Santi Rivas (Leganés, 1979) es el mayor (o al menos, el más conocido) divulgador de vino de España. Sus cuentas en las diferentes redes sociales (@colectivodecantado) acumulan varios miles de seguidores. En todas sus intervenciones derrocha humor y sátira, todo entremezclado con una forma de usar el lenguaje muy característica, pero sin morderse la lengua a la hora de criticar las malas prácticas de bodegueros, divulgadores, comerciales o sumilleres.
El ‘influencer’ atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, en Coalla, uno de los bares especializados más conocidos de Madrid, tras la publicación de su segundo libro, Vinos gentrificados (Muddy Waters, 2024), en la que ahonda en el fenómeno de la ‘gentrificación’ del vino y cómo es posible que una botella que hace solo unos años podía comprarse por 20, 30 o 40 euros ahora pueda haberse disparado por encima de los 1.000 o 2.000 euros. Todo escrito bajo el mismo hilo conductor, la ironía, la crítica y, en algunos casos, la crudeza.
P. ‘Vinos ‘gentrificados’ es el segundo libro que publica. ¿En qué se diferencia del primero?
R. Deja todo o deja el vino (Muddy Waters, 2022), mi primer libro, era un ensayo sociológico de cómo yo veo el mundo del vino. Sin embargo, a mí los libros de historia que me gustan son los que la narran el momento. En ese primero menciono qué son los vinos de culto y su auge, pero me quedé corto. Ahí decidí que tenía que hacer un libro que solo hable de esto, profundizando en la fenomenología del vino de culto y de su estadio último, que es el vino ‘gentrificado’.
P. ¿Qué es un vino de culto?
R. Es aquel con el que tú quieres proyectar una imagen de ti determinada y positiva. Puede ser intelectual, ideológica, de estatus o todas a la vez. El vino hasta hace poco era solo era estatus: bebo barato o bebo caro. Si pones un Vega Sicilia encima de la mesa, es un gran vino, pero yo no sé si sabes de esto porque sería el mismo que pondría mi padre. Ahora, si pones un Jean-François Ganevat, o sabes de vino o quieres fingir que sabes. El mundo del vino ha entrado en la espectacularización del consumo y reproduce otras disciplinas culturales, como el cine, la literatura o la música. A lo mejor tu vino favorito es uno más normal, pero tú te quieres significar. A su vez, el consumidor de vino de culto huye de vino de lujo. Hay referencias que generan recelo en el iniciado [término que utiliza para describir a los conocedores de la materia], principalmente todo lo que pueda beber un ruso en Marbella.
P. ¿Cuándo un vino de culto se ‘gentrifica’?
R. Cuando entra en juego una internacionalidad, hay un número limitado de botellas y gente dispuesta a especular con ellas. Alguien en la cadena tiene que buscar especular con el vino porque el bodeguero ya sabemos que no es porque lo sigue vendiendo a 40 euros y el vino acaba costando 400.
P. Entonces.
R. Hay que tener en cuenta que todo esto lo provoca los que saben beber (iniciados o público iniciado), que consumen todos lo mismo. Ahora mismo te vas a Nueva York y se consume lo mismo o muy parecido que en Madrid. Bebemos los mismos piamontes [vinos de una zona de Italia] que un señor de Los Ángeles, los mismos vinos alemanes que bebe uno de São Paulo y los mismos borgoñas que un francés o un japonés.
P. ¿El elaborador sale beneficiado de que su vino se ‘gentrifique’?
R. No, más allá de que vende toda su producción. Los diferentes estadios son: hago vino, se vuelve de culto y se ‘gentrifica’. No todos los vinos de culto están ‘gentrificados’, pero son la cantera. Son el Barça B de la ‘gentrificación’.
P. ¿Cuáles son los vinos de culto y/o ‘gentrificados’ en España?
R. ‘Gentrificados’ en España empieza a haber, pero hay pocos. El primer vino de culto español fue el Tondonia Rosado de Bodegas López de Heredia, que ahora está ‘gentrificado’. También se ha ‘gentrificado’ Las Beatas de Bodega Lanzaga, que ha pasado de valer 100 euros antes de pandemia a más de 300. Algunos ejemplos internacionales son Mizuiro Domaine des Miroirs, que supera los 1.000 euros, o el Barolo Bussia de G. Rinaldi.
P. ¿Qué vinos o denominaciones de origen van a ser las próximas en ‘gentrificarse’?
R. Eso no se puede saber, si no esta entrevista sería en mi yate de las Bahamas. El siguiente vino ‘gentrificado’ tiene que ser uno que maneje bien conceptos de mercado internacional. Por ejemplo, Rioja es una zona que exporta mucho y donde hay una ola de productores muy interesante. José Gil sería un candidato.
