Suena flojito una canción de salsa mientras un póster de los Red Hot Chili Peppers y luces amarillas, rojas y moradas decoran la estancia. Un pequeño escenario con amplificadores y algún micro espera vacío a que alguien lo llene, igual que la barra de madera con cuatro taburetes en las que algunos días se sirve cerveza artesana al ritmo de la música de algún artista que ha decidido probarse entre las paredes de este sótano aliado y adalid de la cultura en la capital grancanaria, el Buganvilla Studio.
En el número 9 de la calle Gravina del barrio de Guanarteme, se alza -hacia abajo- este espacio que también esconde en su interior salas de ensayo y grabación. En el pasado, las escaleras que conducen a su interior terminaban en un gimnasio, hasta que hace 16 años el guitarrista Carlos Rodríguez Rodríguez hizo una inversión y transformó el local en un pequeño templo para la música.
Hoy, con el mimo del trompetista Lucas Rousset del Pino -a quien Rodríguez cedió el espacio- y la colaboración de Aislinn Sullivan Suárez, el técnico de sonido Esteban Rivero Sosa, y otros nombres como Marta Holly, Pablo Suárez, Alan Himar Rodríguez o Alberto Muñoz, el espacio está activo con una programación semanal en la que ofrecen pequeñas presentaciones musicales o shows de comedia con su limitado aforo de 23 personas.
«Esto es más una sala de presentación íntima donde tú puedes probar lo que vas a hacer en un concierto más adelante», puntualiza Rousset del Pino sentado sobre uno de los sillones del Buganvilla.
«Una cosa que me gusta de los eventos que hacemos en El Buga es que muchos son debuts o la primera muestra de un trabajo que se ha realizado. Después, hay otros artistas que están más consolidados, pero sí es verdad que nos gusta la idea de que sea una carta de presentación, una lanzadera de ideas», explica Sullivan al lado del trompetista.
Ambos lo dejan claro: el motor de Buganvilla Studio no es hacer dinero, «no hay ninguna actividad económica activa», tal y como aclara Rousset del Pino. «Lo hacemos por gran amor al gran arte», añade Sullivan.
Así, es el artista el que elige el modus operandi que va a tener su concierto o show, ya sea gratis, con entrada previa o con uno de los métodos más habituales en estos contextos, la taquilla inversa, donde el público decide la aportación económica a realizar una vez ha visto el espectáculo.
Aumento de la programación
A pesar de que el Buganvilla Studio es un local mítico y por el que han pasado muchos artistas y bandas, no es hasta hace unos meses que su nombre ha empezado a llegar a oídos de más gente a partir de canales como su cuenta de Instagram, donde publican carteles de sus futuras actividades.
«Sencillamente había mucha gente que me estaba preguntando y que quería hacer cosas y ahí ya tuve que coger un poco las riendas y empezar a programar», recuerda Rousset del Pino a la vez que hace alusión a la falta de salas de conciertos en la Isla tras el cierre de Fábrica la Isleta.
Buganvilla Studio, siendo un «espacio cultural creativo» -como ellos mismos se definen-, tiene licencia de apertura hasta las 10 de la noche, momento en el que aprovechan para sugerirle al público que acuda a otro local al que también se le escapa el arte por los poros: la Sala Faro. «Está siendo bonito llevar las riendas de este espacio, pero también hablamos con muchos otros actores», apunta Sullivan. «Está habiendo un hermanamiento con la Sala Faro bastante positivo», complementa Rousset del Pino.
Sinergias entre artistas
En este sentido, otro de los aspectos que ambos destacan del Buganvilla Studio es su capacidad para servir de nexo y punto de encuentro entre el público y los artistas, entre los que no solo hay músicos.
«Es un poco el objetivo de este sitio: no solo ser una sala de ensayo, sino crear momentos de encuentro, de generación y de coproducción. Alguna vez ha pasado aquí, en estos mismos sillones, que han estado hablando personas y ha salido un proyecto conjunto», indica Sullivan.
«Y, además, hay una parte súper positiva que es que tenemos un público viejo, que ya venía aquí desde hace mucho tiempo con Carlos, unos clientes intermedios, que es la gente que tiene conciertos eventuales, y también un público joven, que se está dando a conocer poco a poco, que está viendo que tenemos las puertas abiertas y que podemos tener todo el equipo que necesitan. Todo ese cúmulo se está juntando y están conversando», añade Rousset del Pino haciendo referencia a la variedad de edades que presentan tanto la audiencia como los creadores y creadoras que se acercan al Buganvilla Studio.
Mientras la conversación sobre los sillones se apaga entre sonrisas de satisfacción y deseos de buena suerte, la música de un piano se escapa por los pasillos de las salas de ensayo, un sonido dulce que recuerda que este es un espacio vivo en el que no dejan de pasar cosas y que viene con fuerza y nuevas ideas de cara al próximo año. Hay que estar pendientes.