Sandra Cabrera trabaja desde hace dos años como profesora de inglés para un liceo en la Petite-Terre de Mayotte, la isla francesa del océano Índico que el sábado fue arrasada por el paso del ciclón tropical Chido. «Mi casa voló», resume esta joven, de 30 años y natural de Fuerteventura. El ciclón comenzó a las ocho de la mañana. Hasta las 14 horas, llovió sin parar, con vientos huracanados que arrastraron todo lo que se interponía en su camino. Oficialmente, hay 31 personas fallecidas; extraoficialmente, un número desconocido de desaparecidos.
Sandra es una de los cinco canarios que vive en el archipiélago de Mayotte: tres de ellos –Sandra, Francisco Benítez y Chahida Asousi, todos profesores– residen en la isla de Petite-Terre. En la grande lo hacen otra profesora tinerfeña y una fisioterapeuta.
«Yo estaba dentro de casa. Sabíamos que llegaba un ciclón, pero no esperábamos que fuera tan fuerte», relata la majorera. A las ocho de la mañana comenzó a llover y a azotarlo todo el viento. «Empezó a entrar el agua dentro de casa. La achicamos como pudimos, hasta que una ventana se cayó. Cogí lo más importante, mochila, documentación, el teléfono, el ordenador y me fui», continúa Sandra, en conversación con LA PROVINCIA/Diario de Las Palmas desde Mayotte.
Inundación
Bajó hasta casa de otro de los canarios, Francisco, de Telde. «Fui agarrándome a la barandilla, bajé las escaleras sentada, evitando que la cabeza estuviese expuesta porque solo veía volar planchas de tejados. Ya se estaba inundando todo», cuenta sobre el desastre: «Las ventanas parecía que iban a explotar».
Ambos, ya juntos, se cambiaron a la casa de Chahida, que cuenta con techo de cemento. «El edificio parecía que se iba a caer, se movía como si fuese un terremoto de lo fuerte que estaba el viento», continúa. Por la venta no se veía nada, debido a la fuerte lluvia. Ahora, los árboles están desnudos, sin hojas; no quedan construcciones de madera en pie en las zonas de favelas, el tendido eléctrico está en el suelo… Es la imagen de la destrucción.
«No tenemos agua ni luz. Internet llega dependiendo del momento. Hoy llovió bastante [por este jueves], porque comienza la temporada de lluvias tropicales, y aprovechamos para recolectar agua de la lluvia para sobrevivir», confiesa Sandra. Estaba previsto que se repartiese comida en los ayuntamientos, pero las autoridades lo cancelaron.
Su casa ha quedado destrozada. Para comer, los tres canarios que están juntos aprovechan lo que tenían en los congeladores. «Hay cosas que hemos tenido que tirar porque llevan ya cinco días sin frío y no se pueden conservar. Tiraremos de conservas, latas de atún, garbanzos… Y cuando las terminemos, ya veremos cómo está la situación», dice. Esperan poder regresar antes de la isla, aunque no saben cuándo.
Evacuación
De hecho, esta profesora de inglés tenía previsto volver el jueves a Canarias por Navidad. Su avión salía este miércoles de Mayotte a Reunión y el jueves de Reunión a París. «El aeropuerto sigue militarizado. Lo que dicen es que las familias de los militares y gendarmes serán evacuadas a Reunión. Y nos ha llegado que están empezando a plantearse la evacuación de españoles prioritarios: familias con niños, embarazadas o enfermos. Nosotros no entramos en esas características, no sabemos cuándo podremos salir», revela.
En medio del desastre, entre los compatriotas se ha desatado la solidaridad: «Si uno tiene agua vamos todos a por agua a su casa; si otro tiene luz, cargamos los móviles. Compartimos dinero, porque los cajeros se vacían. Y en los supermercados hay comida, pero no tenemos dinero en efectivo y en tarjeta no se puede pagar».
Sandra se ha cruzado por la calle con alguno de sus alumnos adolescentes. De su escuela prácticamente no queda nada en pie. «Algunos nos han dicho que no tienen nada. Se me rompe el alma de ver cómo se les ha ido toda su vida con 15 o 16 años», dice con pesar y explica que en Mayotte hay muchos migrantes sin papeles, que viven en chabolas.
Los tres viven ahora juntos, lo que les ayuda a sobrellevar la situación, pese a que la desesperanza aflora a medida que pasan las horas. «Estamos intentando llevarlo de la mejor manera para no entrar en el bucle de la negatividad», asevera.
Francisco, de Telde, critica la falta de información y no saber lo que está pasando en lugares donde «realmente ha sido horroroso». Lo que más le preocupa es cómo estarán sus alumnos y también su familia, con la que ha contactado cuando ha logrado un poco de conexión.
Y Chahida, también de Gran Canaria, reconoce que la sensación de devastación sigue siendo la misma. «Sigo teniendo esa sensación de miedo cada vez que salgo a la calle», relata. Mientras tanto, los tres esperan con ansias la mejora de la situación y la noticia de que pueden volver a casa. El Gobierno canario se ha interesado por la situación de todos los isleños y permanece en contacto con la Embajada en Francia.