La ayuda al desarrollo ha pasado por diversas fases, pero hay un consenso generalizado sobre un aspecto: más allá de las aportaciones directas, salir de la pobreza exige inversiones y puesta en marcha de procesos que aseguren que un país no se quedará atrás. No hay que darles peces, afirma el dicho. Es mejor enseñarles a pescar.

Por otro lado, desde esta zona del mundo las cosas no se ven igual que a pie de obra. No hay recetas generales, de modo que si queremos combatir la penuria en otras partes del planeta hay que realizar estudios concretos para ver las necesidades, los recursos y los problemas de cada región. De otra manera, las soluciones pueden no solo ser desacertadas, sino contraproducentes.

También son importantes las actitudes: los países más desarrollados deben dejar atrás la hipocresía y su propio egoísmo, convenciéndose de que un mundo más rico no tiene por qué exigir que los que ahora llevan la voz cantante caigan desde las posiciones más aventajadas. Además, como han puesto de manifiesto los últimos premios Nobel, en la mejora del desarrollo económico resultan determinantes las instituciones y la salud política.

“¿Sabe la opinión pública que gran parte de los fondos de las organizaciones internacionales no van dirigidas a mejorar directamente la situación existencial de los más desfavorecidos, sino a paliar el cambio climático?”

Esta última enseñanza no debe ser apreciada solo por aquellos que tienen en sus manos el gasto exterior o la cooperación. Se puede hacer una lectura del aviso en términos nacionales: así, haríamos mal si pensáramos que los niveles de riqueza no pueden caer. Hay crisis, coyunturas y problemas que pueden dejar a países ricos en la estacada. Hay bolsas de pobreza que deben avergonzarnos.

Pero deberíamos preocuparnos, asimismo, por la erosión de las instituciones. Si la salida de la miseria está condicionada por el Estado de Derecho, ¿no cabe afirmar que deslucir los rasgos principales de este último es como abrir la puerta a la pobreza?

Al mismo tiempo, en relación con las regiones que más lo necesitan, conviene definir bien objetivos y prioridades. ¿Sabe la opinión pública que gran parte de los fondos de las organizaciones internacionales no van dirigidas a mejorar directamente la situación existencial de los más desfavorecidos, sino a paliar el cambio climático?

Según explica Björn Lomborg, experto en cuestiones climáticas y conocido por su escepticismo, es cierto que los cambios medioambientales pueden perjudicar a los países menos ricos, pero hay otros problemas (como el hambre, las enfermedades o el nivel educativo) que son más esenciales. De ahí que no tenga sentido, por ejemplo, que el 44% de lo prestado por el Banco Mundial a estas naciones se destine a políticas climáticas. En otras instituciones la cifra aumenta, hasta llegar al 60% en el caso del Banco Europeo de Inversiones.

“Negar a estos países el acceso a los combustibles fósiles o restringirlo es, desde un punto de vista histórico, una injusticia, después de tantos siglos aprovechándonos de la contaminación en este lado del mundo”

El abanico de proyectos relacionados con el medio ambiente es amplio, incluyendo alertas sobre temporales -bastante importantes- hasta inversiones en energía solar que pueden ser más cuestionables si se tiene en cuenta que los países más pobres son responsables únicamente del 0,5% de las emisiones.

El debate, en cualquier caso, desborda lo económico. Negar a estos países el acceso a los combustibles fósiles o restringirlo es, desde un punto de vista histórico, una injusticia, después de tantos siglos aprovechándonos de la contaminación en este lado del mundo.

Lomborg apunta otro dato: se calcula que la pobreza mata a casi 10 millones de personas al año; en cambio, los factores meteorológicos extremos se llevaron por delante a 9.000 personas en las últimas décadas.

A ello se añade otra cuestión: ¿no es paternalista imponer desde aquí las prioridades? ¿Por qué no tener en cuenta que, según las encuestas, menos del 6% de quienes reciben ayudas en esos países cree que combatir el cambio climático es de especial trascendencia? Antes mencionan la paz, la educación, el empleo o la salud.

Salir de la pobreza exige instituciones fiables. Y crecimiento económico garantizado, lo que implica acceso a fuentes de energía que no fallen. Una vez que estos países salgan de la zona roja, podrán no solo implicarse directamente en la lucha medioambiental, sino contribuir con su ayuda a que otras regiones despeguen.

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