«Durante el exorcismo el demonio obedece al sacerdote porque termina sometiéndose a Dios». Son palabras de uno de los exorcistas de Córdoba. Hay pocas personas capaces de dominar al diablo y en la Diócesis cordobesa concretamente solo tres. Son párrocos que se atreven a hacer lo que otros no tienen el valor y que se adentran en un mundo tan enigmático como tenebroso con un objetivo: ayudar a Dios en la lucha contra el mal. «Hay muchos mitos sobre este asunto, que no se parece a lo que se suele ver en las películas», resume con serenidad uno de los curas pertenecientes al Ministerio del Exorcismo de la diócesis de Córdoba. Este hombre prefiere no revelar su identidad, ya que teme un «efecto llamada» y, sobre todo, incomodar a los feligreses de su parroquia, asegura mientras juguetea con un pequeño crucifijo.
Este sacerdote únicamente llevó a cabo seis exorcismos el año pasado, «pero solo uno sufría una posesión demoníaca», aclara. Resulta difícil determinar la cifra exacta de exorcismos que se practican anualmente en la provincia, el hermetismo en este asunto es total. «No nos contamos los casos entre nosotros, únicamente hablamos del tema para consultar alguna duda», explica y, tras unos segundos de pausa, añade, con una media sonrisa, que es el que «menos trabajo» tiene.
El diablo es probablemente el gran desconocido de la religión cristiana, aunque rápidamente el sacerdote concreta: «Hablaría más bien de diablos porque son muchos». El párroco los define como «ángeles que se han rebelado contra Dios y que una forma que tienen de ir contra él es apartar a las personas de su camino», es ahí cuando se produce la posesión. «El diablo no solamente quiere hacer daño a la persona, también la convierte en una ficha dentro de una guerra contra Dios», resume.
Formación como exorcista
Para poder someter al demonio, este cordobés comenzó leyendo textos sobre exorcismos y, a partir de ahí, inició una formación tanto teórica como práctica. «Existe una asociación internacional de exorcistas y me plantearon hacer un curso al que me apunté mientras vivía en Roma (Italia)», cuenta. Posteriormente, remató su aprendizaje acompañando a un veterano cura italiano en la práctica. A la vuelta, el obispo de Córdoba le encargó el ministerio.
Para practicar un exorcismo únicamente se necesita un crucifijo, estar en gracia de Dios, recitar ciertas oraciones y «una formación continua. Tenemos reuniones anuales y nos mandan información cada mes», remarca.
Otra parte importante a la hora de llevar a cabo el rito es la preparación mental. «Durante toda la vida sacramental uno está listo en la lucha contra el mal». Aunque «es cierto que antes de la práctica intento prepararme espiritualmente. Rezo más de lo habitual y digo: ‘Señor aquí me tienes, soy un instrumento tuyo, no voy yo de mi parte, sino que voy porque tú me envías. Voy contigo y no le temo a nada’», explica.
Una persona ha sido poseída cuando su estado no se puede explicar desde la racionalidad
Una de las dudas que surgen al hablar de este asunto es cuál es la línea que separa para determinar si la persona sufre un trastorno psicológico o si realmente el diablo está en su cuerpo. Este sacerdote lo tiene claro y responde con rotundidad que se percata «rápidamente» cuando está frente a un caso de una posesión diabólica. «Son casos que no se pueden explicar desde el punto de vista racional, para los que ni la psicología ni la psiquiatría tienen respuesta». Para ello, pone de ejemplo el caso de un hombre que «había ido a todo tipo de especialistas y nadie le había detectado nada». Su problema era que hacía vida normal, pero, de repente, «comenzaba a comportarse como un niño de tres años, con lo que ello implica conduciendo o, por ejemplo, cruzando un paso de peatones. Ahí no hay explicación racional posible», resume. Eso sí, en ocasiones «es necesario hacer un segundo discernimiento. No podemos olvidar que el demonio también puede aprovechar las patologías para ocultarse», profundiza.
Huir del diablo
Escapar del diablo no es tarea fácil, «la liberación no es automática, la mayoría de los exorcismos acaba con una huida del diablo, con lo cual la persona queda tranquila temporalmente, pero suele volver después», contextualiza el párroco. «Hay diferentes grados de posesión», comenta. En función de lo arraigado que esté el diablo, esa persona permanecerá más o menos tiempo liberada.
Si la posesión está muy arraigada, la persona no siente nada tras el exorcismo
También variará cómo se sienta durante el proceso, que subraya que «poco se parece a lo que se ve en las películas». Si la liberación está cercana y no es muy intensa la posesión, es habitual que se produzca un acercamiento a Dios. «Te dicen: ‘He sentido algo grande, como el amor de Dios o la presencia de la Virgen’», explica el párroco. «Eso queda en su vida como un regalo. Una vida alejada del Señor acerca a una persona a ser poseída». Si la posesión está muy arraigada, comenta que «la persona no recuerda nada, pero siente muchísima paz y tranquilidad cuando termina». También, comenta que «el diablo odia el matrimonio» y que es frecuente que durante una posesión esa persona se intente quitar la alianza. Como ha señalado antes, «existen diferentes demonios más allá de Lucifer», por lo que en función de las frases que digan las personas poseídas durante el rito, «sé ante qué tipo de demonio me estoy enfrentando y lo afronto de una manera u otra», señala.
El rito concluye con «una bendición y se le pregunta a la persona si desea hablar de algún tema, si no, se le despide en el mismo rito del exorcismo». Es ahí cuando el demonio ha sido dominado.
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