A sus 39 años, el eurodiputado socialista Javier López (Madrid, 1985) acaba de estrenarse como uno de los vicepresidentes del Parlamento Europeo, un alto cargo dentro de la estructura del legislativo europeo. Atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA minutos después de presidir la sesión del Pleno en Estrasburgo de este miércoles, en la que se ha debatido cómo recuperar la competitividad europea en sintonía con el Pacto Verde y en la que ha intervenido por primera vez su compañera Teresa Ribera, vicepresidenta primera de la Comisión Europea y la española con más poder hoy en la Unión Europea.
López, que proviene del PSC y fue número tres de la lista de los socialistas a las elecciones europeas de junio, es también una de las personas clave en la negociación para la entrada del catalán, gallego y euskera en el Parlamento Europeo.
Forma parte del grupo de trabajo de la llamada Mesa sobre Lenguaje de los Ciudadanos y Servicios Lingüísticos…
Ahí se ve la petición del Gobierno de España sobre el uso de las lenguas cooficiales en parte del territorio español. Es una petición viva y que está estudiando de forma constructiva el grupo de trabajo.
¿Qué supondría si sale adelante?
Hay dos peticiones en marcha. La que está observando la Mesa del Parlamento Europeo es la petición del Gobierno de España sobre el uso de estas lenguas cooficiales en el Pleno del Europarlamento. Y luego, al mismo tiempo, el Consejo de Asuntos Generales de la UE, conformado por los ministros de Exteriores, analiza la petición de España de que sean lenguas oficiales en la UE.
¿Se plasmaría en la traducción simultánea en el Parlamento Europeo?.
La oficialidad a nivel europeo significaría automáticamente su uso en el Pleno y la traducción simultánea de todo el acervo comunitario, incluida toda la legislación europea.
¿Quién, cómo y cuándo lo decidirá?
Lo tiene que decidir primero el grupo de trabajo. Y luego, en último caso, será la Mesa del Parlamento Europeo quien tomaría la decisión. Entiendo que en los próximos meses deberíamos tomar una decisión al respecto.
¿Cuál es su posición?
Nosotros estamos defendiendo la petición por justicia lingüística, por representatividad y por mayor cercanía en instituciones europeas con los ciudadanos de España y los 20 millones de ciudadanos españoles que conviven con esas lenguas oficiales. Sería una medida positiva y en la buena dirección.
Entramos en un arranque de año que todo el mundo pronostica como bastante turbulento. Las preocupaciones van desde la débil posición económica y política de Francia y Alemania a Ucrania, pasando por la llegada de Trump a la Casa Blanca. ¿Cómo se está preparando la UE?
Europa tiene que ser capaz de tomar las riendas de su destino. Tenemos frentes abiertos en economía, seguridad y autonomía estratégica, energía y protección de la democracia. Sabemos que la llegada de Trump a la Casa Blanca conlleva implicaciones relevantes en términos económicos y de seguridad para la Unión Europea. Un Trump que además esta segunda legislatura va a ser probablemente diferente a la primera y no va a tener los contrapesos del Congreso o del Tribunal Supremo y con un partido republicano sometido a su posición política. Y más relacionado internacionalmente con el conjunto de la extrema derecha global y también con algunas fuerzas políticas aquí en Europa. Y que quiere iniciar una nueva política arancelaria con Europa.
¿Cómo nos preparamos para una eventual guerra de aranceles?
La Comisión Europea está estudiando con detenimiento la posibilidad de que la nueva administración tome medidas restrictivas para el comercio. Nosotros vamos a querer mantener la lógica de buena cooperación con Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, siendo honestos y sinceros, los europeos no podemos estar dependiendo cada cuatro años de lo que vayan a votar 25.000 personas en Pensilvania.
Y eso, ¿qué implica?
Necesitamos reforzarnos en materia de seguridad económica. Probablemente recuperar capacidades en materia industrial en sectores estratégicos. Por eso la presidenta Ursula Von der Leyen ha lanzado varias estrategias: de industria limpia e industria vinculada a las grandes transiciones digitales y verdes.
¿Y España?
Es, con mucho, la economía que mejor funciona de la zona euro, con crecimientos del 3%, sobre todo mientras tenemos a Alemania en recesión y a Francia e Italia con crecimientos planos. Probablemente la ansiedad económica no se esté percibiendo tanto en España por la dulce situación económica que tenemos. The Economist nos ha calificado como la mejor economía de este año entre los países desarrollados de la OCDE, pero en el resto de Europa hay cierta sensación de que estamos perdiendo capacidad en términos competitivos.
¿Hace falta un cambio de modelo?
El modelo de prosperidad europeo tras la caída del muro de Berlín está basado en tener Defensa y seguridad barata americana, energía barata rusa y bienes de consumo baratos chinos. Las tres cosas, por diferentes razones, se han acabado. Europa solo va a poder salir de esta situación y reinventar su modelo de prosperidad con más Europa. Tiene que hacerse cargo de su seguridad en un entorno geopolítico muy competitivo y con actores que son verdaderas amenazas, como hemos visto claramente en Ucrania. Debemos hacernos cargo de nuestro suministro energético para ser autónomos energéticamente, reforzando nuestra apuesta por las renovables. España es en eso un caso de éxito, con el 50% de la electricidad de fuentes renovables. En tercer lugar, tenemos que recuperar producción industrial estratégica.
