Mediaset ha sorprendido con un emotivo anuncio navideño por la ausencia de sus rostros más representativos por una buena causa: ceder todo el protagonismo a los que sin duda han sido los héroes del año: los voluntarios que han acudido a Valencia para ayudar a los afectados por la DANA. Para ello, el grupo ha contado entre los intérpretes de su spot de Navidad con voluntarios reales, que junto a los actores protagonizan una preciosa historia de luz y esperanza en la que la unión de la gente y de toda la sociedad es capaz de superar cualquier adversidad.
A partir de este planteamiento de la división de Comunicación y RR.EE. y la dirección de Antena de Mediaset, la campaña ha sido desarrollada por la agencia creativa LLYC y producida por PRIMO Content, con dirección de la realizadora valenciana Joana Colomar y con la ganadora de un Goya Daniela Cajías al frente de la dirección de fotografía.
«Este año tenía que ser diferente. Teníamos que lanzar un mensaje de solidaridad y unidad y agradecer a esa generación de cristal que nos ha dado tantas lecciones. Y el anuncio es un despliegue espectacular, han hecho un spot de cine. Esta pequeña joya con la que estamos entusiasmados se cede este espacio de tiempo a la gente, al pueblo. Y la marca Mediaset aparece solo al final», comenta Javier López Cuenllas, director de Antena de Mediaset.
Por su parte, Sandra Fernandez, directora de comunicación del grupo, aseguró que el germen de esta campaña surgió de manera absolutamente espontánea en un comité de direccion: «Fue unánime y asumimos desde la más absoluta humildad que un grupo como el nuestro tenía que asumir este papel. Hemos cambiado por completo lo que llevamos haciendo en Mediaset siempre. El valor de la solidaridad y subrayar el papel de esa generación joven que fueron los primeros en coger una escoba e irse a Valencia de voluntarios».
Bajo el claim ‘JUNTOS’ y con un estilo narrativo basado en el realismo mágico, la historia del spot, que se ha rodado íntegramente en la localidad madrileña de Torrelaguna, transmite verdad y autenticidadal tiempo que imprime emoción y fantasía a una hermosa metáfora que pone el foco en valores como la unión, la solidaridad, el corajey el trabajo en equipo.
Así es el emotivo spot de Mediaset
Durante la noche, el árbol centenario de la plaza del pueblo, el que cada año se adorna con dedicación y esmero para celebrar la Navidad, ha quedado reducido a cenizas.
Las llamas provocadas por un cortocircuito han acabado con cada rama, con cada brizna, con cada bola y espumillón… y con las ilusiones y esperanzas de todos. Ahí se alza al amanecer, ennegrecido y humeante, ante la mirada entre incrédula y apesadumbrada de los vecinos más madrugadores.
Tras contemplar el desastre, una mujer entra en casa y su mirada se encuentra con la de su hijo adolescente. Apoltronado en el sofá, el joven mira la pantalla de su móvil con indiferencia. No se ha enterado del incendio; o si lo ha hecho, ni se ha conmovido. Su madre lo observa y amaga con hacerle partícipe, pero se va sin hacerlo, resignada y consciente de que su atención está secuestrada por unas redes de las que le resulta imposible escapar. Como siempre. Él alza la vista, pero calla.
Mirando por la ventana, el joven observa el árbol calcinado con cierta apatía. La gente deambula por la plaza y lo mira, con el ánimo tan ceniciento como su maltrecho esqueleto. Una pena, la verdad. Pero, ¿qué puede hacer él? ¿Qué puede hacer nadie? Las cosas pasan y punto. Aunque… ¿hay que aceptarlas como vienen? ¿Es el destino tan implacable que no se le puede plantar cara? Quizá sí… o quizá no.
Armado con cables y alargadores, el joven sale a la calle como guerrero que va a la batalla. Con decisión y coraje comienza a tirarlos alrededor del árbol y enrosca una primera bombilla. Otros jóvenes le observan y en sus ojos empieza a brillar la esperanza. Contagiados por su energía e inspirados por su determinación, estos y otros vecinos se unen a la tarea.
Cada uno aporta lo que puede a la improvisada restauración del árbol: el faro de una moto, el neón de un negocio, un flexo, un globo terráqueo, una vieja lámpara de salón. Aupada por su padre, una niña cuelga sus zapatillas luminosas; una joven deja encendido el móvil, su bien más preciado. Todo el pueblo trabaja unido y emocionado.
Al caer la noche, todos se reúnen entusiasmados para contemplar el encendido. El árbol vuelve a brillar, pero aún brillan más los corazones de los allí presentes. Y las miradas, como la que cruzan el joven que ha hecho posible la magia y su madre orgullosa. Pequeños y mayores se han rebelado contra la adversidad y han hecho posible lo que parecía imposible. Y lo han logrado como solo era posible hacerlo.