Fogonazos de un pleno que casi siempre fue un pleonasmo. De vez en cuando el señor don Nicasio Galván se olvida de su sonrisa de baby killer, sus corbatas maravillosamente planchadas y sus gemelos deslumbrantes y recuerda al público que es de Vox hasta sus almidonadas trancas. Ayer lo hizo varias veces. Tal vez la más divertida fue aquella en la que mencionó a Karl Marx como el padre espiritual del PSOE. Que al señor Galván el PSOE le parezca un partido marxista es una de las pendejadas más divertidas escuchadas en la Cámara en toda la legislatura.
¿Y por qué citó a Marx? Porque Vox había presentado una proposición no de ley que reunía medidas para la protección de la familia y Marx, el desalmado de Marx y su colegacho Engels, habían reclamado la abolición de la familia burguesa en el Manifiesto comunista, algo que, por lo visto, saca de sus casillas al portavoz ultraderechista.
«Nosotros estamos en la batalla cultural», espetó Nicasio Galván, sin advertir que uno no puede ponerse entre los dientes el machete rojigualdo de la batalla cultural y al mismo tiempo pedir el voto para una humilde PNL con expresiones como «seguramente no la leerán, porque es de Vox, pero yo les pido que la lean, por favor». Menudo Guerrero del Antifaz está hecho el señor Galván.
Francisco Linares es como una encarnación resistente, interminable y flaca como una cabilla, del sentido común de medianías, lo que tiene sus seguidores y sus críticos, sus razones y sus sinrazones, sus sinceridades y sus disimulos. Por eso mismo Linares sabe interpretar mejor que nadie, y no solo en La Orotava, la perplejidad que le asiste a un ciudadano común y corriente frente a un político trapacero.
En la tarde del martes el pleno se dedicó a analizar los bloques de medidas (cinco) fructificadas después de las dos conferencias celebradas entre el presidente del Gobierno autónomo y los presidentes y presidentas de los cabildos insulares, asistidos por un panel de expertos. Gustavo Santana, exugetista que -con permiso de Nicasio Galván- solo sabe de Marx que llevaba barba había presentado una moción en la que llamaba a la conferencia de presidentes «un paripé de participación democrática» con invitados carentes de cualquier solvencia. Linares se escandalizó mucho y Santana se movía como un niño gamberrete en escaño, con esa sonrisa que le caracteriza, que es la de estar encantado de sí mismo. Por supuesto, su moción fue derrotada, pero Santana, extrañamente, pareció más encantado todavía, como si un chico enamorado de sí mismo se hubiera escrito una carta y se hubiera perdido por el camino. ¡Qué emocionante! ¿Qué se habrá escrito?
Rebeca Sarai Paniagua saludó a un grupo de estudiantes de Ciencias de Información -creo que se sigue llamando así- que aparecieron como visitantes en la tribuna de invitados. Fue incapaz de no dirigirles una mirada de infinita conmiseración. Si perseveran conocerán pronto el color de sus tripas. Y su bajísimo precio.
Allá abajo Paniagua les dedicó tres minutos de untuoso sermoneo pidiéndoles, por favor, que busquen la verdad. Más honrado hubiera sido preguntarles a los alumnos sobre su capacidad fisiológica para alimentarse a base de bocadillos de choped. ¿Puedes estar una semana comiendo exclusivamente bocadillos de choped? La diputada del PP, que recordó que era periodista por si hay dudas, les animó para perseguir la verdad. Realmente es la verdad la que persigue al periodista, lo atropella con saña y lo deja tullido para el resto de su vida, pero más vale dejarlo.
Es curioso: Paniagua especificó que son los medios públicos los que mienten. Debe referirse a los que controla el malvado Pedro Sánchez por esas penínsulas pecadoras. Con mucha más sinceridad, el mensaje de la señora Paniagua debería haber sido «busquen la verdad sin descanso, pibes y pibas, hasta que puedas meterte de diputada». Y hay que espabilar, que son solo 70 plazas. Bueno, 69, que una es la de Barragán.
El cronista no cree, como se oyen de lenguas de trapo y bocas torcidas de varios grupos parlamentarios, que Yone Xarach Caraballo, diputado de Nueva Canarias-Bloque Canarista, se pase los plenos y las comisiones buscando protagonismo con su mirada inocente, sus manos que ansían justicia, su alopecia de bebé grande. Yo sospecho que Caraballo es así, exactamente así como parece, y que cuando muestra una perplejidad es que realmente se ha asombrado, al menos, durante un par de segundos.
Lo hizo en el pleno cuando dijo que los que criticaban el modelo de explotación turística de Canarias no tenían nada que ver con la turismofobia, que lo de la turismofobia es un invento, que nadie, y él menos que nadie, rechazaba a los turistas, sino el modelo, porque los responsables de la situación actual, sea la que sea, son los que llevan «más de treinta años gobernando Canarias».
Por supuesto, se escucharon algunas risas. Alguien mencionó que el líder de Nueva Canarias fue precisamente uno de los que gobernó en ese lapso de tiempo, cuatro años al frente del Servicio Canario de Salud y otros cuatro -nada menos- como presidente del Gobierno autonómico. Y mucho tiempo después otros cuatro años como vicepresidente y consejero de Hacienda. Uno quisiera hacer un experimento y dejar a un señor como Caraballo -por el que siento una sincera simpatía- ser presidente del Gobierno de Canarias durante una legislatura entera. A los tres días dimitiría -si no antes- y volvería a ser el magnífico ATS que es.
Su señoría Natalia Ester Santana -la otra cuota del pueblounidojamasserávencido de Nueva Canarias- es como una Mafalda que en algún momento de la adolescencia se hubiera dado un fuerte, casi letal golpe en la cabeza que, entre otros defectos, le hubiera secuestrado el sentido del humor.
Suscríbete para seguir leyendo