En un artículo publicado esta semana en el sitio web “Mida”, Yaakov Feitelson escribió observaciones de gran importancia para entender la situación en la que se encuentra Occidente frente al islamismo radical:
“Una de las principales razones de los fracasos en la política internacional entre los países occidentales y orientales es la incapacidad de los Estados que pertenecen a la civilización europea para comprender de qué están hablando las naciones de la civilización oriental y qué es lo que realmente quieren decir.
”La política israelí también sufre este problema. Sus raíces se vieron influenciadas por las perspectivas de los líderes del movimiento sionista, quienes lograron restablecer el Estado judío en la tierra de sus ancestros, la mayoría provenientes de Europa. Por eso no es sorprendente que muchos líderes israelíes no solo ignoren las declaraciones directas y abiertas de los árabes, sino que incluso logren interpretar esas palabras de una manera más aceptable para el oído judío. Como lo describió el profesor Moshe Sharon:
“’Desde Camp David, pasando por Oslo y hasta nuestros días, las diferencias culturales han impedido a Israel entender al enemigo árabe y han perjudicado los esfuerzos diplomáticos… El fracaso ha sido la constante de todos los gobiernos de Israel y de toda la prensa. Una y otra vez, todos se sorprendieron al descubrir que los árabes no cumplen los acuerdos que han firmado. Los negociadores israelíes, en vez de aprender de la experiencia, repiten los mismos errores, sometiendo a Israel a reglas de juego impuestas por los árabes’.
”Demasiadas veces, solo cuando los judíos se ven obligados a enfrentarse a la dura realidad, comienzan a entender lo que los árabes querían decir en sus declaraciones y anuncios. Sin embargo, esta comprensión no suele durar mucho tiempo, y los israelíes vuelven a ser influidos por los sueños idílicos sobre el mundo imaginado por algunos de sus líderes.
“En este mundo virtual, todas las personas son iguales, desean lo mismo, piensan de la misma manera y se adhieren a los mismos principios morales establecidos por los judíos en los Diez Mandamientos. Por lo tanto, si todos lo quisieran, sería posible alcanzar un entendimiento mutuo, completo y una cooperación beneficiosa para todos los pueblos” (Es hora de escuchar verdaderamente a los árabes, Yaakov Feitelson, 4 de enero de 2025).
Creerle a quien quiere matarte
Feitelson expone numerosos ejemplos históricos que, de no estar impregnados de sangre judía, podrían parecer cómicos; ejemplos que reflejan cuán ingenuos y contraproducentes pueden ser los actos que contradicen el interés de supervivencia. Uno de estos casos es el siguiente:
“Un ejemplo destacado de esto puede verse en la reacción de los líderes israelíes a las palabras de Yasser Arafat tras la firma del primer acuerdo de Oslo, durante un discurso en árabe pronunciado ante los partidarios de la OLP en Johannesburgo, Sudáfrica, el 10 de mayo de 1994. Arafat dijo:
”’Este acuerdo no tiene para mí más valor que el acuerdo firmado entre el profeta Mahoma y la tribu Quraysh. Recuerden que el califa Omar se opuso a ese acuerdo y lo consideró un pacto de ínfima categoría, sí, un “sulh hudaibiyah”. No sé cómo se dice en inglés, pero es un acuerdo de menor importancia. Sin embargo, así como Mahoma aceptó ese pacto, nosotros aceptamos este acuerdo’.
“Estas palabras fueron directas y claras para cualquier musulmán o para quien esté familiarizado con la historia islámica. Sin embargo, en Israel prefirieron interpretar las palabras de Arafat de acuerdo con sus propios deseos y aspiraciones, ignorando su verdadero significado”.
Feitelson añade frente a esta postura israelí ciega: “Una vez más, aprendemos la verdad en las palabras de una sobreviviente del Holocausto que dijo a los soldados que la visitaron en el Día de la Shoá: ‘Niños, si alguien les dice que quiere matarlos, créanle’”.
Y como en esa aguda interpretación de las palabras de la Hagadá: “Y el Santo, Bendito sea, nos salva de sus manos”, que algunos leen como una salvación “gracias a” las manos de nuestros enemigos, ya que, de depender de nosotros, continuaríamos en la marcha de la insensatez:
“Solo la persistencia de los enemigos en su odio ciego hacia el Estado judío ha evitado la implementación de políticas derrotistas que promueven renunciar a territorios de la patria judía a cambio de un pedazo de papel, un acuerdo de paz cuyo valor podría ser incluso menor que el del papel en el que está escrito” (Feitelson, ibíd.).
