Las buenas relaciones del magnate sudafricano y mano derecha de Donald Trump, Elon Musk, con partidos de extrema derecha de Europa y sus mensajes llamando a repeticiones electorales en países donde gobiernan fuerzas progresistas ha provocado un movimiento tectónico en el corazón del Viejo Continente, donde muchos han alertado ya de una campaña de injerencia del fundador de Space X o Tesla y propietario de la red social X (antes conocida como Twitter).
Líderes como el socialista Pedro Sánchez han arremetido contra la «internacional ultraderechista» liderada por «el hombre más rico del planeta» y han censurado el ataque a las instituciones o que azuze el odio. El primer ministro en funciones de Bélgica, Alexander De Croo, por su parte, pidió este jueves a la Comisión Europea que intervenga ante el uso de las redes sociales por parte de «hombres ricos y poderosos» para desestabilizar las democracias de la UE.
De París a Londres, pasando por Roma y Berlín, estos son los tentáculos políticos del multimillonario en Europa.
¿Son las elecciones alemanas del 23 de febrero el próximo ‘guiso’ que se quiere merendar Elon Musk? ¿Hasta qué punto puede la telaraña formada por multimillonarios globalizados, como su amigo germano-estadounidese Peter Thiel, alterar el voto de 65 millones de electores? Ambas preguntas sacuden estos días los medios alemanes y del conjunto de Europa.
Musk expresó ya en diciembre su apoyo a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza en intención de voto, pero aislada del resto del espectro parlamentario. «Solo la AfD puede salvar a Alemania» es el mantra de Musk, plasmado primero en su cuenta en X y luego ratificado a través del grupo mediático Alex Springer. El tercer eslabón fue el jueves un chat con la líder de la AfD, Alice Weidel. Ahí jaleó a la candidata a la Cancillería, mientras esta tergiversaba la historia alemana y su presente. Adolf Hitler, cuyo régimen deportó y asesinó a comunistas y socialistas en campos de concentración, era un «comunista», según Weidel. La llegada de inmigrantes ha disparado la criminalidad en Alemania, añadió.
Musk no rebatió la sarta de mentiras con que se alimenta el voto ultra. Detrás de los 210.000 seguidores del chat están los multiplicadores que Musk maneja a través de X, así como de las redes sociales de Meta, Instagram o TikTok, a modo de cómplices del designado asesor de Donald Trump.
«A diferencia de los partidos establecidos, la AfD se mueve muy bien entre las redes sociales», advertía desde la televisión pública ARD el jurista Andreas Jungherr. Las fuerzas democráticas se han dspertado tarde, añadió.
El uso de internet entre la opinión pública alemana se ha disparado en pocos años. En 2017, un 25% de los ciudadanos las utilizaba como fuente de información, mientras que en 2023 el porcentaje supera el 35%, según el portal Statista. La búsqueda de información en prensa bajó en estos años del 20% a un 15%, mientras que en las televisiones el descenso ha ido del 33% al 27%.
El mandamás de Springer y los vínculos ultras
El apoyo de Musk a la AfD en una columna de ‘Welt’, un medio que lucha por su supervivencia dentro del grupo Springer, escoció a la derecha moderada de Friedrich Merz, que según los sondeos será el próximo canciller. Durante décadas, el grupo del sensacionalista diario ‘Bild’ fue afín a los conservadores. Con la cancillera Angela Merkel empezó a flaquear ese apoyo, mientras que ahora se fagocita sin piedad al canciller Olaf Scholz y a sus socios Verdes. Ha habido sospechosas connivencias con los liberales, que de socios del tripartito de Scholz pasaron a sabotear desde dentro la alianza y precipitar las elecciones.
Detrás de esas maniobras está la amistad de Musk con el presidente del grupo, Mathias Döpfner. En 2002 le colocó en la cúspide la viuda del fundador, Friede Springer. Está obsesionado en estrechar sus vínculos con inversores estadounidenses. La publicación de la columna de Musk desató una revuelta en su redacción y un pulso con el director de ‘Welt’, Ulf Porschardt.
Mientras en Alemania unos y otros buscaban al responsable de una injerencia política que compromete a Springer, otro multimillonario se atribuía su autoría: el empresario argentino-español Martin Varsavsky sostenía desde su cuenta en X que fue él quien hizo valer su influencia a favor de su ‘amigo’ Elon. Varsavsky es miembro del consejo de vigilancia de Springer. El aludido Musk dio por buena su versión también en X.
A la amistad entre Musk y Döpfner se añaden los vínculos revelados por ‘Der Spiegel’ con la ultraderechista holandesa Eva Vlaardingerbroek, activista del portal ‘Nius’. Ella y Musk estuvieron hace un par de años en el fastuoso 60 cumpleaños de Döpfber, en Italia. Un fiestorro calificado de privado donde se intercambiaron estrategias, afirma ‘Spiegel’.
