Daniel Ibáñez aún se sorprende cuando, como un ‘padrenuestro’, del tirón, repasa su extensísimo currículum. Acaba de salir de la carrera de los Oscar para encauzar los Goya. Y, claro, el vértigo se intuye a la primera palabra. ‘Segundo premio’ le ha dado el galardón más importante de cualquier carrera: un personaje de altura. La cinta de Isaki Lacuesta le llegó tras años de subida imparable: una cima que ha coronado gracias a su paso memorable por ‘Terminator’, ‘Las leyes de la frontera’ y ‘El buen patrón’. Con 29 años ha logrado hacerse un hueco en una industria salpicada de perfiles similares. Ahora bien, si esto es cuestión de permanecer, pocos tienen su buen hacer. Este sábado puede llevarse el ‘cabezón’ a mejor actor revelación y, pese a ello, que no es poco, sigue pensando que no hay mayor reconocimiento que trabajar. Y él lo está haciendo. Mucho.
“No suelo mirar atrás, prefiero centrarme en los nuevos proyectos”, dice. Aunque, bueno, no está de más echar un vistazo al pasado para descubrir el nivel que le precede: ‘Arde Madrid’, ‘Los nuestros’, ‘La valla’, ‘La edad de la ira’ y ‘Galgos’ son algunas de las series que le han colocado en la primera plana. Actúa a fuego lento, como quiere dejar el mejor sabor de boca. Quizá, por ello, hoy se lo rifan las productoras.
-Iba para médico, ¿qué pasó?
-Nunca he tenido demasiados escrúpulos con el cuerpo humano. Y, bueno, mi padre se dedica a ello. Por lo que, aparentemente, mi destino estaba claro. Pero, de repente, apareció la interpretación. Me costó una buena discusión, ¿eh? Cuando alguien se enfada por algo que decides, tiendes a hacerlo con más intensidad. Fue justo lo que ocurrió.
-¿Qué le dio esta profesión que no encontraba en otra?
-Hacía teatro desde pequeño y, desde entonces, me di cuenta de que existían otras maneras de expresarse. Me volvía loco cambiar la voz y transformar la realidad. Era un juego, sigue siéndolo. Entonces, te lanzas a probar, experimentar, crear… Eso te abre caminos y vas conociendo gente.
-¿Con qué tipo de actor soñaba ser?
-Con uno bueno. Siempre he tenido en el imaginario a Javier Bardem, Javier Cámara y Meryl Streep, tres apuestas sólidas.
-¿Se ha cumplido?
-No es algo que deba determinar yo. Lo único que puedo decir es que me puedo dedicar a ello, ofreciendo lo mejor que sé.
-¿Recuerda su primer casting?
-Debió ser con Rosa Estévez, era muy pequeño. Estaba nervioso. Hoy los afronto con tranquilidad porque, al irme mejor, siento que me valoran. Y eso me ayuda a confiar en mí. Al principio, iba con la necesidad de demostrar. Con el tiempo, lo simplificas todo porque sabes que ambas partes os necesitáis.
-¿En qué momento se percató de que esto era un trabajo?
-Dejando de lado el punto de vista económico, fue haciendo ‘Las amistades peligrosas’ cuando sentí que, si fallaba, tenía una consecuencia en el espectáculo. Me jugaba cosas. Ahí entendí que, cuando alguien paga por verte, tienes que dar la talla.
-Tras debutar en ‘Amar’, de Esteban Crespo, participó en ‘Terminator: Dark Fate’. Menudo salto.
-Total. Hice una prueba en España sin saber para qué proyecto era. Sólo tenía el texto. Al poco, me dijeron que el director quería verme en Madrid. Fui y me encontré a Tim Miller. Me puse súper nervioso, me temblaban las piernas. Al acabar, me soltó: “Me recuerdas a Edward Norton”. No sabía cómo tomármelo. Aquella noche me confirmó que estaba dentro. La alegría fue tremenda.
-¿Conoció a Arnold Schwarzenegger?
