El flamante presidente estadounidense Donald Trump, fiel a su estilo histriónico, profundizó este jueves en la expulsión forzosa de dos millones de palestinos de la Franja de Gaza. Un plan con ínfulas inmobilarias para convertir el enclave, a orillas del mediterráneo, en un trasunto de la «Riviera» francesa, un lugar idílico -dijo- que «merecería una posición de propiedad a largo plazo». Su idea, basada en el argumento del «sitio de demolición» al que Israel ha condenado Gaza, ha suscitado la rápida condena de la comunidad internacional y ha sorprendido incluso a sus propios correligionarios republicanos y a los funcionarios del Departamento de Estado.

Israel aseguró este jueves trabajar ya en el diseño de la deportación masiva por tierra, mar y aire de un enclave reducido a escombros tras 15 meses de guerra, con cerca de 50.000 muertos y decenas de miles de heridos. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, a quien durante meses se le interrogó y criticó la ausencia de una estrategia para el día después en Gaza, se jactó de haberlo hallado gracias a la mediación de Trump. «Constantemente nos hablaban de “el día después”, así que aquí viene Trump con una idea totalmente nueva y diferente», deslizó.

Un órdago para comenzar a negociar

Pero el plan ha concitado la repulsa del mundo, empezando por China, la potencia que le disputa a Estados Unidos la hegemonía mundial. Su ejecución resulta irrealizable y su éxito realmente incierto. «Por ahora es una narrativa. Lo que Trump está haciendo es sacar a la luz una posición de negociación, creando una protesta a nivel mundial», apunta a El Independiente Andreas Krieg, profesor titular de la Escuela de Estudios de Seguridad del King’s College de Londres. «Su idea es tratar de reunir a todos en torno a la búsqueda de una solución para la gobernanza en Gaza. Es casi una posición de negociación amenazante que él pone ahí para dirigirse a los estados del Golfo, para ser más constructivo cuando se trata de ofrecer dinero para la reconstrucción en Gaza, pero también para resolver el tema de su gobernanza».

Casi nadie ha secundado su presunto plan para firmar una segunda Nakba (Catástrofe, en árabe), como la que los palestinos padecieron en 1948 con la creación de Israel. Jordania y Egipto, los países árabes vecinos con décadas de relaciones con Israel, ya han rechazado la idea. El Cairo reconoce haber iniciado una campaña diplomática para hacer fracasar cualquier intento de vaciar la Franja amenazando incluso con que cualquier plan en esa línea pondría en peligro el acuerdo de paz sellado con Tel Aviv. El ministerio de Exteriores de Egipto advirtió este jueves que no formará parte de ninguna propuesta que desplace a los palestinos de Gaza. En términos similares se han pronunciado países como Arabia Saudí o Qatar, con los que Trump y su círculo más inmediato tienen estrechas relaciones comerciales. El Reino Unido, su socio más leal, rechazó categóricamente cualquier acción que suponga «un desplazamiento forzoso de la población palestina».

«No creo que haya ningún plan político detrás. Ninguna estrategia ni que la administración estadounidense lo haya pensado bien. Hay un montón de obstáculos. La cuestión es principalmente que los palestinos no abandonarán el territorio y, ciertamente, logísticamente, un millón y medio de personas no pueden ser trasladadas fácilmente a Egipto, y mucho menos a Jordania. No debe ser tomado en serio», asevera Krieg. Para Joost Hiltermann, director del programa de Oriente Próximo y Norte de África del International Crisis Group, el plan «no puede funcionar porque requeriría fuerza militar, y Egipto no permitirá que entren en el país palestinos en grandes cantidades».

La probada resistencia palestina

Para Muhannad Ayyash, profesor de Sociología de la universidad canadiense de Mount Royal, «Estados Unidos e Israel ciertamente tienen la capacidad militar, el poder económico y la fuerza política para expulsar a un gran número de palestinos de la Franja». «El hecho de que no pueda suceder rápidamente no debería ser una razón para descartar el compromiso de Israel y Estados Unidos con este plan. Debemos tomar en serio esta grave violación del derecho internacional, los derechos humanos y cualquier atisbo de decencia que quede en la humanidad», opina.

A su juicio, «la colonización de grandes partes de Gaza y la expulsión de los palestinos fue el objetivo del gobierno israelí desde el principio». «Ahora que Israel ha destruido por completo Gaza con la ayuda de Estados Unidos, este país e Israel intentarán bloquear la reconstrucción completa de Gaza, haciéndola inhabitable y, por lo tanto, obligando lentamente a los palestinos a abandonarla», apunta. «Por supuesto, el principal obstáculo que se interpone en el camino de este diabólico plan es la resistencia palestina, que será fuerte. Además, la gente de la región no aceptará tan fácilmente la expulsión forzosa de millones de palestinos. Como resultado de esta resistencia, dudo que Trump consiga su deseo, pero para que eso sea el futuro, toda la comunidad internacional debe hacer frente a Israel y a EE.UU., forzarles la mano y comenzar en serio la reconstrucción completa de Gaza».

