El vaso del Real Madrid y Mbappé es una pieza volátil. Todos lo vieron llenísimo cuando el galo aterrizó en verano para firmar, al fin, una historia de felicidad mutua. Se fue vaciando con el paso de las semanas y la acumulación de errores. En Anfield se vio el fondo del mismo. Seco o colmado, según el indicador escogido: la precaria ilusión o la inacabable impaciencia. Pero todavía es diciembre y el vaso, aunque a veces parece que se vaya a caer sigue al borde de la mesa. Se ha pagado para servir con jugadas como la que permitió a Mbappé limpiarse el mal de ojo y colaborar en la victoria frente al Getafe.

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