Pongamos el caso ficticio de una visita a un centro comercial o a una tienda. En estas instalaciones imaginarias habrá pantallas que informen de que durante los próximos tres días hay descuentos generalizados de abrigos, y un plafón digital de una tienda en particular aprovechará para promocionar las chaquetas que tiene en oferta.
Esta misma tienda habrá convertido su escaparate en una pantalla transparente, con lo que puede mostrar copos de nieve cayendo sobre la ropa expuesta. Las burras estarán estratégicamente distribuidas en función del recorrido que saben que más realiza el cliente, las prendas estarán contadas en función de la previsión exacta de compra, y si no hay hueco en ninguna estantería es porque el etiquetado RFID permite a la tienda reaccionar rápido ante la escasez de producto. Encima de todos ellos, el precio se mostrará con una pequeña pantalla.
En el probador, los pantalones físicos se combinarán con una camiseta a juego que se verá sobre el espejo gracias a la realidad aumentada. Para pagar ya no habrá dependientes más que aquellos que asistan, y cualquier compra que se haya hecho online, se recogerá introduciendo un código secreto en los smart lockers.
Algo más que comprar
Este caso ficticio está próximo a convertirse en realidad. Comprar se ha convertido en algo más que comprar o, al menos, eso es lo que pretenden las grandes marcas, que quieren que la experiencia del consumidor sea única, diferente. Ahora que las ventas online ya no copan el grueso de la facturación y que se está volviendo a las tiendas, la tecnología se ha hecho hueco en un sector muy competitivo. Optimizar recursos y conocer los gustos, costumbres y manías de los compradores en potencias es esencial para hacer caja.
La digitalización de las tiendas ofrece un sinfín de posibilidades para atraer clientes, que es el principal objetivo. Por ejemplo el digital signage, aquellas soluciones que permiten que las pantallas lancen campañas digitales de publicidad que van cambiando de forma ágil en función del momento, de los eventos, de las promociones o incluso del tipo de clientes. En esto es clave, asimismo, el márketing personalizado. También está desempeñando un papel importantísimo la visión por computador y la Inteligencia Artificial (IA).
Cuando las cámaras son capaces de analizar los comportamientos del cliente en un espacio, los picos de afluencia, los recorridos más habituales o el tiempo que el visitante suele estar en una zona, es mucho más fácil ofrecer experiencias de compra personalizadas, distribuir de forma más inteligente los turnos de trabajo o organizar mejor el inventario. Estos estudios ya se están realizando en las grandes superficies.
Y también se están utilizando los algoritmos diseñados para identificar la falta de producto en una estantería. Estos suelen estar conectados con alarmas cuya misión es informar a los trabajadores que se encargan de la reposición inmediata. Igual que los identificadores RFID, que permiten conocer la ubicación de los productos en la tienda.
En la misma línea, cada vez serán más habituales las etiquetas digitales de precio, un soporte perfecto para desarrollar otra tendencia al alza, la de los precios dinámicos, aquellos que cambian según la demanda, la competencia y el comportamiento del consumidor en cada momento.