Ingerir carne putrefacta provoca en la inmensa mayoría de los animales graves problemas de salud, e incluso la muerte. Los carroñeros, por el contrario, devoran alimentos en descomposición sin sufrir problema alguno, lo que plantea incógnitas sobre los mecanismos que los protegen de las enfermedades.
Los científicos llevan décadas estudiando esta peculiaridad que hace a los carroñeros inmunes a bacterias, virus y toxinas potencialmente mortales. Están convencidos de que estos animales guardan el ‘secreto’ de la lucha contra las infecciones.
Un reciente estudio científico, liderado por el ecólogo Daniel Blumstein, ha recopilado décadas de investigaciones para arrojar luz sobre las adaptaciones fisiológicas y de comportamiento que protegen a estos animales y explorar cómo podrían aplicarse estos conocimientos a la medicina humana y veterinaria.
La exposición a patógenos es inherente a la dieta de los carroñeros, entre los que se incluyen desde aves como los buitres hasta insectos, reptiles y algunos mamíferos. Diversas teorías han intentado explicar cómo estas especies enfrentan este desafío.
Entre las ocho hipótesis principales analizadas por Blumstein y su equipo, se incluyen estrategias conductuales como el uso de orina para desinfectar, la rapidez al ingerir alimentos, evitar la carne en avanzado estado de descomposición y comportamientos como el lavado de comida. A nivel fisiológico, destacan adaptaciones como un pH gástrico extremadamente bajo, un microbioma especializado y un sistema inmunológico robusto.
«No encontramos apoyo para que usar orina, tener la cabeza calva, comer rápido o lavar la comida reduzcan el riesgo de enfermedad en los comedores de carroña», destaca Blumstein. Sí hubo evidencia, aunque solo parcial, que respalda adaptaciones fisiológicas como un sistema digestivo muy ácido y defensas inmunológicas especializadas.
Equilibrio bacteriano
El pH gástrico de especies como los buitres puede ser lo suficientemente bajo como para destruir la mayoría de los patógenos presentes en la carne en descomposición. Estudios previos sugieren que la selección de genes relacionados con la secreción de ácido gástrico ha sido clave en la evolución de estas aves.
Además, en algunas especies como el albatros errante (Diomedea exulans), esta característica también podría estar vinculada a la necesidad de digerir rápidamente grandes cantidades de comida, dada la distribución irregular de sus fuentes alimenticias.
El microbioma intestinal también desempeña un papel crucial. En el caso de los buitres, las bacterias presentes en su dieta, como clostridios y fusobacterias, son controladas de manera eficiente en su sistema digestivo. Algunas investigaciones descubrieron que el microbioma intestinal de estas aves es menos diverso que el de su piel, lo que sugiere que en el intestino predomina un equilibrio bacteriano adaptativo que inhibe el crecimiento de patógenos.
Aunque el comportamiento juega un rol importante en la vida de los carroñeros, muchas de las hipótesis populares sobre sus beneficios para evitar enfermedades no han sido validadas científicamente. Por ejemplo, se ha sugerido que las cabezas calvas de los buitres facilitan la limpieza después de alimentarse, reduciendo la exposición a bacterias. No es cierto: esta característica tiene más que ver con la termorregulación que con la higiene.
Asimismo, la rapidez al ingerir alimentos, propuesta como una estrategia para evitar la formación de esporas bacterianas, podría ser más un reflejo de la competencia por los recursos que un mecanismo de defensa contra patógenos. Descartada, por tanto, esa hipótesis también.
Alternativas a los antibióticos
Evitar alimentos en avanzado estado de descomposición sí parece ser una estrategia efectiva. Se ha comprobado que algunas especies de buitre utilizan su agudo sentido del olfato para localizar carroña y prefieren cadáveres recientes.
Esta conducta contrasta con la de otras especies, como algunas serpientes, que prefieren carne más descompuesta. Parecen haber desarrollado adaptaciones en su saliva para neutralizar toxinas generadas durante la putrefacción.
Los mecanismos que permiten a los carroñeros sobrevivir en ambientes altamente contaminados tienen implicaciones prácticas significativas. En un mundo en el que la resistencia a los antibióticos plantea una amenaza creciente para la salud global, las adaptaciones de estas especies podrían inspirar nuevas estrategias para combatir infecciones.
Un ejemplo: el pH gástrico extremadamente bajo podría servir de modelo para desarrollar tratamientos o tecnologías que eliminen patógenos transmitidos por alimentos. Además, las diferencias estructurales en los receptores tipo Toll (TLR, proteínas que forman parte del sistema inmunitario innato) de los buitres podrían replicarse para reforzar la respuesta inmunitaria en humanos y animales.
Un estudio en buitres leonados (Gyps fulvus) reveló que estos receptores tienen una expresión particularmente alta en órganos clave para la defensa inmunológica, como el intestino delgado y los riñones.
El microbioma de los carroñeros es también una fuente prometedora de compuestos antimicrobianos. Las bacterias presentes en su sistema digestivo podrían ser utilizadas para desarrollar nuevos conservantes alimentarios o incluso alternativas a los antibióticos.
A pesar de los avances, quedan aún muchas preguntas sin respuesta sobre los mecanismos que protegen a los carroñeros. Blumstein destaca la necesidad de estudios interdisciplinarios que combinen genética, microbiología y ecología para evaluar estas adaptaciones en diferentes especies.
Futuras investigaciones podrían centrarse en explorar las aplicaciones biomiméticas de estas adaptaciones: los carroñeros podrían inspirar soluciones innovadoras para problemas globales de salud y seguridad alimentaria.
Estudio de referencia: https://meridian.allenpress.com/jwd/article/53/3/577/194424/A-Systematic-Review-of-Carrion-Eaters-Adaptations
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