El Real Madrid acudió a Vallecas a jugarse el liderato porque de allí podía salir encaramado a lo más alto, pero sabía de la dificultad de la empresa. Y noventa minutos y seis goles después, el empate final fue largamente celebrado por la parroquia vallecana, no por su entrenador. El día que Bellingham conoció el campo más inglés de la Liga el Rayo desperdició dos goles de renta y la defensa del Real Madrid hipotecó una remontada heroica que no sirvió de nada. Porque Vallecas es Vietnam. Un campo en el que llueven las bombas sobre las áreas, en el que las trincheras distan un paso y es imposible hacer ancho.
Ridículo defensivo blanco
Ancelotti apostó por un once con Tchouameni en el eje de la zaga, sin Vinicius ni Mbappé en el césped, y entregando la batuta a Bellingham y Modric, además de alinear un ataque con hambre con Arda, Brahim y Rodrygo. El choque arrancó con una jugada sintomática. En el saque de centro Arda Guler disparó directamente a la portería de Batalla, quizás un aviso de las intenciones de los del Bernabéu en un campo tan angosto. Arda se acostó a la derecha, Rodrygo en la izquierda, Brahim de falso nueve y Bellingham, por detrás. Pero en la primera aparición rayista en el área de Courtois, a los tres minutos, De Frutos colgó la pelota al fondo del pasillo, donde apareció solo Unai López para cabecear a la red el centro sin levantar los pies del suelo. Un gol en el que la zaga madridista quedó retratada. El error tenía nombre y apellido: Aurelien Tchouameni, que marcó al mismo hombre que vigilaba Rudiger, obligando a Lucas a bascular y dejar su espalda desguarnecida. Íñigo Pérez le ganaba el pulso a Carletto en la pizarra y Bellingham, que se estrenaba en Vallecas, correteaba persiguiendo a los indómitos vallecanos. Especialmente a un Isi que se movía fuera del radar del doble pivote blanco, a lo que se sumaba que Nteka ganaba todas a Tchouameni por arriba.
El Madrid tenía la pelota, pero estaba descolocado, incómodo, dubitativo. Hasta Rudiger ha perdido su fiabilidad, quizás por la inestabilidad de sus parejas de baile en la zaga. La fragilidad defensiva blanca era alarmante. Y en ataque no dieron señales de vida hasta que Arda remató cruzado pasada la media hora. Rodrygo parecía despertar cuando otro córner local volvió a ser enviado por Isi al segundo palo, donde aparecieron los centrales rayistas (ambos por encima del 1,90). La zona la defendían Arda Guler, Lucas y Fran García. Rudiger y Tchouameni se desentendían desde el primer palo. Y Mumim remató solo, otra vez con los dos pies en el suelo, para marcar el segundo. Otro fallo de marca obsceno de este Real Madrid perezoso.
La pegada blanca
Miraba Ancelotti al banquillo meditabundo buscando una solución cuando en la siguiente jugada Valverde se sacó un zapatazo desde 30 metros que Batalla saludó al verlo pasar. Gran disparo mal defendido. Resoplaba aliviado el italiano y se llevaban los demonios a Íñigo por la desatención al no tapar al uruguayo. Algo que se repitió seis minutos después, cuando un centro tibio de Rodrygo fue madrugado por Bellingham, que cabeceó a la red anotando su sexto gol consecutivo en Liga. El Rayo desperdiciaba dos goles de renta ante un rival tan consistente arriba como vulnerable detrás. Divertido primer tiempo que confirmaba que no hay áreas tan divertidas como las de Vallecas. Los dos tiros del Rayo acabaron en gol. Y de los tres del Madrid, dos besaron la red.
Sobrevivir al primer tiempo revitalizó al Madrid, que salió mucho más enchufado en la segunda parte. Y a los 53 minutos un disparo de Rodrygo desde fuera del área tocó en Ratiu y se envenenó para acabar en la red de un Batalla intrascendente. Remontaban los blancos y el brasileño volvía a marcar tres meses después. Un Rodrygo que también dejaba claro que su perfil preferido es la izquierda, como le ocurre a Vinicius… y a Mbappé. Muchos daban por muerto al Rayo, pero diez minutos después, un disparo lejano de Lejeune lo remachó a la red Isi, al que no siguieron Rudiger ni Tchouameni. La defensa de papel del Madrid hipotecaba a los de Ancelotti ante un Rayo al que nunca le falta fe. Seis goles con media hora por delante en Vallecas… que es Vietnam.
Salió Vinicius, que además de una bronca descomunal de los rayistas, se llevó una de esas amarillas muy brasileñas que le permitirá irse de vacaciones navideñas desde Doha el próximo miércoles. También pisó el césped Endrick, al que Ancelotti no acaba de creerse futbolísticamente, que no dejó ningún detalle. El Real Madrid acabó el partido con la cabeza más puesta en Doha, donde le espera el Pachuca mexicano el próximo miércoles, que en tocar a rebato para dar la puntilla a este encuentro vertiginoso e inflamable cargado de minas. Vallecas nunca decepciona.