En el parque de atracciones políticas en el que estamos instalados desde las últimas elecciones generales los hay, porque les va la marcha y se alimentan de vértigo, que no quieren bajarse de la montaña rusa. O viven en los márgenes, atrincherados, o no son. «¡Que Pedro Sánchez dimita!»; «¡que Feijóo presente una moción de censura aunque no le den los números!»; «¡que el PP coloque a otro más atrevido en la presidencia del partido!”. Que la fiesta del ruido no pare, en definitiva, aunque el país tenga buenos números pero problemas serios para sostener el modelo de bienestar, para garantizar viviendas dignas para vulnerables y clases medias y apenas recordemos ya lo que significa firmar un pacto de Estado. No olvidemos tampoco, por favor, que los efectos de la DANA mantienen la herida valenciana abierta y tenemos la obligación moral de no dejar de ayudar.
En este contexto sube y baja una montaña rusa a prueba de adrenalinas. La desafección política cotiza al alza. El foco informativo se centra en los tribunales y los jueces en algunos casos, más que arrojar luz, pretenden brillar como estrellas. Aunque sea de manera fugaz. Pedro Sánchez, el presidente, quiere presentar un proyecto de presupuestos en las primeras semanas de 2025 pese a que Junts le pide que, previamente, pase por taquilla y se someta a una cuestión de confianza. Él no tiene intención y le quita hierro al hecho de que los de Carles Puigdemont, como los del PNV, hayan dejado de generar anticuerpos frente al PP y lleguen a pactos parlamentarios con los populares –ay la fiscalidad para las energéticas…- para demostrar el jefe de los socialistas que, aunque no le maten (al menos de momento) es políticamente mortal.
Sánchez exhibe seguridad gestual ante este tipo de jugadas. Se esforzó en ello en la ‘copa navideña’ que recientemente ofreció a los periodistas en La Moncloa. Cree que son movimientos tácticos, coyunturales, y que no tiene motivos para preocuparse de verdad porque pese a lo endeble de la mayoría que le sustenta a él y a su gobierno (hasta Sumar le está acusando en estas horas de incumplir el texto que los asoció en un Ejecutivo de coalición), Feijóo no logra una mayoría para poder echarle con una moción de censura. Es más: piensa que el jefe del PP, además de no haber mejorado lo suficiente sus relaciones con grupos nacionalistas o independentistas, tampoco logra que lo suyo con Vox funcione.
Con estos cálculos el presidente Sánchez se ve apurando legislatura y triunfando de nuevo tras las siguientes generales, a las que ya sabemos que pretende volver a presentarse, por mucho caso Koldo y mucho caso Begoña que puedan copar titulares y conversaciones ciudadanas. Mientras la economía funcione, Cataluña siga desinflamando con el socialista Illa en la Generalitat y los ‘socios’ gubernamentales tiren piedras pero escondan las manos, él se ve sobreviviendo. Pero lo cierto es que Junts y los peneuvistas ya le han enviado mensajes de que hasta los que resisten por encima de la media, son de carne (política) mortal.
Feijóo, por su lado, también conoce sus riesgos. No sucumbe a los cantos de sirena ajenos sobre los supuestos beneficios de arañar a Sánchez con una moción de censura que no saldría adelante. Su valoración es que con eso fortalecería al presidente en vez de debilitarlo, como pretende. El jefe de la oposición insiste a sus equipos que no hay que desfallecer en 2025, porque un adelanto electoral podría colarse en escena en cualquier instante. Sin avisos. Sabe que la nefasta gestión autonómica de la DANA le ha hecho daño a su partido más allá de Valencia y a la hipotética unión sin fisuras de sus baronías, que son las que copan el poder con el que hacer frente a la Administración central, de ‘tú a tú’, desde los territorios. Muchísimos territorios.
El respaldo de los territorios del PP y su fortaleza es esencial para que Feijóo pueda intentar ganar otras elecciones. No puede permitirse tensiones. Especialmente con Madrid y Andalucía (a Mazón, como ya dijimos en estos análisis políticos semanales, lo da por amortizado). El político gallego se mantiene en la sala de máquinas de Génova porque fue el más votado en las últimas legislativas, aunque no gobernara. Nunca se ha visto haciendo oposición con un voto menos que el PSOE… y eso ayuda a entender qué puede pasar si gana en las siguientes generales; si gana pero vuelve a no poder gobernar o si directamente, pierde. Su acercamiento a partidos como PNV es, hoy por hoy, indispensable si quiere sumar. Tan consciente es Feijóo que hasta coquetea con Junts en sede parlamentaria, a sabiendas de que eso provoca aún urticaria en organizaciones populares como la madrileña. Lo complicado para él es que Vox sigue siendo incompatible con los nacionalistas que, a finales de 2024, sugieren a Feijóo que no confunda los pactos concretos con alianzas profundas. Vamos, que también le recuerdan que es (políticamente) mortal.