Suena flojito una canción de salsa mientras un póster de los Red Hot Chili Peppers y luces amarillas, rojas y moradas decoran la estancia. Un pequeño escenario con amplificadores y algún micro espera vacío a que alguien lo llene, igual que la barra de madera con cuatro taburetes en las que algunos días se sirve cerveza artesana al ritmo de la música de algún artista que ha decidido probarse entre las paredes de este sótano aliado y adalid de la cultura en la capital grancanaria, el Buganvilla Studio

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