Necesitaron apenas unos días para avanzar y tomar Alepo, la mayor ciudad de Siria y desde 2016 el símbolo de la supervivencia de Bashar Asad y su régimen apuntalado por Rusia e Irán. Entre el viernes y el sábado los rebeldes sirios -liderados por Hayat Tahrir al Sham (HTS) y grupos aliados, incluidos algunos respaldados por Turquía- fueron conquistando la urbe. Sus rápidos progresos, sin hallar resistencia reseñable, cosecharon escenas inesperadas y lograron adentrarse en un territorio que había permanecido en manos gubernamentales incluso durante los peores años de la guerra civil que se desató en 2011.
Durante el sábado los fotogramas se fueron acumulando en una veloz sucesión de humillaciones para Damasco, en plena rehabilitación internacional del régimen baazista. Los rebeldes se hicieron con el control de la sede del gobernador de Alepo y el aeropuerto internacional de la ciudad; asaltaron y liberaron una de las cárceles del enclave y ondearon la bandera de la oposición siria -compuesta por tres estrellas en lugar de dos- en el corazón de la ciudad comercial del país y quemaron los ubicuos retratos de Asad. Por las redes circularon imágenes de desplazados que regresaron a la ciudad para ver sus antiguos hogares, reunirse con familiares que no habían visto en años o fotografiarse en lugares simbólicos de la urbe como la ciudadela.
Avanzan hacia Hama y choques en el sur del país
También se hicieron con la estratégica ciudad de Jan Sheijun, en el sur de Idlib. La confusión y el miedo mantuvieron este sábado a la población alepina en sus hogares. Los rebeldes confirmaron que controlan casi toda la ciudad aunque no habían consolidado su dominio sobre un callejero donde patrullaban y donde se había declarado un toque de queda de 24 horas, en mitad de la huida de policías y soldados del gobierno. Combatientes dirigidos por las fuerzas kurdas -un grupo no alineado con los rebeldes y respaldado por Estados Unidos- también tomaron puestos de control abandonados en algunos barrios de Alepo.
A última hora los rebeldes irrumpieron en Hama, una ciudad de amplias resonancias rebeldes a 213 kilómetros al norte de Damasco. Las facciones opositores capturaron un tramo de la autovía M5, cortando la ruta de suministro a Damasco. La violencia pareció extenderse rápidamente por el país. En la sureña Deraa, fronteriza con Jordania, se registraron choques, cuestionando el poder de Bashar Asad, que se encuentra en Moscú. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, expresó su apoyo “al gobierno de Siria para que restablezca rápidamente el orden” y denunció que la soberanía del país estaba siendo atacada.
La debilidad de los dos socios de Asad allanó el camino de los rebeldes. Rusia, el actor decisivo que evitó el derrumbe del régimen, lleva desde 2022 enfrascado en la invasión de Ucrania y se ha visto obligado a reducir su presencia militar en el país árabe. Irán, golpeado por las turbulencias económicas, tiene otros frentes abiertos y durante los últimos 14 meses ha tenido que lidiar con la guerra que enfrentan sus apoderados, desde Hizbulá a Hamás y los hutíes, así como los ataques directos de Israel, que también ha golpeado reiteradamente Siria para tratar de cortar el suministro hacia el Líbano. A pesar de esas flaquezas, desde agosto de 2023 aviones de combate sirios y rusos han intensificado los ataques sobre zonas controladas por la oposición.
Policías y soldados gubernamentales huyen
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que con su red de informantes es la fuente más fiable para conocer lo que acontece en suelo sirio, las tropas gubernamentales colapsaron en Idlib y Alepo. Una retirada que ha dejado la segunda ciudad más grande de Siria fuera del control del gobierno por primera vez desde la independencia del país en 1946. En 2016 Asad reclamó la victoria sobre el enclave tras sofocar a sangre y fuego los últimos bastiones rebeldes de Alepo, convertida en una ciudad mártir con barrios enteros reducidos a escombros.
La oposición siria, que había reducido su control a la frontera con Turquía y los territorios de mayoría kurda, inició el miércoles la mayor ofensiva en ocho años, sacudiendo una guerra estancada en la que los frentes apenas se han movido desde 2020. El régimen sirio preparaba una petición formal a Teherán para que proporcionara asistencia militar. Los aviones de guerra del gobierno sirio y rusos bombardearon la ciudad por primera vez desde 2016. Al menos 16 civiles y 20 rebeldes murieron en los ataques aéreos desde primera horaa del sábado.
El régimen de Asad reconoció las pérdidas territoriales en “una operación de redespliegue” para reforzar sus defensas, “absorber el ataque, preservar la vida de civiles y soldados y prepararse para un contraataque”. Más de 300 personas, en su mayoría combatientes de ambos bandos, han perdido la vida desde el miércoles.
Más de 300 en cuatro días de ofensiva
Al menos 327 personas han muerto desde que comenzó la ofensiva, en su mayoría combatientes de ambos bandos. Los ministros de Exteriores de Turquía y Rusia conversaron por teléfono el sábado y se comprometieron a coordinar los esfuerzos para estabilizar Siria. “Ambas partes expresaron su profunda preocupación por la peligrosa evolución de la situación en la República Árabe Siria en relación con la escalada militar en las provincias de Alepo e Idlib”, deslizó Moscú.
En 2019 un pacto de “desescalada” firmado entre Turquía -principal apoyo de los rebeldes- y Rusia e Irán, aliados de Asad, permitieron un alto el fuego. Desde entonces, la mayor parte de la provincia de Idlib está controlada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), una antigua filial de Al Qaeda que rompió hace años con la organización yihadista, que ha establecido una administración civil. Los grupos rebeldes de la coalición del Ejército Nacional Sirio, respaldados por Turquía, han mantenido su dominio en otras zonas del norte. Más de medio millón de personas ha muerto en la guerra civil que estalló después de que el gobierno reprimiera las protestas prodemocráticas en 2011. La contienda empujó a millones de sirios hacia Turquía primero y más tarde hacia Europa.