Puede que usted perciba a Fernando Botero (Medellín, 1932-Montecarlo, 2023) como un artista confortable, incluso decorativo. Hacia esa idea reman la máxima del pintor y escultor colombiano de que «el arte tiene que resaltar los aspectos positivos de la vida, y ennoblecer al hombre, no rebajarlo»; su estilo hiperdefinido, una marca en toda regla caracterizada por la rotundidad; y la proliferación de grandes esculturas suyas en espacios públicos de ciudades de medio mundo.
Es muy posible que la exposición ‘Fernando Botero. Un maestro universal’, en el Palau Martorell de Barcelona hasta el 20 de julio, cambie o al menos matice esa percepción, si la tiene. De entrada, es un puñetazo en el estómago el apartado de la muestra dedicado a la violencia en sus múltiples formas en Colombia y en Abu Ghraib, la cárcel de Irak donde soldados, agentes secretos y contratistas militares estadounidenses torturaron a prisioneros durante la ocupación del país liderada por George W. Bush.
‘Fernando Botero. Un maestro universal’ es la mayor exposición dedicada al artista en España y la primera de envergadura que acoge Barcelona. Y eso que la ciudad condal fue su puerta de entrada a Europa en 1952 y donde vio por primera vez un cuadro de Picasso, artista que le marcó de por vida debido a su «amor por la pintura y la exploración», dijo Cristina Carrillo de Albornoz, cocomisaria de la muestra, en la presentación de esta, este jueves. La otra cocomisaria es Lina Botero, hija del creador. El mismo año Botero se trasladó a Madrid, donde se dio cuenta de que aprendía más copiando cuadros de Velázquez, Goya o Tiziano en el Museo del Prado que estudianto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El análisis de la pintura italiana del renacimiento en Florencia y el descubrimiento de la monumentalidad en México acabarían de configurar el inconfundible ‘boterismo’.
Prepotencia y crueldad
La muestra reúne más de 110 piezas divididas en 10 secciones que recorren tanto los temas principales de Botero como la diversidad de técnicas pictóricas que empleó, sin olvidar su faceta escultórica. Los temas son las versiones («tenía reverencia por los grandes maestros y los homenajeaba con orgullo», señaló Juan Carlos Botero, hijo del artista), las naturalezas muertas, la religión (ahí está el surrealismo corrosivo de ‘Baño del Vaticano’), el circo, la citada violencia y América Latina («sus recuerdos de la Colombia provinciana de los años 30 y 40 conformaron el núcleo de su obra», observó Lina Botero). Los óleos de este capítulo transmiten simpatía por las clases populares y la prepotencia y hasta crueldad de los dirigentes.
Pinturas al óleo al margen, las técnicas pictóricas que investiga la exposición son el dibujo, el pastel y la acuarela. Sobre la escultura, asimismo con sección, expuso Botero: «Mi pasión extrema por la forma me ha llevado a la necesidad de convertir los temas de mi pintura en auténticos volúmenes tridimensionales y téctiles». Carrillo de Albornoz subrayó la «maestría» que el artista alcanzó en todos estos campos.
Piezas inéditas
La retrospectiva incluyes piezas hasta ahora inéditas, entre las que destacan dos. Se trata de ‘La Menina, según Velázquez’, obra que siempre estuvo colgada en el estudio de Botero en París, y ‘Homenaje a Mantegna’, préstamo de una colección privada estadounidense que Lina Botero localizó recientemente a través de Christie’s.
El Palau Martorell comenzó su andadura como centro dedicado al arte en diciembre de 2022 con una exposición de Sorolla. José Félix Bentz, CEO de la institución, consideró que la muestra de Botero significa la «consolidación» del Palau Martorell en el panorama artístico barcelonés.