Existen dos clasificaciones sencillas para valorar el tamaño de los bancos. La preferida es su valor en bolsa. Es la mejor radiografía que realizan los inversores, presentes y potenciales, de su cuenta de resultados, de la salud de su balance y de las expectativas futuras de crecimiento. La segunda es según el volumen de sus activos, sin distinguir el estado de los mismos. Puede haber activos magníficos y otros, voluminosos, que sean muy malos. Basta con recordar el valor, en tiempos pretéritos, de la valoración real de multimillonarios créditos inmobiliarios que acabaron arrastrados.

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