A la resiliencia probada de los palestinos, que permanecen en su territorio cerca de ocho décadas después de la creación de Israel y la expansión continua de sus fronteras y los asentamientos ilegales en Cisjordania, se suma la negativa regional a cualquier aventura que trate de diluir la existencia del Estado Palestino. «Los saudíes entienden cómo funciona Trump. Saben que tienen muchas vías para llegar a él, y también están bastante dispuestos a entablar negociaciones. Tienen bastante confianza en comprender su poder y la influencia que tienen sobre él y saben que no son un estado vasallo. No están simplemente aceptando un dictado de Trump. Creo que se mantendrán firmes en sus posiciones, dispuestos a negociar aquí y allá, pero por principio se mantienen las líneas rojas», subraya Krieg.

A pesar de que no existen detalles del plan y que el analista duda de la mera existencia de algo más que una bravuconada, cualquier ejercicio de implementar algo similar «desestabilizaría la región». «Podría romper la relación que Estados Unidos con Egipto y Jordania, algo que, de nuevo, Estados Unidos no puede permitirse. Desestabilizaría la relación de Estados Unidos con el Golfo, de nuevo, algo que Estados Unidos no puede permitirse. Si lo miras, no es realmente un plan viable. Estados Unidos sufriría mucho y tiene más que perder que ganar con la implementación de esto. No me lo tomo en serio, y creo que la mayoría de los socios de la región tampoco se lo toman en serio en este momento, aunque están preocupados por lo que pueda pasar, pero también están bastante dispuestos a utilizarlo como punto de partida para hacer retroceder a Trump y llegar a algún acuerdo negociado con él», añade.

Cortina de humo

James Gelvin, profesor de Historia Moderna de Oriente Próximo de la Universidad de California, tilda la idea trumpista de «ignorante, ilegal e inmoral». «Nunca se llevará a cabo. Nunca debería haberse propuesto. El plan de Trump comienza con la entrega de Gaza por parte de Israel a la ‘propiedad’ estadounidense, como si Gaza fuera un territorio que Israel tuviera derecho a entregar a cualquiera. Estados Unidos enviaría entonces tropas para supervisar la salida (¿expulsión?) de los palestinos a algún otro territorio aún no revelado. Esto no solo viola el derecho internacional (la Convención de La Haya prohíbe la limpieza étnica de poblaciones y la adquisición de territorio por la fuerza), sino que es poco probable que Estados Unidos despliegue fuerzas terrestres en cualquier lugar de Oriente Medio después de sus desventuras en Irak y Afganistán, sobre todo porque Israel fracasó estrepitosamente en su intento de destruir a Hamás, que se resistirá a los estadounidenses como se resistió a los israelíes», arguye.

«Trump, al parecer, no transmitió su plan al Departamento de Defensa, y mucho menos a los abogados del Departamento de Estado. Trump espera que la población palestina salga de Gaza de forma voluntaria, como si la experiencia de 1948 no hubiera convencido a los palestinos de que el exilio ‘voluntario’ y ‘temporal’ no es ni voluntario ni temporal. ¿Y adónde irían? Trump sugiere Egipto y Jordania. Egipto y Jordania ya han rechazado acoger a una población de refugiados pobres, en su mayoría jóvenes y (con razón) resentidos», comenta Gelvin.

«Benjamin Netanyahu y algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos elogiaron a Trump por ‘pensar de forma innovadora’ y proponer un plan verdaderamente innovador. El plan es realmente innovador: va en contra de la historia. Cuando los británicos prometieron a los primeros nacionalistas judíos territorio en Uganda en lugar de en Palestina, los nacionalistas se negaron, alegando su conexión histórica con Palestina. ¿No tienen los palestinos una conexión histórica con Gaza? A los israelíes les gusta argumentar que los palestinos son simplemente árabes, y que los árabes ya tienen 22 estados a los que pueden ir los palestinos. Pero en 1993 Israel reconoció a los palestinos como una nación distinta, y las naciones tienen una conexión reconocida con un territorio. Parte del territorio palestino es Gaza», recuerda este profesor estadounidense.

«Centrarse en el ridículo plan de Trump desvía la atención del hecho de que fueron los israelíes los que tuvieron la responsabilidad de crear lo que Trump llama un ‘sitio de demolición’ en Gaza. También desvía la atención de dos objetivos esenciales, uno a corto plazo y otro a largo plazo. El objetivo a corto plazo es pasar a la siguiente etapa del alto el fuego entre Israel y Hamás: el establecimiento de una ‘calma sostenible’, es decir, un alto el fuego permanente. El objetivo a largo plazo es la implementación de una solución de dos estados, la única forma de resolver el conflicto entre Israel y Palestina. Para que eso suceda, Estados Unidos debe abandonar sus fantasías y unirse a la comunidad internacional para condenar las acciones israelíes en Gaza y obligar a Israel a negociar con los palestinos de buena fe. Desafortunadamente, es poco probable que eso suceda en el futuro inmediato», concluye.

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