Es una de las imágenes más controvertidas del legado internacional de Joe Bien. La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán tras dos décadas de costosa presencia en el país y el regreso al poder de los talibán han condenado a la oscuridad a la población femenina. Una consecuencia directa que Biden eludió el lunes en el discurso que sirvió de balance a su política internacional. “Ya no gastamos cientos de millones de dólares al día” en Afganistán, se jactó.
“Hoy también puedo informar al pueblo estadounidense de que soy el primer presidente en décadas que no deja una guerra en Afganistán a su sucesor”, declaró el demócrata. “Creo que, en el futuro, la principal amenaza de Al Qaeda ya no procederá de Afganistán, sino de otros lugares, por lo que no necesitamos estacionar un número considerable de fuerzas estadounidenses en Afganistán”, deslizó Biden. “En mi opinión, era el momento de poner fin a la guerra y traer a nuestras tropas a casa, y así lo hicimos”, subrayó. Tres estadounidenses permanecen detenidos en Afganistán mientras Washington negocia con los talibán a cambio de Muhammad Rahim al-Afghani, recluido en Guantánamo.
La retirada militar dañó la popularidad de Biden y reconcilió a Afganistán con un extremismo que ha afectado especialmente a mujeres y niñas. Rina Amiri, la diplomática y activista estadounidense de raíces afganas, lo sabe bien. Desde enero de 2022 sirve como enviada especial de Estados Unidos para las mujeres, las niñas y los derechos humanos en Afganistán. Un cargo que dejará esta próxima semana cuando Donald Trump vuelva a sentarse en el Despacho Oval. Una tarea complicada e ingrata que aborda en esta entrevista con El Independiente.
Pregunta.- ¿Cuál es hoy la situación de las mujeres y niñas en Afganistán?
Respuesta.- Bastante grave. En los últimos 3 años, los talibanes han aprobado más de 80 edictos contra mujeres y niñas. Les han negado el derecho a la educación, al trabajo, a la participación pública de cualquier tipo. Uno de los últimos decretos llega incluso a negarles el derecho a hablar en público y a elevar la voz. Otro de los edictos recientes les niega el derecho a ser trabajadoras sanitarias, lo que significa que las afganas no tendrán acceso a atención materna ni a ningún tipo de atención urgente. Esto pone literalmente en peligro la vida de las mujeres. Mediante éstas y más de 80 políticas discriminatorias, los talibanes han despojado a mujeres y niñas de su autonomía, movilidad, educación, medios de subsistencia, voz y acceso a servicios médicos vitales.
P.- Los talibanes no están cumpliendo su compromiso…
R.- No lo están haciendo, no. La gran pregunta es, cuando decimos los talibanes, ¿qué significa? Porque la gente con la que hablamos, nuestros interlocutores nos han dicho repetidamente que van a seguir adelante con los compromisos que adquirieron. Se comprometieron a restablecer el derecho de las mujeres a la educación. Una y otra vez, vemos que estas esperanzas no sólo no se materializan, sino que se promulgan decretos aún más severos. Y lo que está claro es que los dirigentes talibanes no ven los derechos de la mujer como algo que forme parte de su ideología. De hecho, lo que parece estar en el centro de su ideario es atacar a mujeres y niñas.
P.- ¿Cómo se está intentando convencer a la élite de los talibán?
R.- Como comunidad internacional, llevamos tres años intentando convencerles. Lo hemos hecho por distintos medios. Formamos parte del proceso de Doha. 26 países nos sentamos frente a ellos y escucharon rotundamente de cada uno de nosotros que esto es inaceptable porque están incumpliendo las obligaciones internacionales de Afganistán. Hablamos del hecho de que hay una enorme demanda del pueblo afgano para que se respeten sus derechos. Hemos mantenido conversaciones y les hemos dejado muy claro que no va a haber progreso y que, si lo que quieren es avanzar hacia la normalización, un alivio de las sanciones u un mayor acceso a las instituciones financieras internacionales, deben saber que hasta que no se aborde esta cuestión, no van a poder seguir adelante. Por desgracia, incluso cuando va en contra de sus propios intereses, parecen incapaces de hacer lo necesario, que es decir a sus dirigentes que estas políticas tienen que cambiar y asumir los riesgos necesarios para que el país avance en la dirección correcta.
