Juan Lobato se marcha. Dimite finalmente como secretario general del PSOE de Madrid, presionado internamente desde el lunes y falto de apoyos en su partido. Se va a dos días del arranque del 41º Congreso Federal y a una semana de que se abriera la carrera de primarias en su federación, para «poner freno a una situación de enfrentamiento y división grave que se estaba generando en el partido, que solo iba a dañar al PSOE en Madrid y a los avances en la unidad» que se habían «conseguido en estos tres años», los que llevaba al frente de su territorio.
Lo explica el propio Lobato en un comunicado facilitado a los medios pasadas las dos de la tarde de este miércoles en el que reivindica su estilo, su forma de hacer política, la «buena política», no «compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual» del PSOE defiende. No asegura explícitamente que no se presentará a las primarias madrileñas —aunque da a entender que no concurrirá al proceso interno, ya que presta su «apoyo a la próxima dirección» autonómica— y no avanza si dejará su escaño como diputado en la Asamblea regional. Lo que anuncia, por tanto, es su decisión de «no continuar como secretario general del PSOE de Madrid».
Tira la toalla pese a que ayer se atrincherara en su cargo. Pero ya era un líder, de facto, caído, desde que el domingo Abc publicara que acudió en noviembre a la notaría para que quedaran registrados sus mensajes cruzados, meses atrás, el 14 de marzo, con la dirigente Pilar Sánchez Acera, que entonces era la jefa de Gabinete de Óscar López, a su vez director de Gabinete de Pedro Sánchez y hoy ministro para la Transformación Digital. Una conversación de WhatsApp por la que tendrá que dar cuenta en el Tribunal Supremo como testigo este viernes. Y es que en ella Sánchez Acera le pidió que usara en la Asamblea la comunicación confidencial entre el abogado de la pareja de Isabel Díaz Ayuso y el fiscal. Lobato al principio dijo que ese mail procedía de los medios de comunicación, pero ayer deslizó que la Moncloa pudo haberle mentido, que ese mail pudo ser en realidad una filtración teórica de la Fiscalía, y eso habría sido una trampa para él.
Ni en la federación ni en Ferraz se entendió qué buscaba el hasta ahora líder del PSOE-M al acudir al notario, aunque muchos dirigentes concluyeron que quería guardarse esa bala como «mecanismo de presión» para defenderse de los intentos evidentes de derribarlo, porque para primeros de este mes ya estaba claro que la dirección federal buscaba su salida. En estas últimas horas críticas, Ferraz optó por no empujarle, por no actuar, consciente de que ya estaba sentenciado políticamente. Y Lobato, finalmente, se ha rendido. El paso siguiente es que la cúpula de Sánchez constituya una comisión gestora que tome las riendas del PSOE-M y organice el próximo congreso autonómico, un proceso que iba a arrancar formalmente el 5 de diciembre.
El ya exbarón madrileño aprovecha su carta, de página y media, para reivindicarse, para defender su forma de hacer política, sin aludir por tanto a la polémica que ha hecho que muchos cargos le abandonen. La política en la que cree, dice, tiene como esencia «el diálogo y el debate, el servicio público, la honestidad y el interés general». «Creo en la política en la que personas con posiciones diferentes podamos acordar cosas que beneficien a los ciudadanos. Porque el bien común tiene que estar por encima de cualquier posición política. Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente. Insisto: para mí la política es otra cosa», escribe, en una crítica emboscada al estilo de Ferraz y de la Moncloa, que entiende más bronco.
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