P. Cuando habla de este fenómeno de ‘gentrificación’, es dentro un tipo de público determinado y muy entendido en la materia ¿Qué tipo de bebedores de vino hay?
R. Muy fácil. Hay dos, el civil y el iniciado. El primero bebe por beber, por ritual social: empieza con cervezas, luego vino y después copas. Si pudiese meterse gin tonics desde las dos de la tarde, lo haría. Compra vino cuando tiene alguna celebración especial, como el aniversario con su novia, en el que no se puede presentar con una botella de vodka, pero sí con un Moët & Chandon (champagne francés). Este es el mayor porcentaje de todos. En el cine pasa lo mismo: cada vez hay más gente que ve películas coreanas, pero lo más visto es Santiago Segura.
P. ¿Cómo ha cambiado el consumo de vino en los últimos diez años en España? ¿Son de mejor calidad?
R. Sí, pero no solo en España. Todas las regiones del mundo están elaborando los mejores vinos de la historia. Yo no conozco una región que no esté en su mejor momento: cada vez la gente viaja más, el conocimiento es más compartido, los costes se han reducido y la gente bebe más. La clave de que los productores españoles hagan mejor vino es que beber referencias internacionales. Se da el caso de que una bodega pequeña de dos chavales de 30 años están probando vinos de medio mundo.
P. ¿Cómo gana el mundo del vino especializado adeptos?
R. Una de canteras de consumidores iniciados son los que se aburren: por ejemplo, un chaval de 30 años que empieza a ganar dinero y no sabe qué hacer con su vida. A unos les da por la bicicleta y a otros por coleccionar relojes, pero hay un alto porcentaje que quiere comer y beber mejor porque es divertido. No es lo mismo coleccionar sellos, que beber ‘barolos’ (vinos de una zona del norte de Italia). La mayor parte de la gente que viene a mis catas son personas entre 30 y 50 años que no saben a qué sabe un Tío Pepe y han pasado directamente a beber vinos del Piamonte (zona de Italia).
P. La tendencia es que cada vez se beben menos tinto y más blanco. ¿Esto va a continuar?
R. La gente quiere beber con menos sensación alcohólica para poder beber más. Un jueves que sales a tomar un vino porque llevas cuatro días trabajando doce horas en una consultora en las Cuatro Torres quieres probar quince botellas diferentes. Quince vinos de Ribera del Duero no los aguanta nadie [por su alta graduación]. Por eso hay que buscar frescura. Esa tendencia de consumir vinos más frescos beneficia al blanco, que siempre va a ir ganando cuota de mercado al tinto, más allá de que hay una corriente entre los iniciados de gastar cantidades altas de dinero en vinos blancos.
Cuando quieras nos vamos a un salón de vinos naturales, a ver qué votan. Ahí, Podemos es ultraderecha. [… ]Eso sí, si solo bebes ‘tintazos’, eres de derechas
P. ¿Cuánto debe valer un vino para ser justo con el productor y el intermediario?
R. Hay un mínimo por el cual no se puede comprar vino, que ahora me dicen que son seis euros. Menos de seis no es rentable, alguien está perdiendo dinero.
P. Tengo la sensación que algunas veces en el vino hay o mucho relato o mucha ciencia. ¿El vino es química o folklore?
R. Puede haber química y folklore: puede haber una precisión absoluta y, además, narrativa. No me gusta la parte peyorativa que puede haber detrás de que toda la narrativa porque invita a pensar que es inventada. Sin embargo, no hay vino de culto que no esté bueno porque no hay narrativa que sustituya eso. Por ejemplo, la historia de Maestro Sierra, una mujer que se queda viuda y en un patriarcado logra sacar adelante una bodega. Es una narrativa real, qué ocurrió, que fue muy dura y que yo creo que hay que poner en valor. Reducir Maestro Sierra a su acidez, su glicerina o su volatilidad no me parece lo más interesante. Ahora, tiene que estar bueno y luego tiene que venir la narrativa. Si todo fuese química, serían todos los vinos una etiqueta blanca con el nombre del vino y su composición.
P. Por último, ¿es el mundo del vino de derechas?
R. No, no. Cuando quieras nos vamos a un salón de vinos naturales, a ver qué votan. Ahí, Podemos es ultraderecha. Antes era así. Como había poca diversidad, había poco que decir con el vino y no era un producto que te dejara expresarte. Eso sí, si solo bebes ‘tintazos’, eres de derechas.