Cuando pensamos en la Navidad se nos vienen a la cabeza momentos de felicidad, alegría y reunión con nuestros seres queridos. Quizá porque es a lo que estamos acostumbrados o quizá porque nunca hemos sentido la soledad de estas fechas.
Muchos rehúyen de la denominada época más mágica del año. Para algunos termina por convertirse en una pesadilla. Un trago amargo entre luces de colores, regalos o siluetas de los Reyes Magos por cada rincón de la ciudad.
La muerte de un ser querido, separarte de una persona a la que has querido mucho, cambiar de ciudad o alejarte de lo que te hacía feliz son algunos de las causas que pueden llevar a tener el síndrome de la silla vacía.
Pero, aunque se puedan sentir solos, no lo están gracias a personas como Asunción González, presidenta del Teléfono de la Esperanza en Valladolid. Una voz amiga que ayuda en la distancia. En los momentos más complicados, en las tardes de soledad y en los días grises.
«Las llamadas aumentan en estas fechas porque hay quienes echan de menos a un familiar que ha fallecido o se ha ido. Es un cambio grande que no se llena de cualquier manera», afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León.
En el caso de Valladolid son 23 voluntarios los que acompañan durante estos días -y a lo largo del año- a quienes más los necesitan. Y lo triste es que existen ciertos prejuicios al creer que los que llaman son personas vulnerables o sin recursos, pero nada más lejos de la realidad.
«Son personas normales con sus problemas cotidianos que necesitan expresarlos y no siempre encuentran alguien a su alrededor para que los escuchen. O, a veces, no tienen esa intimidad que puede haber con un desconocido», asegura.
Si observamos una de las estadísticas publicadas por el Teléfono de la Esperanza, el perfil mayoritario de las personas que solicitan ayuda es el de edades comprendidas entre 46 y 55 años con un 24,26%, según los datos de 2022.
Asimismo, es mayor en mujeres -63,2%- que en hombres. Y, en cuanto a la ayuda que solicitan, destacan las peticiones de personas que se sienten solas, también quienes tienen síntomas de depresión o ansiedad. Y las crisis de proyecto vital.
Para formar parte de esta comunidad de voces que alivian, solo hay que saber «escuchar y ser empático». González asegura que quienes llaman «solo necesitan sentirse escuchados» y, más aún, en estas fechas de reunión.
Para los voluntarios del Teléfono de la Esperanza hay varias formaciones, dos de desarrollo personal y otra de orientación en crisis, que es «más técnica». «No puedes coger el teléfono el primer día porque nadie está preparado. Hay que aprender», asegura.
Una formación que, además, se va desarrollando con el paso del tiempo ya que cada mes o mes y medio se forman en distintos talleres y cursos. En cuanto al tiempo de la llamada, depende de cada persona.
«Varía según el problema que sea o el ritmo que la persona necesita para contarte algo. No hay un límite establecido. Hay llamadas que se resuelven en 10 minutos y otras necesitan una hora y media», explica.
Por último, desde el Teléfono de la Esperanza piden estar más pendientes de las personas que cada uno tiene a su alrededor e intentar detectar si necesitan ayuda o se sienten solas en estas fechas tan señaladas en el calendario.
«Es necesario ayudar a los demás. Que tengan alguien con quien hablar y sentirse vinculados. Somos seres sociales, si no nos relacionamos, morimos», matiza.
En definitiva, unos días que cuestan un poco menos gracias a quienes descuelgan el teléfono para, sin esperar nada a cambio, poder hacer sonreír o sentirse un poco mejor a los demás.