El 18 de febrero de este año el PSdeG-PSOE experimentó el mayor golpe electoral de su historia y entró en una crisis que, paradójicamente, no abrió la caja de los truenos interna, como tradicionalmente ha sucedido en una federación socialista que ha necesitado siempre cierta tensión en sus filas para sentirse viva. Aquel día obtuvo tan solo nueve diputados en un Parlamento gallego compuesto de 75 asientos, se dejó cinco tras el hasta entonces peor resultado de 2020 -empatado con 2016- y vio cómo el PP obtenía su quinta mayoría absoluta consecutiva y el BNG alcanzaba su récord con 25, convirtiéndose en la gran referencia de la oposición de izquierdas.

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