No se conocen. Tampoco sus padres lo hicieron, ni sus abuelos, ni bisabuelos. Aparentemente nada los une. Uno, español; otro, italiano. Si no se esfuerzan, ni siquiera se van a entender. Un par de gestos, no más. No lo saben, pero están ahí, frente a frente, porque lo intuyen. Son familia. De la lejana, pero familia al fin y al cabo. Comparten antepasados, seguro, aunque ahora, en plena calle, no lo pueden demostrar. Su árbol genealógico reflejaría familiares comunes, de esos de los que es imposible tener foto. Como mucho, recuerdo oral. Toda duda queda resuelta con el carnet de identidad. Ambos se apellidan Luchoro. Ambos son tabarquinos pese a que viven a mil kilómetros de distancia.
La pasada semana 75 descendientes de aquellos pescadores genoveses que se instalaron en 1540 en la isla tunecina de Tabarka para explotar el coral rojo se reunieron en Génova para conocerse y compartir una herencia común.
A dicho acto la diáspora tabarquina llegó de Carloforte y Calasetta, dos municipios de la isla de Cerdeña, y de Nueva Tabarca, en Alicante; las tres ubicaciones donde fueron recolocados años más tarde cuando hubieron de huir. El encuentro, que tuvo lugar hace dos semanas, entre el 28 de noviembre y el 2 de diciembre, acogió varias conferencias, actos culturales y ceremonias religiosas. Además, los presentes colocaron un monolito con tres placas sobre la historia tabarquina en una plaza de Pegli, el barrio de Génova que ejerció de campo base de la reunión.
Este viaje supuso el regreso al origen familiar de todos los asistentes casi 500 años después de que sus antepasados salieran de Génova para conquistar la Tabarka tunecina. Desde entonces, un gentilicio sobrevuela sobre todo ellos: tabarquinos (tabarchini en italiano). «Ha sido muy emocionante, hemos recuperado las raíces de nuestro pasado», cuenta Antonio Ruso, presidente de la Asociación Tabarca Cultural, que lideró la comitiva alicantina en el encuentro de Pegli . Su apellido, Ruso, es uno de los rastros inequívocos de ese pasado común.
A mediados del siglo XVI los Lomellini y Grimaldi recibieron la concesión de pesca y comercio de la isla de Tabarka por parte de Carlos V, con la connivencia del Túnez otomano. Así, en pleno Mediterráneo, frente a la costa tunecina y cerca de Argelia, aquel contingente de pescadores genoveses y sus familias (varios historiadores afirman que en torno a 300) echó raíces.
Dos siglos más tarde, en 1741, Ali I, bey de Túnez, tomó Tabarka y esclavizó a aquellos hombres. El historiador Robert C. Davis indicó en 2001 que en aquel cautiverio moriría un tercio del total. Después de casi tres décadas de encarcelamiento entre Túnez y Argel fueron liberados tras la intervención de diversas autoridades. «Hasta el Papa medió», narra Antonio Ruso. También lo hicieron los reyes de Cerdeña y España, Carlo Emanuele III y Carlos III, respectivamente. Aquello supuso la creación de nuevas comunidades por diferentes enclaves del Mediterráneo. Una dispersión que hasta este mes de diciembre no había tenido una reunión total.
Los tabarquinos rescatados por Carlo Emanuele III fueron reubicados en la isla de Cerdeña. Así, en 1745 varios de aquellos tabarchini se instalaron en Carloforte, un municipio fundado pocos años atrás. Otro grupo, redimido en 1770, fundó Calasseta, localidad ubicada en la isla de Sant’Antioco, también en Cerdeña.
Por su parte, los 323 recuperados de origen ligur por Carlos III fueron destinados a la costa de Alicante en 1769, concretamente a la isla conocida como Isla Plana o de San Pablo. Desde aquella llegada de los descendientes de los pescadores italianos que habían sido apresados y luego liberados, fue bautizada como Nueva Tabarca o simplemente Tabarca.
Se cree que estos tabarchini llegaron por mar a Cartagena y de ahí, a Alicante. Tuvieron que esperar casi un año para que la isla estuviera a punto y fueron alojados momentáneamente en el Convento de las Monjas de la Sangre, tal y como refleja Armando Parodi en sus Crónicas tabarquinas. Sería en 1770 cuando por fin se instalarían en la isla. El Conde de Aranda, que en aquella época era presidente del Consejo de Castilla, vio oportuna la idea porque los tabarchini continuarían con su oficio, la pesca, y también poblarían una isla hasta entonces vacía y, por tanto, posible objetivo de ataques berberiscos. En total fueron 296 los que se instalaron en una Tabarca que el ingeniero militar Fernando Méndez de Ras cambió de arriba abajo al construir murallas, baterías, baluartes, casas, iglesia…
En 2024, camino de los cinco siglos de aquella partida desde Génova hacia Tabarka, el reencuentro entre las tres zonas que se saben herederas fue un éxito. «A mí me ha parecido fascinante, muy emotivo», cuenta Malena Ortuño, secretaria de Tabarca Cultural. «Ésta es la historia de un grupo de genoveses que, tras enfrentarse a conquistas, esclavitud y diásporas, lograron preservar una identidad única que perdura hasta hoy», refleja Miguel Andújar, integrante también del grupo de alicantinos que participó en la visita.
