El fútbol es un deporte maravillosamente aleatorio. Ir a un partido cada vez es más caro, pero no hay tasador que ponga valor a un Atlético 4 – 3 Sevilla, en el que los de García Pimienta firmaron la mejor primera hora de juego reciente que recuerdan. Un encuentro en el que lograron ponerse con dos de ventaja después de empezar perdiendo por culpa del gol de Rodrigo de Paul, descompensado por Lukebakio, Isaac Romero y Juanlu en un esplédido ejercicio de efectividad.
Pero el Metropolitano recuperó a sus hombres para igualar la vida con la muerte gracias a Griezmann, con el apoyo de Lino. Una remontada descomunal. De líder. De cabeza de familia. Del 1-3 al 4-3 en un espacio al alcande de muy pocos. Un ejemplo vibrante de lo que es un equipo que está capacitado para luchar por el mundo entero. Pobre del que desconfíe como pasó a principio de temporada.
La brutal respuesta al gol del Atlético
El fútbol puede ser una fuente de calor para una noche tan fría como la que atrapó el Metropolitano. Aunque por mucho empeño que le pongan los aficionados, el vaho solo se disipa con inicios como el que firmaron el Atlético y el Sevilla. Los locales, movidos por el desenfado que le otorgaba una racha en la que no se veía desde hace mucho tiempo. Griezmann se puso al frente del séptimo de caballería con un larguero y un disparo que cubrió de gloria a un ágil Álvaro Fernández.
Al tercer intento llegó el gol de Rodrigo de Paul, protagonista en la previa, al decir Simeone que el argentino ya no escogía los partidos en un canto a favor de la regularidad de un futbolista imprescindible para este Atlético. Porque el campeón del mundo es capaz de marcar en mi menor, como ocurrió antes del diez de juego, y perder un balón para conceder una ocasión clara como la que desembocó en el 1-2 del Sevilla. El primer gol de Isaac Romero esta temporada. Los de García Pimienta nunca le perdieron la cara al partido. Compitieron en la primera parte como hacían no hace tanto cada año en Europa.
El empate fue una respuesta incendiaria. Poco más de un minuto tardó en igualar Lukebakio, el incienso sevillista que se expandía por todas las partes. A la salida de un córner, Julián fue un simple espectador ante la bicicleta del belga, que clavó su séptimo tanto de la temporada. Le vino mejor el gol al Sevilla, que en una contra hirvió a la pareja formada por un renqueante Giménez, al que se le vieron las costuras, y un Lenglet todavía en progresión.
Con dos o tres toques el Atlético caía en una fosa común que quiso abrir antes del descanso. Protestó un penalti Gallagher, quien cayó tras recortar a Álvaro Fernández. Un jugador que nunca ha simulado. Con frío y rabia en el cuerpo se retiró un Atlético superado en las transiciones y en los detalles de un partido acalorado, para fortuna del Metropolitano, que esperaba la combustión de los cambios de un banquillo amplio y sin excusas.
Griezmann mete lo que falla Sorloth
Pero el día del Atlético más propositivo, la efectividad del Sevilla hizo recordar que la primera piedra del paraíso rojiblanco está en la base de la jugada. Sin un patrimonio defensivo, el virtuosismo es dispendio. Los visitantes se empitonaron para fijar el tercer gol en su tercera gran tentativa. Una magnífica jugada colectiva que remató Juanlu en el segundo palo tras un centro perfecto de Kike Salas.
El 1-3 para nada era definitivo, a pesar de estar firmando el conjunto sevillista el mejor equipo de la temporada. Porque el Metropolitano es un escenario singular, que vuelca el partido cuando los partidos se ponen difíciles. Aprovechó la inclinación Pablo Barrios, un mediocampista para una década, para filtrar un balón que Griezmann transformó para convertir un Atlético – Sevilla en lo que siempre ha de ser un partido así.
Un espectáculo de muerte y resurrección continua. A partir de ahí, el mando fue del Atlético, que quemó los cartuchos con los cambios. Entre ellos Sorloth, que se elevó para esculpir un sinfín de remates de cabeza -solo uno verdaderamente envenenado- que convirtieron a Álvaro en la cofradía de la Esperanza. Mide dos metros el delantero noruego, pero sus virtudes se han empequeñecido con la camiseta rojiblanca. Tuvo que salir Lino para enseñarle el camino al delantero. Con un zapatazo desde fuera del área igualó un partido demencial. Quedaba un mundo donde el Atlético encontró la épica deseada y trabajada. Lo hizo con el mejor de sus representantes, un Griezmann celestial que dispara todos los sueños rojiblancos. No hay frío que contenga el calor de un equipo al que le sobró tiempo para culminar la heroica.