-Sí. Aunque mi peso en la película era con Mario de la Rosa y Claudia Trujillo, los estudios son tan grandes que te acabas encontrando a la mayoría del equipo. De hecho, me topé con Linda Hamilton en un pasillo. Me ofreció un cigarrillo. Yo no fumo, pero estuve al límite de decirle que sí. Imagínate. Con Schwarzenegger tuve una conversación sobre política bastante involuntaria, se puso a despotricar a diestro y siniestro.
-En Instagram tiene una foto tomando un café con Woody Allen.
-Casualidad. Un colega me preguntó si le quería conocer y, a los días, me reuní con él en Oporto. Fue una comida rara, para el recuerdo. Todo el mundo tiene una idea preconfigurada de él y lo másextraño es que, a veces, se cumple. Tú esperas que rompa tus esquemas y no: era Woody Allen con sus piernas cruzadas. Estuvimos hablando del oficio, recuerdo que me preguntó por lo de Rubiales. Luego nos fuimos a un concierto de jazz.
-Una de las series que más impacto generó fue ‘La valla’, ambientada en una España dictatorial en 2045. ¿Qué pensó cuando leyó el guion?
-Luis San Narciso me citó en las oficinas de Mediapro para hablarme de un papel que tenía para mí. Sólo me comentó que la trama era una distopía. Cuando leí el texto, pensé que era arriesgado y que podía funcionar. Ahora bien, nadie intuía entonces la cuarentena que tuvimos que vivir semanas después por el covid-19.
-Trabajó con Ángela Molina, Unax Ugalde y Juan Blanco. ¿Impone compartir plano con artistas de tanto prestigio?
-Es imposible no sentirte pequeñito a su lado. No obstante, durante el rodaje, descubrí que las personalidades más reconocidas en la industria son, por sorpresa, las más entregadas y generosas.
-¿Qué aprendió de Javier Bardem en ‘El buen patrón’?
-Algo que me sorprendió es que busca cosas en cada toma. Es asombroso, todo lo que pasa por él es verdad. No sé cómo lo hace. Es un portento. Currar con gente así te ayuda a relajarte y disfrutar. Por su parte, Fernando León de Aranoa repite muchísimo. Es minucioso con elementos que él conoce y le interesa pulir.
-Su última película ha sido ‘Segundo premio’, la cinta sobre Los Planetas que ganó la Biznaga de Plata en Málaga y fue escogida para representar a España en los Oscar. ¿Cómo es vivir con 29 años un viaje así?
-Están pasando tantas cosas buenas que no quiero que se rompa la pompa. No soy capaz de gestionar ni lo bueno ni lo malo. Por suerte, hay mucha alegría a mi alrededor.
-Está nominado al Goya, ¿qué le podría dar un ‘cabezón’?
-Visibilidad. Sin embargo, los premios están diseñados para alargar la vida de las películas, no hay que darles una importancia vital. Son injustos, te lo den o no. Mi interpretación quedará ahí con independencia de lo que pase.
-Está de gira con ‘Para la libertad’, una obra en la que encarna a Miguel Hernández. ¿Abruma ponerse en la piel de alguien así?
-Me rodeé de profesionales mejores que yo, pensé que me ayudaría escucharles. Joan Manuel Serrat me dio confianza. Me dijo que hiciera con su música lo mismo que él con la poesía de Miguel Hernández.
-¿Siente que su carrera, desde la serie ‘Si fuera tú’, la primera, ha crecido rapidísimo?
-Sí. No ha sido de la noche a la mañana, pero sí exponencial. ‘Segundo premio’ ha supuesto mucho en los proyectos que ya contaré. Me ha introducido seriamente en el cine.
-¿No teme perder el foco?
-Ese miedo existe, sobre todo por los cantos de sirena que nos azotan. A veces, estás más sordo. Y otras, en cambio, agudizas el oído. La clave es rodearse de personas que te aman y a las que amas.
-¿A quién le dedica los éxitos?
-A mi familia y amigos. Sin olvidar a quienes que me ha dado una oportunidad.