Al acto, organizado por la Asociación Pro Loco, acudieron los alcaldes de los dos municipios italianos (Carloforte y Calasetta) y la delegación alicantina encabezada por el citado Antonio Ruso. El primer edil de Alicante, Luis Barcala, envió una carta a través de la expedición de alicantinos, que se hospedó en el hotel Mediterranée, antigua propiedad de los Lomellini. «Fue un guiño a nuestros orígenes y antepasados», comenta Ruso. En el encuentro hubo conferencias de historiadores y lingüistas, en las que se valoró la gesta del pueblo tabarquino y la particularidad de su lengua. Los participantes también llevaron a cabo un homenaje a su pasado y colocaron en una plaza de Pegli un monolito con tres placas que celebraban la historia de los tabarquinos. Además, el encuentro se remató con una cena con platos típicos de Carloforte.
Asimismo, se efectuó una eucaristía en la catedral de Nuestra Señora del Huerto de Chiavari, en homenaje a Juan Bautista Riverola, que fue el último párroco de Tabarka y el primero de Nueva Tabarca. Su reconocimiento fue uno de los momentos más emotivos de la reunión tabarquina. «Quisimos recordar la vida del religioso, que además está enterrado debajo del altar mayor de Nueva Tabarca», relata Antonio Ruso.
Camino de la UNESCO
El encuentro también fue un acelerador para que esta «epopeya tabarquina» -así la llaman- sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. «Esta historia de resiliencia involucra a cuatro países (Italia, España, Túnez y Argelia) y dos continentes», señala el periodista Marco Bonetti en el periódico local Liguria Day.
Este encuentro de las comunidades tabarquinas se celebra anualmente entre los integrantes de Calasetta y Carloforte y este 2024 ha tenido la novedad de participar por vez primera la delegación alicantina. «Ha sido una reunión familiar multitudinaria y entusiasta, han sido momentos intensos», indicó Remigio Scopelliti, representante de Calasetta.
Ahora los integrantes de Tabarca Cultural ansían que la próxima reunión de la «familia» sea en la isla alicantina. «Sería fabuloso», explica José María Pérez Burgos, jefe de Patrimonio del Ayuntamiento de Alicante y director del Museo de Tabarca. Entre esos anhelos de la asociación también está la desestacionalización del turismo de la isla. «Se necesita atraer más turismo cultural, Tabarca es la joya de la corona de Alicante», cuenta Pérez Burgos, que recalca la singularidad de una isla fortificada en el siglo XVIII.
Los integrantes del colectivo persiguen la celebración de conciertos, exposiciones y demás actividades culturales. «Es el momento de avivar este tipo de turismo también, tenemos que dinamizar la isla todo el año», cuenta la secretaria Malena Ortuño. La particularidad obliga a tener excesiva cautela sobre varios de los elementos singulares: el faro pertenece a la Autoridad Portuaria; la iglesia, al Obispado; la torre de San José, a la Guardia Civil… Así lo repasa Pérez Burgos: «La isla es BIC (bien de interés cultural), con lo cual cualquier actuación tiene que estar aprobada también por la conselleria de Cultura; hay que dinamizar la isla, pero paso a paso». Por lo pronto, en 2025 tendrá lugar un ciclo de cine con la proyección de las películas rodadas en Tabarca. La pionera, la británica Manuela, de 1957.
En 2020 se cumplieron 250 años de la llegada de aquellos pescadores tabarquinos al que sería su nuevo hogar en Alicante. Desde entonces apellidos como Manzanaro, Parodi, Luchoro, Chacopino o Russo han ido danzando por la provincia, impregnando una originalidad que hace dos semanas encontró familia a más de mil kilómetros de casa.
En marcha la gramática y el diccionario del «tabarchino»
La lengua tabarquina es un tesoro lingüístico único, que continúa hablándose en los municipios sardos de Calasetta y Carloforte. En la Tabarca alicantina se fue extinguiendo con el paso de los años en favor del castellano y, sobre todo, del valenciano, lengua que se ha mantenido con más firmeza, a diferencia de lo ocurrido en localidades cercanas como Santa Pola o Alicante.
El tabarchino goza de reconocimiento regional a través de las leyes de promoción de la lengua y la cultura sardas y los expertos diferencias dos variedades. En Carloforte se conservan muy pocos arcaísmos y se acerca mucho al genovés moderno; por el contrario, el de Calasetta tiene muchos más arcaísmos y se acerca mucho al ligur del siglo XVII, y su léxico también tiene más influencia sarda. Los dos dialectos comparten palabras de derivación árabe tunecina y francesa. Fiorenzo Toso publicó el Dizionario Tabarchino, donde recoge vocabulario característico y también se está ultimando una recopilación de gramática.
En el encuentro tabarquino de hace dos semanas se habló del tema y de cómo el hecho de mantener la lengua ha provocado que perdure generación tras generación el espíritu de pertenencia. «Incluso en la esclavitud, siempre mantuvieron viva la memoria de sus orígenes y sus tradiciones ligústicas», recoge un diario local. «Nosotros, al estar tan lejos, hemos estado desconectados, pero esta reunión ha servido para reencontrarnos», cuenta Antonio Ruso, de la Asociación Tabarca Cultural.
Algunos apellidos, genoveses, fueron españolizados con el paso del tiempo: Luchoro (Luxoro), Chacopino (Giacoppino), Manzanaro (Mazzanaro), Salieto (Saglietto) o Russo (Rosso) son algún ejemplo.