El interior de un edificio bombardeado no suele ser como lo muestran en las películas de acción, donde se adivina fácilmente qué había en cada estancia, y los protagonistas pueden caminar por el suelo sin problema. El interior de un edificio bombardeado en la vida –y en la guerra– real se reduce a escombros humeantes, desordenados e inestables que se agolpan por todas partes y pueden colapsar en cualquier momento.

Los cascotes –polvorientos y de distintos tamaños– bloquean las entradas y las ventanas, y para acceder al interior hay que escalar por ellos y aprovechar las rendijas que han quedado entre los bloques más grandes. Una vez dentro, sólo queda oscuridad y un intenso olor a quemado que marea.

Y eso es a lo que ha quedado reducido el ayuntamiento de Izium después de que el Kremlin lo bombardeara con un misil Iskander el pasado martes: sólo oscuridad y olor a muerte. El brutal ataque, perpetrado cerca del mediodía, dejó cinco muertos y más de cincuenta heridos. Todos eran civiles, no había ningún objetivo militar cerca, y entre los cuerpos que hubo que meter en bolsas de plástico negras había dos hermanas de 18 y 19 años. Una de ellas, embarazada.

La destrucción que causó el misil Iskander se podía ver más allá de los edificios y de los vidrios rotos. El impacto golpeó directamente en el pecho de los residentes de Izium, que volvieron a ver a sus vecinos metidos en bolsas de plástico, y que reabrió las heridas de una de las ciudades ucranianas más castigadas por Rusia al comienzo de la invasión a gran escala.

En esta ciudad situada en la provincia de Járkiv –muy cerca del límite con el Dombás– se escribió uno de los capítulos más negros de la guerra de Ucrania durante los primeros meses de invasión. Izium estuvo ocupada por las tropas rusas entre marzo y septiembre de 2022, y fue después de su liberación cuando salieron a la luz las atrocidades que sucedieron allí.

Valentina y su perra Mila, especializada en encontrar cadáveres entre los escombros, trabajan en las inmediaciones del Ayuntamiento de Izyum, bombardeado por Rusia con un misil balístico.


Valentina y su perra Mila, especializada en encontrar cadáveres entre los escombros, trabajan en las inmediaciones del Ayuntamiento de Izyum, bombardeado por Rusia con un misil balístico.

María Senovilla

El Español

Torturas en el siglo XXI

El Ejército ucraniano logró liberar Izium 11 de septiembre de 2022, y la estampa que se encontraron fue desoladora: la mayor parte de los edificios estaban bombardeados y calcinados –incluido el ayuntamiento de la ciudad–, y las zonas ajardinadas estaban minadas en muchos casos.

Los habitantes que resistieron la ocupación rusa caminaban como fantasmas por las calles durante los primeros días, observando perplejos la inmensa destrucción que había a su alrededor. Muchos de ellos apenas habían salido a la calle durante los meses en los que los soldados de Putin controlaba la ciudad. El porqué conmocionó a medio mundo: las tropas rusas habían habilitado cámaras de tortura y realizaban interrogatorios en ellas.

Los detalles de las torturas que los ocupantes rusos infringían durante estos interrogatorios –que incluían electroshocks, violaciones y mutilaciones, y que muchas veces acababan en muerte– eran de un sadismo más propio de la Edad Media que del siglo XXI. Y los motivos para ser prendido y llevado a una de esas cámaras de tortura iban desde hablar en ucraniano, hasta ser acusado por algún vecino de colaborar con el Ejército de Zelenski. No era necesaria prueba alguna.

Así que, a la destrucción física de la ciudad, se sumó la destrucción psicológica de sus habitantes que vivían paralizados por el miedo y sin salir a la calle más que lo imprescindible para conseguir comida. Y a veces ni eso.

La prueba final de aquellos meses de terror, torturas y muerte salió a la luz a mediados de ese mismo mes de septiembre, unos días después de que liberaran la ciudad, momento en el que se hallaron varias fosas comunes excavadas a pocos kilómetros del cementerio de Izium.

Cuando los técnicos forenses –que acudieron desde Járkiv capital en autobuses– comenzaron a sacar los cuerpos, el olor a muerte lo envolvió todo. Era un olor parecido al que emana de entre los escombros de los edificios bombardeados, pero multiplicado por cien. De allí sacaron casi 500 cuerpos, muchos de ellos tenían signos de tortura que se veían sin necesidad de un análisis forense: personas maniatadas, otras a las que les habían cortado dedos o manos, incluso cadáveres con disparos a bocajarro en la cabeza.

Vecinos de Izyum intentan limpiar los cristales y los restos de escombros de las inmediaciones del Ayuntamiento de Izyum, después de que Rusia lo bombardeara con un misil balístico.


Vecinos de Izyum intentan limpiar los cristales y los restos de escombros de las inmediaciones del Ayuntamiento de Izyum, después de que Rusia lo bombardeara con un misil balístico.

María Senovilla

El Español

Viejos fantasmas

Tras recorrer las calles de Izium aquel septiembre de 2022, y asistir a la apertura de aquellas fosas comunes, había que ser muy optimista para creer que la ciudad podía reconstruirse. Al menos mientras continuara la guerra, y con el frente de combate tan cerca de allí.

Sin embargo, casi tres años después, muchos de aquellos edificios se han vuelto a levantar. Han abierto tiendas y cafeterías nuevas, y parte de los ucranianos que habían huido durante el asedio han regresado a sus hogares. El edificio del ayuntamiento era, precisamente, uno de los que se habían reconstruido completamente, y estaba a punto de ser inaugurado en las próximas semanas.

“Lo único bueno es que como no estaba terminado, aún no había gente trabajando en los despachos del ayuntamiento”, explica Valery Marchenko, alcalde de Izium, en declaraciones para EL ESPALÑOL. “Sin embargo, en el edificio contiguo, donde están los funcionarios de la seguridad social y de otras instituciones gubernamentales, había más de 100 personas en el momento del ataque”, se lamenta.

En el edificio al que hace referencia el alcalde, la onda expansiva del misil balístico ruso reventó todos los cristales de las ventanas de una de las fachadas, hiriendo con laceraciones a varias decenas de trabajadores y civiles que hacían gestiones. Al entrar en sus despachos, varias horas después del bombardeo, aún se podían ver copiosos restos de sangre en el suelo, en las mesas y por las escaleras.

Marchenko reconocía también que los residentes “habían afrontado muy mal este duro ataque”, porque reabría las heridas de la ciudad, después de todo lo que habían pasado durante el asedio y la ocupación rusa, y despertaba viejos fantasmas.

“Lamentablemente la ciudad de Izium sigue siendo bombardeada con frecuencia”, subrayaba el alcalde, haciendo alusión al repunte de ataques que se están viviendo en Ucrania desde hace meses, donde la población civil y sus infraestructuras se han convertido en un claro objetivo para las fuerzas rusas sin que ningún organismo internacional denuncie de manera contundente esta sucesión de crímenes de guerra perpetrados por Putin en Europa.

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