Putin no descarta usar un nuevo misil hipersónico contra los centros de toma de decisión en Kiev / EFE

Queremos creer que tras la invasión de Ucrania Rusia está aislada y pasándolo mal y eso es cierto solo en parte. Los rusos lo pasan mal cuando más del 30% del presupuesto se dedica a gastos de Defensa, en perjuicio del gasto social que se encoge; cuando Rusia ha sido excluida del sistema SWIFT para transacciones financieras internacionales, y Visa y Mastercard se han retirado del país; cuando la inflación bordea el 10%, los precios de la vivienda se han triplicado desde 2020 y los salarios no los alcanzan. Como tantos jóvenes son llamados a filas, la tasa de desempleo ha bajado engañosamente del 4,4% antes de la guerra al 2,4%, una cifra que aún podría descender más si se ordenan nuevas movilizaciones, aunque Putin procura evitarlas por sus desastrosos efectos sobre la economía y esa es otra razón por la que ha llamado a norcoreanos para combatir en Ucrania. Y el gigante Gazprom, una especie de hucha similar a lo que es PDVSA para el régimen de Nicolás Maduro, que contribuyó con 40.000 millones de dólares al presupuesto de 2022, ha entrado en pérdidas en 2023 y no puede seguir echando una mano al Kremlin. Estos días Moscú ha cancelado por falta de compradores una subasta de bonos por valor de 600.000 millones de rublos (6.000 millones de dólares). Queda claro que la guerra y las sanciones internacionales le hacen mucho daño.

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