La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sale de un pleno en el Congreso de los Diputados, a 14 de noviembre de 2024, en Madrid (España).
Coincidiendo aproximadamente con el aniversario de la investidura de Pedro Sánchez, la alianza que sostiene a tal Gobierno camina sobre la cuerda floja. La sesión de la comisión de Hacienda ha dejado a las claras la complejidad para amasar mayorías, especialmente en cuestiones tan cruciales como las fiscales. La reforma negociada por la vicepresidenta primera pasa el corte por los pelos y tras una jornada maratoniana e incluso podría decirse que intempestiva. De madrugada, y tras un encaje de bolillos de extrema dificultad, Moncloa ha rozado la hecatombe con la yema de los dedos y, buscando la cuadratura del círculo, ha salvado los muebles. Cada vez resulta más difícil retener a Junts y ERC en el bloque de la investidura y en esta ocasión, está más que cogido con pinzas, tras haberse comprometido a prorrogar el gravamen a las energéticas con los republicanos; mientras el ministerio de Montero subrayaba que el compromiso con Junts -justo lo contrario- prevalecía.
En la sesión también estaba en juego una inyección de 7.200 millones de euros en calidad de fondos europeos. Si de la comisión no nacía un acuerdo para bendecir el impuesto a las grandes multinacionales -una trasposición europea-, Bruselas cortaría el grifo. La Unión Europea ya advirtió a España de la urgencia que comportaba la introducción de esta tasa. La paciencia tiene sus límites y en la administración europea se cansaron de avisar y estaban dispuestos a paralizar el quinto pago de los fondos hasta que el gravamen del 15% a las grandes multinacionales no se adhirieran al sistema tributario español. De ahí que la sesión de este lunes fuera sustancialmente importante. Todo ello, al margen del juego de equilibrios ya perenne de la coalición.
Para posibilitar esta decisión fueron necesarias horas, recesos e innumerables llamadas de teléfono. Jornada de sobreactividad en la Carrera de San Jerónimo que arrancó a las 17:00 horas y concluyó pasada la medianoche de este martes ya. El Gobierno no entregó la cuchara, a pesar de que pintaban bastos. De hecho, fuentes parlamentarias avisaban al mediodía de este lunes de que lo más probable es que no saliese nada. “Aquí no se mueve nadie”, precisaban voces conocedoras de las negociaciones, que metían prisa a sus interlocutores para cerrar un acuerdo cuanto antes. Pacto que cristalizó y permitió pasar a la siguiente pantalla: el Pleno del Congreso.
Ejercicios de funambulismo
El problema ahora es el debate fijado para este próximo jueves. El Pleno se reunirá y emitirá su veredicto sobre lo acordado en una comisión que deja fuera el impuesto a la banca y a las energéticas. O mejor dicho, que lo pospone a este mismo jueves. Una sesión de vital importancia, no sólo por el calado de la reforma, sino porque será una buena toma de temperatura al bloque de la investidura de cara a unos Presupuestos, a los que Moncloa ya empieza a renunciar. Especialmente por el difícil encaje de Junts y ERC en la misma ecuación. Hubo quién avisó en tiempos de las complejidades que las formaciones catalanas desarrollarían en clave fiscal. Y aquí ha estado el asunto.
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