«Muerte de la Virgen» de Caravaggio en el Museo del Louvre. / INFORMACIÓN

Empezamos el año con revuelo en el mundo artístico. A las noticias sobre la apertura de nuevos espacios expositivos, como el de San Luis de los franceses en Sevilla y el museo del Renacimiento en el antiguo palacio de Requesens en Molins de Rei en Barcelona, se une la programación de las exposiciones temporales que se han previsto para este año. Desde la conmemoración del año Castelao en Galicia en relación con el 75 aniversario de la muerte del artista e intelectual gallego, a las propuestas del palacio de Carlos V en Granada, la de Zurbarán en el Museo Nacional de Cataluña, y otra dedicada al mismo autor en el Museo Thyssen de Málaga, Pedro Orrente en el de Bellas Artes de Valencia, la retrospectiva sobre Anton Rafael Mengs en el Museo del Prado o la de José Mezquita en el museo del realismo español contemporáneo de Almería, plantear pequeñas escapadas dentro del territorio español para disfrutar de toda esta programación puede ser algo complicado debido a la variedad y calidad que se presenta. Sin embargo, no es esto lo que ha convulsionado el mundo del arte y el patrimonio histórico en nuestro territorio en las primeras semanas del año, sino algo por lo que el año pasado se criticó tanto el cartel de la semana santa sevillana: la utilización de un rostro conocido dentro de una obra artística.

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