¿Qué se puede hacer en ese sentido?
Los informes de Mario Draghi y Enrico Letta tienen dos grandes tesis sobre cómo mejorar nuestra competitividad. Una dice que falta inversión; otra, que sobra regulación. Creo que tenemos que fomentar una regulación inteligente, sin volantazos. Pero el mayor problema que tiene Europa es el de la inversión, con un déficit estructural de inversión durante los últimos 15 años. Las normas fiscales europeas no dan margen para la inversión necesaria. Los fondos europeos Next Generation EU están siendo un éxito en ese sentido, y ayudan a modernizar y mejorar nuestra competitividad.
¿Debemos invertir en industria militar? Hay quienes lo discuten porque si se invierte en Defensa no se invierte en otras cosas.
Tenemos que ser capaces de apostar por una industria limpia, competitiva y socialmente justa. Pero, al mismo tiempo, uno de los fenómenos que vive Europa es que el paraguas de seguridad que habíamos tenido durante desde el año 45 ya no es fiable…
No está garantizado…
Y, al mismo tiempo, vivimos en un entorno geopolítico marcado por dos grandes guerras en nuestras puertas, en Oriente Próximo y en Ucrania. Y con amenazas que han aumentado exponencialmente durante los últimos años. Lo que muchos aquí defendemos es que tenemos que invertir más en nuestra seguridad. Pero invertir europeo: más industria europea, y más coordinada. Siempre en consonancia con los compromisos que ya hemos adquirido en el seno de la OTAN, del 2% de gasto. Eso no va en detrimento de que Europa deba continuar siendo un espacio de paz y que proyecta paz en el mundo. Pero el entorno geopolítico actual es el que es. Lo que no se puede es soplar y sorber al mismo tiempo: no puedo querer no gastar más en Defensa y depender menos de los americanos.
Ha hablado de la economía y de seguridad, nos falta la parte política. La llegada de Trump ha reforzado a la ultraderecha, por ejemplo en Hungría. El Parlamento que acaba de salir y del que usted es vicepresidente tiene a uno de cada cuatro diputados de ultraderecha… ¿Ha notado algún cambio en el ambiente o en los debates?
Hay cerca de 200 eurodiputados de ultraderecha de un total de 721. Y tienen tres grupos políticos. Están en el Gobierno en Italia y de Hungría, y cada vez más coordinados entre ellos e internacionalmente. Eso es un cambio. Pero el equilibrio de las grandes familias políticas en la UE se ha mantenido. Ha salido más frágil tras las elecciones, pero el tsunami que algunos vaticinaban las últimas elecciones europeas no se ha dado. Hemos podido conformar una Comisión Europea. Que se ha movido a la derecha, sí, porque el centro de gravedad está más a la derecha, con más gobiernos nacionales en los 27. Pero, al mismo tiempo, tenemos un magnífico presidente el Consejo Europeo, Costa, que es un socialista portugués. No solo tenemos la vicepresidenta primera de la Comisión Europea Teresa Ribera, la primera vez en la historia. Además, dirigimos una de las grandes instituciones financieras, con Nadia Calviño en el Banco Europeo de Inversiones. La prensa europea calificó a Teresa Ribera no solo como la más poderosa de la próxima comisión, sino a su cartera de competencias como las mayores que nunca un comisario había tenido en Europa.
A cambio el PSOE tuvo que pagar el precio de votar sí a una comisaria de Meloni…
Pero una comisaria de Meloni íbamos a tener sí o sí, porque los tratados dicen que los gobiernos nacionales ponen a los comisarios. Nosotros lo que hicimos es reforzar la posición de la izquierda dentro de la Comisión Europea.
¿Algún cambio más tras las elecciones de mayo?
Que por primera vez en la historia vemos aquí una estrategia del Partido Popular Europeo donde hay la tentación explícita de llegar a acuerdos con la extrema derecha. Lo hemos visto en diferentes ocasiones durante los últimos meses. Lo vemos en algunos escenarios nacionales, el caso de España es claro con el Partido Popular y Vox. Pero a Bruselas son nunca había llegado y nosotros luchamos por mantener el cordón sanitario.
Eso le da una posición de fuerza al Partido Popular Eurpeo cuando negocian con ustedes: pueden decirles que si no votan lo que ellos quieren, siempre tienen al bloque de ultraderecha para sacar las leyes adelante. ¿Han notado ya esa triangulación?
Es una mayoría alternativa falsa, irreal. Porque suma aritméticamente, pero no puedes gobernar Europa con la extrema derecha. La extrema derecha no aprobará leyes ni presupuestos ni gobiernos de comisiones en el Parlamento.
Pero, ¿por qué no? Si suman…
Porque su rechazo a las instituciones europeas hace que institucionalmente no sea una mayoría operativa. Tenemos que reivindicar la herencia positiva de la antigua Democracia Cristiana del PP, que ha contribuido a la construcción de Europa y que cumplía una función histórica. Parece que algunos dentro del Partido Popular Europeo, como el del PP español, que están dispuestos a dimitir de esa función histórica. En Alemania, por ejemplo, que está a punto de unas elecciones, hay un candidato de centro-derecha con un candidato, el señor Mertz, conservador, más que Angela Merkel, pero que se niega literalmente a dar la mano a los líderes de Alternativa por Alemania. Esperemos que ese espíritu tan positivo acabe guiando al PP europeo y acabe influyendo al PP español.