Tesla, la afrenta en casa a la maltrecha automoción germana
Probablemente a Scholz se la hayan congelado ya las risas con las que en 2022 participó en la inauguración de la fábrica de Tesla en Brandeburgo, el ‘Land’ vecino a Berlín. Musk avergonzó entonces a los poderes locales que trataron de impedir en tribunales la construcción de la mayor planta de automóviles eléctricos de Musk fuera de Estados Unidos, con 227.000 metros cuadrados. El magnate se salió con la suya, montó un show inaugural con el canciller como asistente y el desafío de producir en Alemania medio millón de automóviles anuales. Desde los bosques vecinos presentan resistencia centenares de activistas, a los que periódicamente desaloja la policía alemana. Entre tanto, la automoción alemana cayó en la peor crisis de su historia, especialmente en lo que respecta a Volkswagen. Tesla es una afrenta más, pero intocable porque de ella dependen miles de puestos de trabajo, en un territorio donde la AfD logra porcentajes sobre el 30% de los votos.
En diciembre, el multimillonario sudafricano Elon Musk y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, se besaron. La noticia corrió en internet. Todo era mentira: una información falsa fabricada gracias a un vídeo manipulado con inteligencia artificial y acompañada por el mensaje «es amor». Aún así, el bulo sí dejó una constancia: la irrupción del fenómeno Muskloni, gente que cree y se dice fan de una posible unión sentimental entre los dos. El reflejo trivial de una alianza que ha ido creciendo, con implicaciones geopolíticas y comerciales cada día más serias fuera y dentro de la Unión Europea.
En los últimos dos años, Meloni se ha visto en diversas ocasiones con Musk. La primera vez (de la que se tiene conocimiento público) fue en junio de 2023. La italiana invitó al propietario de Tesla y Space X a su residencia romana y allí los dos sentaron las bases de su relación. Eso fue: su casi total sintonía ideológica en temas de inmigración (mano dura con los indocumentados) y oposición al llamado wokismo. También hubo sonrisas, bromas e intercambio de miradas cómplices, lo que luego se convertiría en la tónica de muchas de las instantáneas de sus sucesivos encuentros.
A partir de ese momento, la relación fue in crescendo. En diciembre de ese mismo año, Musk fue incluido como ponente estrella en la convención anual (desde 1988) de las juventudes de Hermanos de Italia (el partido de Meloni), una especie de laboratorio político de la extrema derecha populista internacional. La circunstancia intrigó tanto que decenas de periodistas escribieron de ello. Musk no defraudó. Sentado en el escenario principal de la fiesta, puso en duda la crisis climática, se dijo contrario a la inmigración irregular y dedicó un buen rato a criticar que en Italia no se tengan hijos para ser masa laboral.
El «amigo» Musk
No fue el único gesto de apoyo a las políticas de Meloni y en sintonía con su ideario. En noviembre pasado, Musk criticó ácidamente a los jueces italianos por haber invalidado la detención de migrantes en los centros construidos por Meloni en Albania (tanto que el presidente italiano, el moderado Sergio Mattarella, decidió salir en defensa de la justicia italiana). Y dos meses antes, en un acto en Nueva York, le entregó a la italiana el Premio a la Ciudadanía Global, un reconocimiento del Atlantic Council. Así, Meloni empezó a llamarle de «amigo», y a defenderle cuando alguna de las controvertidas declaraciones del empresario lo pusieron en la mira.
Parafernalia retórica aparte, en paralelo, las empresas de Musk desembarcaron en Italia. Y lo hicieron con la artillería pesada. Tanto así que, ya en junio del año, la italo-francesa Telespazio, una joint venture entre los conglomerados de defensa Leonardo (Italia) y Thales (Francia), anunciaron un acuerdo con Space X para la comercialización de los servicios de los satélites Starlink para empresas que operan en ámbito industrial, energético y marítimo. Luego, en abril, se alcanzó otro pacto para llevar internet a zonas remotas en Italia.
Preocupación
La última de estas gestiones, de la que se ha tenido noticia hace días, es la actualmente en curso negociación entre el Gobierno italiano y Space X para el uso de tecnología y los satélites de la compañía espacial propiedad de Musk, para sistemas de comunicaciones sensibles del país. En concreto, se trataría de sistemas de encriptación y comunicación para las fuerzas militares italianas en el Mediterráneo y también en caso de atentados o desastres naturales, que Musk cedería (Meloni ha confirmado la negociación, pero también ha asegurado que el acuerdo aún no se ha firmado) a cambio de un desembolso de 1.500 millones de euros en cinco años.