Sobre la ceguera
Dos formas de ceguera afectan al pueblo judío, según el Dr. Abraham Livni en su libro El secreto israelí. La primera es la ceguera haredí:
“Por desgracia, muchos dentro de la ortodoxia no lograron ver que, bajo la capa política del sionismo, se ocultaba un movimiento meta-histórico y profético de retorno a Sion. Se encerraron en el gueto espiritual del exilio, cerraron los ojos, bloquearon los oídos y no percibieron los cambios de la historia ni las señales de la providencia. Vivían de sueños, y degradaron el espíritu profético y universal de la Torá y de los Sabios, reduciéndolo a una religión individualista centrada en pequeñas comunidades, indiferentes al destino colectivo del pueblo judío y al futuro de la humanidad. No entendieron que la única manera de ser verdaderamente fieles a la herencia del pasado es abrirse al futuro y participar en los procesos históricos”.
Es preciso admitir que esta ceguera también caracteriza a los judíos que permanecen atrapados en el lodazal del exilio, que se torna cada vez más peligroso. Debemos erradicar de nuestro léxico el término “diáspora judía”. No hay “diásporas”, solo hay exilio, y del exilio hay que salir cuanto antes.
En este contexto, son aleccionadoras las palabras del rabino Akiva Glasner, uno de los grandes rabinos de Rumania, quien escribió en 1946 lo siguiente:
“En mi alma y conciencia, al hacer un balance de mi actividad rabínica durante más de cuarenta años, siento la necesidad de expresar una confesión pública: confieso que yo mismo, junto con un gran número de colegas rabinos, no cumplimos con nuestro deber espiritual y religioso al nivel que requerían las necesidades de esta época crucial y decisiva en la historia de nuestro pueblo… ¿Acaso, en los veinte años posteriores a la Primera Guerra Mundial, no pudimos ni debimos haber hecho lo imposible para fomentar y llevar a cabo la aliyá de una gran parte de nuestro pueblo a la Tierra de Israel? En lugar de salvar sus vidas y participar en la construcción del Estado, sus vidas se perdieron en Auschwitz y Majdanek, donde fueron exterminados por millones en las cámaras de gas” (Akiva Glasner, Die Prinzessin Sabbat und die Erlösung Israëls, Zúrich, 1946, págs. 63-64, citado en El secreto israelí).
En este mismo día
La segunda forma de ceguera, según Livni, es la ceguera secular:
“Es evidente que el sionismo secular, que buscó marginar la dimensión espiritual del retorno a Sion, se limitó a sí mismo al excluir esa dimensión. Asumió la tarea de lograr la resurrección física del pueblo y tuvo éxito en reconstruir los fundamentos económicos y políticos que sostienen la independencia nacional de Israel. Sin embargo, carece de las herramientas para abordar las cuestiones de renacimiento espiritual y moral. Ninguna cultura israelí puede florecer desde el intento de deshacerse de la herencia espiritual judía, y nadie podrá crear una cultura borrando el pasado”.
La fecha hebrea en la que el Rabinato Principal de Israel estableció conmemorar el Día del Recuerdo del Holocausto es el 10 de Tevet, cronológicamente la más temprana entre las fechas de destrucción:
“La palabra del Señor vino a mí en el noveno año, en el décimo mes, el día diez del mes, diciendo: Hijo de hombre, anota este día, el día en que el rey de Babilonia sitió Jerusalén en este mismo día” (Ezequiel 24:1-2).
Casi tres años antes del 17 de Tamuz y del 9 de Av, cuando la ciudad fue conquistada y el Templo destruido, comenzó el sitio babilónico sobre Jerusalén, que marcó el principio del fin del reino de Judá. Pero si hubiéramos observado Jerusalén en los primeros días del asedio, ¿qué habríamos visto? Probablemente, personas disfrutando del ocio, cafeterías llenas, y solo unos pocos alertando sobre el peligro inminente, quizás considerados extremistas por recomendar escuchar las amenazas del enemigo. Pero, fuera de eso, todo seguiría como de costumbre.
Los ojos de Sedequías, el rey cuyo destino fue ser cegado por el rey de Babilonia, son una metáfora de los ojos de todo Israel, que no vieron el desastre que se avecinaba. El 10 de Tevet, “en este mismo día”, es un llamado a la introspección y la acción. Representa el peligro de la postergación, la indiferencia y la negación frente a una realidad amenazante. Por eso este ayuno no se pospone bajo ninguna circunstancia, ya que simboliza la urgencia de despertar y actuar antes de que sea demasiado tarde. Que tengamos el mérito de abrir los ojos “en este mismo día”.