Era el desplume de la incongruencia dejándola desnuda, a la intemperie, a piel vista de toda su inoperatividad y carencia. Que en Mallorca no se pudiera sacrificar un pollo en condiciones, es decir con garantías sanitarias y sin perforar el bolsillo del productor, viene a ser casi igual que el no poder llevarse un mendrugo de pan a la boca. Son contrasentidos del mundo y la sociedad moderna. Claro que, de no llegar tanta carne de ave empaquetada desde fuera, las cosas serían más consecuentes y comprensibles. De momento, esta Navidad no hay pollo de granja isleña. Sin embargo, se vuelven a oír cloqueos de esperanza.
El matadero de Inca es el único de Mallorca autorizado para sacrificar gallináceas. Abierto en 2020, ya ha cerrado dos veces por falta de operatividad, la última el pasado día 16, dos semanas antes de que venciera la cesión municipal. Necesita 10.000 cabezas al mes para ser viable. Cuando todo el mundo parecía arrojar la toalla sin remisión, cuatro pequeños productores locales deciden constituirse en cooperativa y afrontar su propia salvación y la de un mercado que agradecerá su coraje. El futuro se llama unión de esfuerzos. Pero no será fácil porque el mercado también es cómodo y hasta egoísta. Costará remontar. No es lo mismo avanzar desde la continuidad que hacerlo a partir de un parón. A su favor casi solo tienen la titulación y la experiencia.
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