El caso ha levantado ampollas en partidos progresistas italianos y europeos, en particular porque la Unión Europea —en un programa también participado por Italia— está desarrollando un sistema similar al de Musk, precisamente con el objetivo de no depender de países o privados no europeos para sus comunicaciones estratégicas. Eso es, no depender de Musk.
Si no puedes con el enemigo, únete a él, debió pensar el presidente francés, Emmanuel Macron, cuando invitó por primera vez al empresario Elon Musk a una cena de Estado en el Palacio del Elíseo en 2023. Acercar posturas, intercambiar visiones sobre cómo deben trabajar las redes sociales en Europa o establecer límites al nuevo X eran y son los temas que más preocupan al presidente.
Ese encuentro entre los dos hombres no ha sido el único. En 2022, ambos se reunieron en Nueva Orleans para discutir sobre la moderación de contenidos en la plataforma que posteriormente rebautizaría como X, y aprovecharon para intercambiar objetivos sobre el mundo digital y la ciberseguridad. «Twitter debe hacer esfuerzos para cumplir con las regulaciones europeas. (…) Elon Musk ha confirmado la participación de Twitter en el Christchurch Call. El contenido terrorista y violento no tiene cabida en ninguna parte», afirmó Macron tras la reunión, en la que insistió en la importancia de que los gobiernos trabajen conjuntamente con estas plataformas para «avanzar en la buena dirección».
Ya en ese encuentro el presidente francés mostró su preocupación por el aumento de la violencia, los discursos de odio y la radicalización de los menores a través de redes sociales, pero fue en 2023 con el asesinato del joven Nahel a manos de la policía francesa cuando estas redes jugaron un papel crucial en los disturbios que se desataron por todo el país. Enfrentamientos entre policía y jóvenes que obligaron a establecer toques de queda en algunos barrios de Francia para evitar que menores salieran a las calles y aumentase la tensión.
Para el Gobierno esa fue la gota que colmó el vaso, y el motivo por el que empezaron a trabajar en una ley que permitiera bloquear las redes sociales en momentos de violencia urbana, y evitar así la difusión de contenido y discursos violentos, pero también reducir el consumo de estas redes por parte de menores de edad. Ese mismo año, mientras Francia debatía cómo acabar con el odio que nace en las pantallas pero acaba en las calles del país, Musk volvió a visitar París para participar en la conferencia VivaTech. En su visita, el empresario reafirmó su compromiso sobre la seguridad en la plataforma.
Aunque por aquel momento la sintonía con las autoridades francesas parecía no desentonar, con el resto de Europa empezaban las primeras tensiones. «Twitter tendrá que reforzar significativamente la moderación de contenidos (…) y abordar con decisión la desinformación», afirmó el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton.
El poder y la influencia de Musk es innegable, al menos para el presidente Macron, que en 2024 invitó de nuevo al empresario, hasta en dos ocasiones: en junio durante los Juegos Olímpicos, donde compartió mesa en una cena en el Elíseo con otros grandes empresarios, como Bernard Arnaud. A finales de año, fue invitado a la inauguración de la catedral de Notre Dame, a la que acudió junto a jefes de Estado, como el ucraniano Volodímir Zelenski, el presidente electo de EEUU, Donald Trump o el príncipe Guillermo de Inglaterra.
2025, el últimatum
El presidente francés ha expresado en varias ocasiones su preocupación sobre cómo los nuevos canales de comunicación y las grandes empresas tecnológicas pueden amenazar a las democracias ayudando a difundir bulos, discursos extremistas y odio.
La relación de Musk con la Afd alemana no ha sentado bien a Macron, quien este enero de 2025 ha mostrado públicamente cómo la relación entre ambos se ha agrietado. «Hace diez años, si nos hubieran dicho que el propietario de una de las redes sociales más grandes del mundo apoyaría un nuevo movimiento internacional reaccionario e intervendría directamente en las elecciones, incluso en Alemania, ¿quién lo habría imaginado?», dijo el presidente francés durante la trigésima conferencia de embajadores en París hace unos días.
Macron también acusó a Musk de interferir en elecciones de Estados Unidos o Rumanía: «Rumanía tuvo que cancelar una elección presidencial debido a injerencias y manipulación electoral claramente atribuidas a Rusia: ¿quién hubiera imaginado esto hace apenas 10 años?», preguntó a los presentes.
Distancia con Le Pen
A diferencia de su relación con la extrema derecha alemana, el dueño de X no ha tenido, por ahora, ningúna palabra ni ningún tuit para Marine Le Pen. La postura de la líder de la extrema derecha francesa contra la reforma de las pensiones de Macron, apoyada por Musk, y su necesidad de evitar las opiniones radicales para seguir con su plan de blanquear su partido, Agrupación Nacional, pueden ser algunos de los motivos que han llevado a Le Pen y Musk a no acercar posturas.