P.- ¿Es una buena estrategia hacer depender la rehabilitación internacional de los derechos de las mujeres?
R.- Son los propios afganos los que exigen esto. Me han llegado lamentos y críticas de gente afiliada a los talibanes que han llorado porque sus hijas no tienen acceso a la educación. Los ancianos de las tribus, los miembros de la comunidad tradicional, la comunidad religiosa, las mujeres y las familias han dicho que quieren que sus hijas puedan ir a la escuela. Lo que les estamos dejando claro es que apoyamos los deseos de 40 millones de afganos. No estamos imponiendo un valor occidental. Les estamos pidiendo que respeten las demandas de los afganos.
P.- ¿Existe alguna diferencia entre los actuales talibanes y los que llegaron al poder antes?
R.- Son mucho más estratégicos. Saben cómo implicar a la comunidad internacional. Sus argumentos son mucho más sofisticados. Como interlocutores con la comunidad internacional, saben qué hacer esta vez. Hay algunos que argumentan que en algunos aspectos se han vuelto menos extremistas que en el pasado, porque la última vez no permitieron la educación primera, pero la pregunta para todos nosotros es cuánto tiempo más los talibanes seguirán retrocediendo hasta el nivel de 1990 o incluso peor, porque hasta ahora parece que van en esa dirección.
P.- Vamos camino de los cuatro años de la retirada de las tropas estadounidenses. ¿Estados Unidos falló a la población afgana?
R.- He estado trabajando en este tema la mayor parte de mi vida y me siento devastada por la situación que enfrenta el pueblo afgano. Existe un sentido de profunda frustración porque fueron 20 años de compromiso de Estados Unidos con el pueblo afgano. Cientos de miles de estadounidenses, entre soldados, contratistas, trabajadores y diplomáticos, pasaron por Afganistán. El nivel de angustia y decepción por la situación de Afganistán es grande.
P.- ¿Fue un fracaso de EE.UU.? ¿Se tomó una decisión equivocada?
R.- No creo que podamos hablar de fracaso. Son 50 años de conflicto y hay muchos países que han estado implicados, desde la invasión soviética de Afganistán hasta el periodo de guerra civil, el periodo de intervención estadounidense e internacional en Afganistán, y ahora estamos en una situación en la que hay 26 países intentando abordar el problema. Es un conflicto que tiene raíces profundas y complicadas y va a llevar mucho tiempo para Afganistán moverse en la dirección de la población. No se trata de decirle sí o no sino de reconocer que es un asunto complejo.
P.- A punto de dejar su cargo, ¿conserva la esperanza?
R.- Mantengo la esperanza, porque creo que los que nos preocupamos por los afganos no podemos permitirnos el lujo de rendirnos. Lo que tenemos que hacer es nutrir a esa corriente de afganos que quieren otro futuro y apoyarles con todas las herramientas que seamos capaces de poner en marcha y seguir presionando a los talibanes para que satisfagan las demandas de la abrumadora mayoría de la población afgana. Es un esfuerzo a largo plazo.
P.- ¿Tiene alguna confianza en que los talibanes puedan ser más inclusivos y tolerantes?
R.- Si los talibanes quieren sobrevivir como régimen y avanzar hacia el camino de la sostenibilidad para Afganistán, deben hacerlo. Sus políticas son contraproducentes y destructivas para el país. En un país tan pobre como Afganistán, no se puede eliminar al 50% de la población. Las matemáticas no cuadran. Necesitas empoderar a cada ciudadano afgano.
P.- ¿Deben revisar su ideario?
R.- Es difícil saber cuál es la ideología talibán. Hay algunos talibanes que no creen que esa sea su ideología; algunos de línea dura que siguen avanzando y otros que tienen una visión más realista, pero no se trata de una base cultural. Afganistán es un país increíblemente diverso con muchas etnias diferentes. Lo que hoy rige el poder es una ideología monolítica que representa la versión más extrema de la doctrina talibán.