudo, el tipo fuera petulante e irritante y, francamente, un cretino. ¿Cómo no serlo si todos los que te rodean son seres inferiores, o personas que insisten en decirte quién quieren que seas?, se pregunta Mangold. Quien prefiera una visión más completa y matizada del incomparable trovador -tal vez una que explore sus convicciones políticas, su rabia, o su ingenio-, seguramente debería acudir a alguno de los incontables documentales y libros que ahondan en el impacto de Dylan en el ‘zeitgeist’ de los años 60 en lugar de contentarse con esta película superflua y tediosa.