Quién sí ha tenido palabras para el magnate ha sido Jordan Bardella, presidente de Agrupación Naciona. A finales de diciembre, en un encuentro en Chinese Business Club, Bardella aseguró que se trata de «uno de los ejemplos más iconoclastas».
Los esfuerzos del hombre más rico del mundo, Elon Musk, por desestabilizar al Gobierno laborista en el Reino Unido han alcanzado un nuevo escalón en las últimas semanas. El magnate estadounidense ha lanzado numerosos ataques contra el primer ministro, Keir Starmer, y ha mostrado su voluntad de tejer alianzas con la extrema derecha para echar a los laboristas del poder lo antes posible. La enorme influencia de Musk, así como su poder económico y también político –ante la inminente llegada de su gran aliado Trump a la Casa Blanca– le han convertido en una seria amenaza para Starmer, quien se ha visto obligado a responder a sus ataques mientras los planes de su Gobierno han sido apartados del foco mediático.
Musk ya demostró su capacidad de influencia en el Reino Unido el pasado verano, cuando alentó la ola de violencia xenófoba en varias ciudades del país con la propagación de noticias falsas sobre la identidad del autor del asesinato de tres niñas en Southport, en el noroeste de Inglaterra. Una violencia que obligó al primer ministro a cancelar sus vacaciones de verano y que fue la primera gran prueba de fuego para el Gobierno, elegido tan solo un mes antes. La reactivación de cuentas de agitadores de extrema derecha en X, entre ellos la del convicto Tommy Robinson, fue una muestra de la voluntad de Musk de dar visibilidad a comentarios xenófobos basados en la desinformación y de desestabilizar al Ejecutivo.
Agenda mediática
El dueño de X está interviniendo en la política británica legitimando la narrativa engañosa de la extrema derecha en relación a determinados hechos, como los ataques de Southport. Unas intervenciones que, en general, no son bien vistas por una parte importante de la población –tan sólo un 18% de los británicos tiene una opinión favorable de él, frente a un 54% que tiene una opinión desfavorable– pero que en muchas ocasiones sí son capaces de marcar la agenda mediática y política del país. En las últimas semanas, Starmer ha visto cómo sus planes para mejorar el Servicio Nacional de Salud y para combatir las bandas que trafican con inmigrantes han quedado ensombrecidos por la polémica con Musk.
«Durante el primer mandato de Donald Trump en Estados Unidos, muchos periodistas se preguntaron cómo podían informar de forma responsable sobre sus comentarios en Twitter sin que eso influyera en la agenda mediática y sin que les apartara de otras historias que merecían atención. Algunos directamente decidieron no hacerse eco de esos comentarios», explica James Dennis, profesor de comunicación política y periodismo en la universidad de Portsmouth. «Viendo la cobertura actual, no parece que los medios en el Reino Unido estén actuando de la misma manera. Musk puede ser poco popular, pero hay publicaciones que están compartiendo con gusto sus comentarios y eso puede ser más preocupante en términos de exposición al público británico en general», añade.
Repercusión política
La exposición mediática de Musk se extiende también al ámbito político. El multimillonario estadounidense ha amagado con financiar al partido de derecha populista Reform UK, a pesar de que su relación con el líder de la formación, Nigel Farage, se ha enturbiado recientemente. Según ha publicado la prensa británica esta semana, Musk estaría estudiando la forma de echar a Starmer del Gobierno antes del fin de la legislatura, previsto para 2029, algo que pretende conseguir ofreciendo un mayor apoyo a Reform UK, partido que ha mejorado en las encuestas hasta alcanzar un 22% de la intención de voto –ocho puntos más que en las elecciones de julio–. Incluso el Partido Conservador ha utilizado los argumentos de Musk para atacar al Gobierno en los últimos días, lo cual es una muestra más de su capacidad de influencia en la política británica.
El profesor Dennis sostiene que las intervenciones del multimillonario estadounidense no serán suficientes para hacer caer al Ejecutivo por sí solas, pero la amplificación de sus comentarios en los medios de comunicación y la aceptación de su discurso por parte de miembros de la derecha política sí pueden provocar importantes daños a Starmer en caso de que el primer ministro no logre cumplir con sus objetivos y enderezar el rumbo del país a medio plazo. «Si las cosas empeoran, especialmente en el ámbito económico, podría crearse una tormenta perfecta para que los comentarios de Musk tengan más repercusión», asegura. El papel de la plataforma X en la difusión de discursos de odio y de desinformación será una herramienta más para lograr su propósito, añade Dennis, quien señala que las leyes de protección online deberán ejercer de contrapeso a la propagación de bulos, tanto en el Reino Unido como en la Unión Europea.
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