Es otra de las secuelas que deja la DANA aunque no aparece en los balances de daños. Con el foco puesto en la recuperación de las viviendas, comercios o infraestructuras, el bienestar emocional de muchos vecinos que han tenido que aprender a convivir con las duras imágenes de lo vivido aquella fatídica tarde y con la nueva realidad de sus municipios está poniendo en jaque su salud mental. También la de muchos trabajadores como Carlos Parra, un policía local de Picanya que estaba de servicio aquel día y que ahora no ha dudado en pedir ayuda para aprender a gestionar todas estas emociones: «Lo más duro está siendo aceptar la realidad», narra.

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