La industria naval española ha construido casi todo tipo de embarcaciones a lo largo de su historia, si bien en los últimos años se ha destacado por producir unidades con un alto valor añadido, especializadas, personalizadas y repletas de tecnología. Ahí destacan, por ejemplo, los barcos que posibilitarán la expansión del sector eólico marino de medio mundo; pesqueros de última generación, más eficientes, seguros y cómodos para las tripulaciones, y oceanográficos, nicho en plena ola de renovación en todo el mundo que ha encontrado en Vigo y su área a sus principales fabricantes. Sin embargo, los astilleros privados a ambos lados de la ría han logrado atraer a otro tipo de armadores, más singulares, que también remozan sus flotas: las fuerzas de seguridad.
Un total de cinco empresas han conseguido concentrar contratos para la construcción de 22 unidades de distinta tipología y tamaño. Pedidos para Armadas de tres países, para la Guardia Civil y para la Agencia Tributaria (Aduanas), que alcanzan un montante de más de 260 millones. Y todo ello pese a que, como explican desde el sector, se trata de un nicho de «altísima competencia» que halla muchas barreras por la utilización de armamento, reservado en España para las embarcaciones que factura Navantia.
En Vigo el último en sumarse a la lista se conoció a mediados del mes pasado. La Dirección de Gestión Económica de la Jefatura de Apoyo Logístico de la Armada española eligió al astillero familiar Freire Shipyard para que construya una Embarcación de Apoyo a Buceadores (EAB), una unidad sin armamento de 30 metros de eslora prevista para dar servicio de apoyo a la Escuela de Buceo de la Armada. Por este contrato, adjudicado por 17,8 millones, pelearon otros tres astilleros de la ciudad olívica y de Marín, dando buena cuenta de que «el sector naval gallego está especializado en barcos de calidad y está preparado» para entrar con fuerza en este nicho. «Ya se está viendo en los contratos que suenan o se confirman», apuntan otras fuentes de la industria consultadas.
Freire, sin ir más lejos, participó en el pasado en la construcción del buque escuela tipo velero Bima Suci para Indonesia o en diversas patrulleras de altura. Otro astillero, Cardama Shipyard, firmó hace tiempo un remolcador -todavía en construcción- con destino a la Haute Autorité Chargée de la Sécurité Maritime (Hassmar) de Senegal. En el caso de esta última firma, también de carácter familiar, está a punto de poner en vigor el pedido más importante de su historia: dos patrulleros tipo OPV (offshore patrol vessels) encargados por la Armada de Uruguay por más de 82 millones, cuyo primer pago que dará comienzo al corte de chapa inicial se espera para los próximos días.
Otra atarazana que está haciendo caja en el mercado de los buques para las fuerzas de seguridad es la que el grupo asturiano Armón tiene en la ciudad. Tras hacerse con las instalaciones de la desaparecida Hijos de J. Barreras en 2022, la dirección local ha ido ganando contratos y aprovechando ese importante incremento de capacidad para diversificar. Ahí figuran, por ejemplo, la patrullera oceánica Duque de Ahumada, un gigante de 82 metros para el Servicio Marítimo de la Guardia Civil que fue botado el mes pasado.
Abrir puertas
Armón cuenta con que este buque, por sus características, les abra las puertas a contratos para la compra de OPV que tienen en marcha o que proyectan diversos países. De hecho, desde el sector señalan que para poder entrar en ciertas licitaciones internacionales «normalmente los astilleros tienen la primera oportunidad con la Armada de su país». «Otra cosa son los buques civiles para clientes militares», añaden. Armón Vigo inició en estos últimos días la construcción para el primero de dos barcos multipropósito encargados a comienzos de año por las Fuerzas Armadas de Suecia (Försvarsmakten), pedido valorado en otros casi 82 millones.
Eso sí, no todo son barcos grandes. Las fuerzas de seguridad también precisan de pequeñas patrulleras, rápidas y con alta maniobrabilidad. De esto saben mucho dos astilleros situados frente a Vigo, al otro lado de la ría, en la localidad de Moaña. Por un lado, Rodman Polyships, que acaba de celebrar su 50 aniversario; por otro, Aister Aluminium Shipyard, el encargado de producir las lanchas rápidas con las que la Guardia Civil intenta frenar el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.
Así, Aister tiene activos dos contratos con la Benemérita para la fabricación de seis interceptoras HS60, embarcaciones de aluminio concebidas para dar caza a los narcos y que describen como «pioneras» por su alta velocidad, que rebasa «cómodamente» los 60 nudos. En el caso de Rodman, se trata de 11 patrulleras que forman parte de un megapedido de Aduanas, tres de entre 30 y 35 metros y otras ocho de alta velocidad de menor tamaño (entre 16 y 18 metros), todas realizadas en poliéster reforzado con fibra de vidrio (PRFV). A su entrega, se unirán al patrullero y dos lanchas de adiestramiento entregados hace no mucho por este mismo astillero a la Armada española.