El escritor Marlon James quería pasarse a las series por una razón sencilla: «¡Estaba cansado de estar solo!», nos explica en una mesa redonda virtual. «Ya había trabajado un poco en teatro, así que conocía las ventajas de hacer algo en un entorno más colaborativo. E incluso cuando he escrito novelas, lo he hecho influido por las películas y las series. Siempre he sentido que aquí era donde iba a acabar».
Durante un tiempo se habló de una posible adaptación al cine de ‘Leopardo Negro, Lobo Rojo’, primer volumen de una saga de fantasía diferente, basada en la mitología africana y, como el propio James, abiertamente ‘queer’. Aquello parece en dique seco. Pero lo que es flamante realidad es la serie ‘Get Millie Black’ (Max, desde el martes día 26), coproducción de HBO y Channel 4 en la que el ganador del premio Booker en 2015 por ‘Breve historia de siete asesinatos’ explora las relaciones poscoloniales entre Jamaica y Reino Unido a través de la óptica del ‘thriller’.
Tamara Lawrance (la hermana mayor del pequeño Kingsley en ‘Education’, entrega final de ‘Small axe’) encarna a la (anti)heroína del título, inspectora estrella de Scotland Yard que dejó Londres («una tiene un límite con el tiempo de mierda y el racismo institucionalizado») para volver a su Kingston natal en busca del hermano que creía muerto y, de paso, trabajar buscando a otras personas desaparecidas. La ultima de ellas es Janet Fenton (Shernet Swearine), una adolescente negra a la que se ha relacionado con un adulto blanco y rico, Freddie Summerville (Peter John Thwaites), casero de un club go-go, para más señas. Pero el mayor misterio de la serie podría ser la propia Millie, su pasado, su trauma, el origen de sus impulsos autodestructivos y su posible camino a la recuperación.
Todo sobre su madre
Para James, este proyecto colaborativo ha sido, curiosamente, el más personal de su carrera. Millie Black es un trasunto nada oculto de la detective de policía Shirley Dillon-James, es decir, su madre. «Una de las primeras mujeres en acceder a ese puesto en Jamaica», informa. «Ella me influía ya incluso antes de empezar con la serie. Escribir una historia es como resolver un caso. Cuando las escribo, lo primero que se me ocurren son los personajes. Después me pregunto qué hacen ahí, cuál es su historia, qué es lo que no me están contando… Y con esta serie ha sido igual: pasaron años entre que Millie llegó a mi cabeza y entendí de qué iba su historia. Todo ello lo he averiguado siguiendo las técnicas laborales de mi madre».
Aunque después se hizo abogado, su padre empezó siendo agente de la ley. En casa, claro, se veían series de polis todo el tiempo. «Muchas de ellas muestran investigaciones muy poco razonables. No voy a dar nombres», dice James. Sí que cita algunas de sus favoritas, todas ellas influyentes en ‘Get Millie Black’: la primera temporada de ‘True detective’ («que además de explorar la historia noir, se colaba realmente en la mente de los personajes»), ‘Happy Valley’ («simplemente la mejor serie reciente») y, de ahí viene el título, ‘Get Christie Love!’, delicia blaxploitation de 1974 que solo duró una temporada («pero dejó un impacto duradero»).
Sentido de lugar
En la serie se rinde pleitesía a los más eficaces lugares comunes de las historias de detectives y los procedimentales policiales, pero las especificidades culturales y sociales del paisaje elegido lo hacen todo nuevo. Como señala el productor Simon Maxwell (antiguo jefe de series dramáticas internacionales en Channel 4), «se muestran muchas, muchas partes de Jamaica y de la sociedad de Kingston como no se han visto antes». La investigación conduce a Millie Black de los barrios bajos y los gullies (alcantarillas al descubierto que llevan los desechos de norte a sur de la ciudad) hasta las colinas donde se hospeda la antigua élite, pasando por las casas de la clase media. «Se trataba de usar el ‘thriller’ como gancho para presentar al público una visión de Jamaica tan rica y multifacética como fuera posible», añade Maxwell.
Para el autor de ‘Bruja Luna, Rey Araña’ era importante dar centralidad a una comunidad ‘queer’ absolutamente vibrante. «Eso en mitad de un país que aún lidia con la homofobia, algo que no puedes ignorar y que tratamos de frente. La idea era ir más allá de la Jamaica de las playas bonitas y la gente maravillosa. Este es también un país que sigue luchando por dejar atrás el yugo del colonialismo, que lidia con muchos prejuicios y viejos fantasmas«.