Nayib Bukele ha querido corresponder por duplicado su lealtad y admiración a Donald Trump. De un lado, aceptó reeditar el acuerdo firmado durante el primer mandato del multimillonario, cuando la Casa Blanca decidió que El Salvador, Honduras y Guatemala se conviertan en «terceros países seguros» para recibir las caravanas de migrantes desesperados que intentaban sin suerte cruzar el Río Bravo.
Además, puso a disposición de Washington la mega cárcel donde cumplen sus penas las pandillas que solían asolar a ese país. Ahí se alojarían los indocumentados que hayan cometido crímenes graves y también estadounidenses que se encuentran bajo custodia en su país. «Nadie ha hecho jamás una oferta de amistad como esta», dijo el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, cuando escuchó la buena nueva del propio Bukele, durante su gira centroamericana. La disponibilidad del «amigo increíble», añadió, «no tiene precedentes en América Latina». El Salvador se convierte de esta manera en un dispositivo primordial de la política de expulsiones masivas que impulsa Trump en medio de olas de racismos y discriminación internas.
Desde que rige el estado de excepción de 2022 unas 83.000 personas han sido arrestadas en El Salvador, parte de ellas en medio de acciones que provocan estupor de los organismos defensores de derechos humanos. La agenda represiva de Bukele necesitaba de un emblema arquitectónico y se construyó. Se encuentra a 75 kilómetros de la capital salvadoreña, en Tecoluca, y es el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), inaugurado en 2023. Se trata de la prisión más grande de América Latina. Puede albergar 40.000 reclusos y, por el momento, purgan sus penas unos 20.000 miembros de los grupos delictivos MS-13 y del Barrio 18, lo que convierte a El Salvador es el país con mayor tasa de encarcelamiento del mundo, con 1.659 personas presas por cada 100.000 habitantes. La presencia en esas prisiones de unas 3000 personas carece de justificación, de acuerdo con denuncias de grupos humanitarios. La capacidad instalada ociosa del Cecot es equivalente a casi el 60% de los inmigrantes que Trump se propone enviar a la base naval en Guantánamo. Bukele la ofrece a Washington como si prestara un servicio político y económico: quiere fijar una tarifa «relativamente baja» para EE.UU, pero «significativa» para El Salvador.
Desde la vuelta al poder de Trump, cientos de salvadoreños han sido devueltos a su país. El portal ´El Faro`, la gran piedra en el zapato de Bukele, se ha preguntado si el país está preparado para recibir un mayor flujo de deportaciones de salvadoreños indocumentados que son detenidos en territorio estadounidense y otros solicitantes de asilo. Estados Unidos recibió en 2024 un total de 3,1 millones pedidos de asilo de los cuales 115.460 han sido salvadoreños. «Los más pesimistas dicen que no hay condiciones sociales ni económicas para absorber a más población, entre otras razones, porque la pobreza ha aumentado, de 22.8 % en 2019, a 27.2 % en 2023«.